Teatro: Lo mejor del 2016

«Todas las cosas del mundo». Teatro en estado puro.

Termina el 2016 y llega el momento del consabido balance que amerita a esta altura del año. Es menester señalar que este 2016, si bien tuvo obras de calidad, no fue del nivel de años anteriores. Sé que esto sonará que fue publicado anteriormente pero en esta ocasión, se incrementó aún más.

Como es costumbre de este portal, tratamos de ir todos los lados a los que nos han invitado aunque nos quedamos “cortos” con la oferta teatral porteña.
Consideramos que el teatro debe ser inclusivo y como tal, incluye tanto a una obra en un barrio periférico, en aquellos que son más propios para tal fin (Abasto, Palermo, San Telmo), el oficial o el de Calle Corrientes. Lejos de considerar a este último como propietario absoluto del término, diremos que la cantidad de bodrios y puestas de un nivel solo sostenible por las campañas publicitarias que han tenido, no se condice con la calidad dicen tener los medios masivos de comunicación (diarios y revistas, principalmente). Ergo, como en tantos aspectos de la vida de los medios, estos mienten –literalmente- a los espectadores en lo que dicen promocionando bostas insostenibles.
Por otra parte, y haciendo bandera de no pertenecer al “Club de la buena onda” en la que todo tiene un motivo para ser destacado y lejos de engrosar las filas de una ONG de egos desbordados y no-reconocidos, diremos que hubo una buena cantidad de puestas que se consideran “buenas”. O sea, están bien hechas, cuentan con actuaciones acordes, buen texto y dirección pero no van más allá de eso. De más está decir el motivo por el cual no se escribió sobre alguna a la que hemos asistido.


A continuación, haremos mención de las obras que consideramos como lo mejor del año en tanto estrenos del 2016. Igualmente, no incluyen los unipersonales que integraran la nómina de mejores actuaciones masculinas y femeninas respectivamente.

En febrero, la inquietante “Negro, animal, tristeza” brillaba desde ElKafka. En el marco de la típica situación tensa que implica compartir un espacio con gente con la que no hay mucha afinidad y reina la tolerancia disfrazada de buenas costumbres y aceptación social, la puesta irá desde lo más frío hasta lo más pasional con el contrapunto de un texto que oscilará entre un ambiente más descriptivo/intelectual y uno más poético/sensible.

«Bufarra». La punta de un iceberg ponzoñoso y bien conocido
Marzo fue el momento del estreno de esa gema que nunca falta en el teatro independiente. Esa alhaja que tiene –a nuestro considerar- todo aquello para sobresalir del resto. Tal fue el caso de “Bufarra –carne a la parrilla-“. Desde el mismo título, planta bandera al alejarse a la sensiblería almibarada tan cara a cierto teatro vernáculo. En el marco de un asado, Vicente prepara la carne para recibir a Silvio, un viejo amigo que acaba de salir de prisión, acusado de “bufarra”. Será en este punto donde empieza a desarrollarse el excelente texto creado por Eugenio Soto. Pocas puestas lograron tal contundencia para tocar temas como la pedofilia con una comedia negra que mantiene al espectador sentado en el borde de su asiento. Tan ponzoñosa como necesaria, logra poner el dedo en las –demasiadas- llagas que tiene una sociedad en relación a la construcción de las identidades de los individuos, sus elecciones y, por sobre todo, a la violencia física y simbólica contra los niños asi como todo aquél que no responda a ciertos cánones, en una sociedad cada vez menos inclusiva.

A principios de abril, se estrenó una de las mejores obras del año, como “Todas las cosas del mundo”, el excelente retorno de Ruben Szuchmacher a la dirección con un gran texto de Diego Manso, con grandes actuaciones. Una historia riquísima en la que los deseos y realidades será un punto fundamental en la que, parafraseando a una vieja ronda, “cada cual atiende a su juego. Y el que no, una prenda tendrá”. Es menester destacar el cuidadoso uso del lenguaje que puede ir desde lo más chabacano al amor más puro y sincero, sin escalas. Cada palabra y cada silencio están en su justo lugar, con intérpretes acordes. La iluminación y la escenografía aportan desde la sutileza y la precisión quirúrgica de los momentos que lo requieren, para la creación de sentido. Una puesta en la que el todo más que la suma de las partes.

