Messi es mejor que Shakespeare.

Tras la obtención de la tercera Copa del Mundo de fútbol por parte de la Selección Argentina, los homenajes explotaron desde el corazón de cada uno de quienes amamos el fútbol.
En esta línea se encuentra el siguiente texto del director de teatro y dramaturgo Martín Ortíz que cruza a Lionel Messi con el mismísimo William Shakespeare. Es más, lo pone al rosarino por encima del escritor británico.
 
Por Martín Ortíz.

Montaje de fotos: Violeta Ortiz Laski
 

Mucho antes de hacer teatro, jugué al futbol.
 
En la secundaria teníamos un equipo casi imbatible, Los Caimanes Sangrientos (sobreactuaciones de la adolescencia). Soldini era algo así como nuestro Messi que hacía mejores a todos los que jugábamos con él. A mí me hizo el goleador que jamás volví a ser, llevándome a cometer el pecado de creer que lo era y procurar seguir jugando de 9 cuando tenía que jugar de 4.
 
Mucho tiempo después, sin dejar de jugar al fútbol, empecé a hacer teatro. No había un actor Messi en quien referenciarse. Hubo un autor-Messi. Leer por primera vez Hamlet fue como la vez que vi, en directo, el gol de Diego a los ingleses. El de la apilada. Aunque el gol con la mano también tenga mucho de teatral, de hacernos creer a todos que fue hecho con la cabeza. Una mentira perfectamente construida como en el mismo teatro.
 
Haciendo aprendí que el teatro es, como el fútbol, un arte colectivo. El Director no es muy diferente a un Director Técnico y un elenco, con sus particularidades, no es muy distinto a un plantel. Actores y actrices jugamos un mismo partido del mismo juego cada semana o varias veces por semana con escasas variaciones cada día. Los planteles juegan un partido distinto cada semana o cada 3 o 4 días. Los Directores y los Técnicos, entre semana, volvemos al trabajo para intentar que ese equipo juegue mejor el próximo partido.
 
Cuanto más jugás al fútbol o hacés teatro, más te das cuenta de que está bueno jugar con buenos jugadores y jugadoras pero que mucho mejor es jugar con personas que se entreguen con pasión y sin temor en cada partido, personas que no especulan cuando se meten con un monólogo o se tiran al piso a robar la pelota del delantero. Te vas dando cuenta de que todo sale bien con gente talentosa pero mucho mejor con gente querida; que una banda de amigos que se quieren y se apoyan se hacen mejores jugadores pateando para el mismo lado y que un elenco de reclutados por un sueldo  termina jugando a media máquina un juego que, quizás, poco les gusta. Por eso hago teatro con gente talentosa y que quiero.
 
El fútbol y el teatro son artes efímeros; artes que pueden verse en video pero nunca vuelven a ser lo mismo. Las emociones del presente se disuelven y se pierden cuando vemos, en una pantalla, a esos planteles y elencos jugar el partido que jugaron ayer. El presente siempre es distinto. Así como un actor no hace dos veces el mismo Hamlet, un jugador no juega dos veces igual contra otro equipo.
 

Sin embargo, el fútbol tiene una desventaja trágica: sus intérpretes también son efímeros, individual y colectivamente. Los actores, actrices y directores podemos desarrollar nuestro arte, año tras año, día tras día, hasta nuestra vejez, si la lucidez y el cuerpo no nos abandonan. Los jugadores y jugadoras de futbol, no. Si el cuerpo no los abandona pueden jugar hasta los 40 y, aun así, con una plenitud que va decayendo con el paso del tiempo. Messi vivirá hasta los 90 pero su magia de artista del futbol solo permanecerá en el recuerdo de quienes lo vimos y en los videos de sus años gloriosos aunque éstos no provocarán nunca las emociones que vivimos en aquel presente.
 
Si somos autores de teatro tendremos la esperanza de que, más allá de nuestra muerte, algún elenco quiera hacer alguna obra nuestra. Los autores podemos aspirar a esa extensión ilusoria de nuestra vida.
 
Los directores podemos guardar la esperanza de que, antes del fin, logremos hacer una obra de Shakespeare digna del genio del Bardo. Podemos aspirar a que digan “mirá el Shakespeare que se mandó este.”
 
Otra cosa es el futbol. Otra cosa es Messi.
 
En nuestra vida útil deportiva podemos intentar, vanamente, parecernos a él, hacer alguna de sus maravillas. Acaso logremos una sola en un instante azaroso; pero jamás podremos, como él, hacer en cada partido maravillas distintas o algunas genialidades parecidas que repite como si las hubiera ensayado; mucho menos lo lograremos durante dos décadas ininterrumpidas.
Shakespeare nos dejó obras que podemos llegar a hacer muy bien.
 
Messi nos deja una obra inimitable e irrepetible.
 
Messi es mejor que Shakespeare.


1 comentario en “Messi es mejor que Shakespeare.”

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