Al poco tiempo, “Nerium Park” dice “presente” en Timbre 4. Una pareja bien constituida y el deseo de ser parte/aceptada de la sociedad occidental y urbana en la que vivimos. Pero ¿qué pasa cuando el axioma de “pertenecer tiene sus privilegios” se resquebraja? El texto pone en duda los límites del amor entre ambos al tiempo que aborda problemáticas de las cuales es muy difícil salir si no se pone en duda algunos de los basamentos de la sociedad moderna, con palabras como “ética” y “moral” metiéndose en el medio. Así, se puede linkear con alguna cuestión política en tanto ambos componentes de la pareja representarían hasta dos modelos contrapuestos.
Después le tocó el turno a “La Fundación”, con la alta dupla de Susana Torres Molina-Héctor Levy-Daniel en dramaturgia y dirección, respectivamente. El excelente texto pergeñado por STM se ubica en plena Dictadura con el deseo de Marta y Pedro por ser padres. Por tal motivo, acuden a una “fundación” que les puede brindar lo que ellos tanto desean. Torres Molina juega con las palabras y el sentido de las mismas en relación directa con toda aquella crianza que se ha tenido a través del tiempo y debe resignificarse por el devenir histórico. Cada frase es una trampa al inconsciente colectivo que dispara el “esto ya lo escuché”, “me lo dijeron”, logrando un fuerte impacto en cada uno de los espectadores. La vida como “mercancía” y padres como “propietarios”, con el solo propósito de llevar a cabo designios funestos. La dirección de Héctor Levy-Daniel es excelentemente precisa en cada uno de los requerimientos del texto al que dota de un dinamismo tan atrapante como armónico.

«Tarascones». Las que ladran y muerden.

A mediados de año, otra de las gemas del 2016 sal a la luz. Fue el turno de “Tarascones” en el Teatro Cervantes. Estela dice que hubo un asesinato y que ella, al igual que sus amigas Marta, Zulma y Raquel -propietaria de la casa y mandamás de una fundación dedicada a cuidar perros-, van a hacer justicia por el crimen acontecido. Este es el puntapié inicial con el que se inicia el gran texto de Gonzalo Demaría, dando comienzo a una puesta de desbordante energía basada en la mordacidad, la parodia y la ironía. Escrito en verso, el texto logra una riqueza diferente, expandiendo el lenguaje. La sabia dirección del prestigioso Ciro Zorzoli y un póker de grandes actrices, son fundamentales para la excelencia de la puesta. “Tarascones” propone una risa tan estentórea como reflexiva con respecto a vivencias bien reconocibles para quien busque dar un paso más adelante en el deleite de una de las imperdibles del año.


Paralelamente, empieza a dar que hablar “La Denuncia” en el Teatro del Pueblo. La frondosa creatividad de Rafael Bruza le permitió crear una dramaturgia impecable a partir de una historia real basada en una denuncia acontecida en 1909, en la que una mujer de nombre Angélica Solores se presentó en la comisaría para hacer una denuncia contra Bonifacio Estrella, su ex marido. El motivo de la misma fue que embarazó a su hija mayor para después escaparse con la menor de las niñas, de quince años. De más está decir que, al día de hoy, lo que propone “La Denuncia” sería insostenible por los cargos que afrontaría el acusado pero será la forma en que Bruza toma el hecho para convertirlo en una puesta hilarante de principio a fín, se destaca del primer momento. Se parte que es todo una construcción teatral desde el momento en que se ve todo, inclusive lo que sería el camarín. El humor mantiene la picardía, con fuertes guiños con el público. Por lo dicho, el tono de comedia está bien marcado desde el principio, como para atajar cualquier tipo de acusación de banalizar el tema de la igualdad de géneros. Más allá de la crudeza del hecho del cual se parte, “La denuncia” es de esas puestas que, amén de la excelente comedia que es, tiene diversas aristas a descubrir.


«La Denuncia». Más allá de la Ley.

En agosto, Marcelo Savignone cerró su trilogía chejoviana con el estreno de “Mis tres hermanas. Sombras y reflejo” en la que ubicó a este clásico del gran maestro ruso en plena dictadura argentina con resultados absolutamente satisfactorios. Serán estas hermanas las que, a través del tiempo, se den cuenta que los mandatos y lo deseado –contrapuestos ambos- dieron lugar a rencores de diversa índole. Todo sin perder de vista un contexto político de sufrimiento y muerte que se hace presente pero de maneras tan sutiles como contundentes.

Dentro de lo visto en el año, los musicales no podían estar ausentes por lo que destacaremos tres puestas de alta calidad tal como “Amar, temer, partir”, “Rufianes” y “Arrabal Salvaje”. En la primera, el cuerpo de cuatro mujeres se relaciona a través de la danza, la música y las palabras con diversos espacios y situaciones en diferentes momentos de su cotidianeidad. Cada una tendrá su lugar, recortando en un escenario tan grande como excelentemente aprovechado. El tiempo que trasciende a todos y como se va resignificando en su devenir a través de la creación de momentos muy bien creados por una poética musical de calidad. Los tres verbos del título crean una dramaturgia etérea que servirá para montar las escenas en las que se desarrollará la puesta. “Amar, temer, partir” es de esas puestas que mixturan virtuosísimo y sensibilidad al tiempo que, más de uno, se irá con una sonrisa cómplice o reflexiva sobre lo visto…..además, de unas ganas locas de bailar.
En el caso de “Rufianes”, una gran historia ambientada en los años 30, que va de la mano de mafiosos e inmigrantes. Amores prohibidos, trabajos clandestinos y los códigos más bajos, donde la lealtad y el deber son valores tan intercambiables como serios de acuerdo a quien los sostenga. Con un gran elenco, voces y texto en alto nivel, fue una de las mejores propuestas del año. Desde aquí, creemos que merecería una mejor consideración de la que mereció (más allá de los premios obtenidos) que va más allá de la etiqueta “off” que condiciona a muchas puestas que pasan por arriba a nivel calidad a las “consagradas” de la calle Corrientes.
Para el final, la excelente “Arrabal salvaje” en la que Andrea Castelli concibió una puesta absolutamente deliciosa a partir de una lectura pormenorizada y sensible de la obra del Tata Cedrón, de la que seleccionó 25 temas. “Arrabal salvaje” es un todo de música y teatro que va más allá de una puesta de calidad, para convertirse en un acto de justicia y un reconocimiento a un grande de nuestra música.

«Campo minado». Revisitar Malvinas con seriedad y sensibilidad.

Para el final, dejamos tres puestas tan inquietantes como atrapantes. En lo que fue el Festival de Dramaturgia Europa-América, se destacaron obras como “No daré hijos, daré versos” pero principalmente “Pieza plástica” en la que cada uno de los personajes se presenta uno por uno abriendo el juego a un texto avasallante. De esta manera, se  desarrolló una puesta violenta y corrosiva con una ácida crítica al modelo familiar del siglo XXI. El replanteo con respecto a la conciencia de la clase media se extiende a cuestiones ligadas con la moral, la responsabilidad a un nivel macro como a la relación con el sexo que tienen.
Dentro del marco Invocaciones del Centro Cultural San Martín, “Pasolini” fue de esas puestas que dividen aguas al tiempo que requiere de una creatividad a toda prueba como la de Matias Feldman para llevar adelante semejante proyecto. Creó una puesta tan compleja como hibrida (y dicho este tono positivo) en la que la pasión y la concepción del mundo del gran director italiano llega a un buen puerto. Pero este mundo pasoliniano será de variadas aristas que abarcará los medios de comunicación, la familia, la burguesía y un futuro consumista y neoliberal, pero con las Meninas de por medio.

Para cerrar el año, “Campo minado” fue una puesta ineludible. La Guerra de Malvinas volvió a los escenarios porteños, a través de la nueva -y conmovedora- creación de Lola Arias que pone sobre tablas a seis ex combatientes de dicha guerra. La particularidad era que tres eran argentinos (Marcelo Vallejo, Rubén Otero y Gabriel Sagamuste) y tres, británicos (Lou Armour, David Jackson y Sukrim Rai –nepalés de origen pero servidor de la Corona Británica al ser uno de los temidos “gurkas”). La puesta en sí, era interactiva y abarcativa en todo el sentido de la palabra. Música en vivo, teatro, imágenes, que conformaron una creación de sentido absolutamente poderosa e impactante. Una puesta imperdible donde los hechos se tomaron como tales y se los describió en el marco de una obra de teatro sin banalizarlos. Por el contrario, los acercó al público sin caer en discursos patrioteros o didácticos.

Próximamente, continuaremos con lo mejor del 2016 en actores, actrices y apostillas varias…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio