En el rubro de las actuaciones femeninas, siempre hay una buena cantidad de talento que merece destacarse. El número y la cantidad de trabajos de calidad mantiene un nivel que es marca registrada de nuestro teatro.
Lorena Szekely en “La noche se está muriendo” creó una Margarita Xirgu única. Sensibilidad en su justa medida para una personalidad desbordante, que dialoga con Federico García Lorca. Cada palabra, cada silencio que realiza Szekely en la composición de una mujer tan compleja y rica en sus matices, dan cuenta de su calidad. Un 2022 que también la tuvo en “Pajarita”, esa particularísima versión de “300 millones” de Roberto Arlt (ganó los Premios ACE a Mejor espectáculo alternativo y Mejor Actor, con nominaciones a Mejor dirección y Mejor actriz) y un breve retorno de su siempre vigente unipersonal “Alma”.
Dentro de la coralidad que atraviesa a “Pero estas del otro lado”, Lucía Rivarola brilla con luz propia en ese regimiento femenino militar, de armas tomar. Rivarola es la reserva “sensible” de ese combo que expone el marco de una guerra que “habilitaría” que algunas normas de conducta puedan “dejarse de lado” con los excesos que conlleva. Cada una de las combatientes tiene sus propias “ambiciones” y deseos –así como la prescripción de los mismos-, en algunos casos de dudoso pero siempre “cumpliendo órdenes”. Al fin y al cabo, es lo que hay que hacer, ¿no? El impacto es aún mayor cuando se percibe que se trasciende al ejército -de por sí, importantísima entidad de represión- para ubicarse en algo más cotidiano como un trabajo en relación de dependencia, base de pertenencia de los individuos en una sociedad “moderna”. Es allí donde la soldada 5 (Rivarola) toma por asalto a los espectadores.
En esa creación constante de humor y sentido llamada “Der Kleine Führer”, Jazmín Diz crea un personaje impactante como la “fraulein Hanna”. La visceralidad de esta mujer en pos de lograr su objetivo de tener al niño Adolfo como líder futuro, es inquietante. Una presencia escénica que shockea y causa tanto miedo como sorpresa.
Dos puestas que habíamos destacado en la nota pasada fueron “No tengo tiempo” y “En este mundo loco, en esta noche brillante”. Ambas fueron gemas surgidas de una prosa excelsa, la primera de María Pía López y la segunda, de Silvia Gómez.
En la primera, la dupla actoral compuesta por Carolina Guevara y Leticia Torres es arrolladora. Dos actrices de probada trayectoria y talento bien conocido, encaraban una puesta de múltiples capas de interpretación, con un humor que apelaba a la media sonrisa sarcástica.
En cambio, en el segundo caso, Daniela Flombaum y Carolina Saade conforman una pareja de polos opuestos que están en el mismo lugar pero se repelen en similar medida de acuerdo a como el texto lleve la situación de abuso que las atraviesa. Actuaciones sentidas con personajes muy bien construidos, que ambas desarrollan con precisión. Ni hablar cuando cantan. Logran que el tiempo se detenga y las miradas y corazones se posen en sus voces.
En la primera, la dupla actoral compuesta por Carolina Guevara y Leticia Torres es arrolladora. Dos actrices de probada trayectoria y talento bien conocido, encaraban una puesta de múltiples capas de interpretación, con un humor que apelaba a la media sonrisa sarcástica.
En cambio, en el segundo caso, Daniela Flombaum y Carolina Saade conforman una pareja de polos opuestos que están en el mismo lugar pero se repelen en similar medida de acuerdo a como el texto lleve la situación de abuso que las atraviesa. Actuaciones sentidas con personajes muy bien construidos, que ambas desarrollan con precisión. Ni hablar cuando cantan. Logran que el tiempo se detenga y las miradas y corazones se posen en sus voces.
La actuación de Raquel Ameri (actriz de probada trayectoria y muy buenos trabajos como la primera y combativa versión de “Mujeres en el Baño”, “Lisboa” y la gran “Millones de segundos”) es brillante en “Rota”, constituyéndose en el cuerpo, alma y corazón de ese mundo de cruda y triste realidad. Lleva adelante un personaje difícil (madre de femicida), que requiere una precisa dosis de sensibilidad y fortaleza. Desde ese lugar, Ameri interpela a la platea acerca de su estado y exige seriedad al respecto. Cada palabra que sale de su boca abre el debate así como un replanteo acerca de su situación, no apto para quienes enarbolan el “sentido común” como “fuente de toda razón y justicia” y una incontinencia verbal que no respeta ningún tipo de lógica y argumentación.
Del otro lado de la moneda respecto de la temática de violencia de género, tenemos a Laura Névole en “Como vaca que mira el tren” e Irina Alonso en “La mudita”. Con la primera, vemos a una mujer ubicada detrás de una reja y su necesidad de visibilizar una situación tensa y oscura. Una rutina de agresividad permanente en la que Névole potencia el texto de Natalia Villamil con cada gesto, cada silencio seguido por un tono de voz que denota tensión interna junto con la creación de un personaje que vive siendo testigo de su propia existencia. Una pasividad y apatía que se alimenta de excusas varias hasta que llega el momento de la verdad. Névole potencia el axioma “menos es más”, con la calidad interpretativa que la caracteriza.
En el caso de “La mudita”, todo gira en torno a la historia de Inés, una mujer que se encuentra aturdida por una vida complicada en su relación con los hombres. Un persistente silencio la acompaña frente a diversos hechos, esperando a que pasen lo más rápido posible junto con un “deber ser” por demás marcado en su ADN. Con una actuación tan sensible como atrapante, Irina Alonso lleva a escena la historia de su tía abuela, de la que se enteró a cuentagotas. Tal como ocurre con esos secretos que se cierran con candados, más aún si implican un posicionamiento frente a una situación de violencia de género.
En “La que limpia”, se cambia el ángulo del trabajo que se lleva a cabo, apreciable desde el mismo título de la obra. Laura va de casa en casa, recorriendo geografías y coyunturas varias para mantener cada casa en condiciones de absoluta limpieza. Inspirada en “Manual para mujeres de la limpieza” de Lucía Berlin, la dupla compuesta por Mariana del Pozo y Lali Fischer llevaron a cabo la dramaturgia mientras que Del Pozo la actuó y Fischer la dirigió. La actuación de Del Pozo es cautivante. Es el mix exacto entre la necesidad de ser fuerte frente a un contexto que exige una fortaleza pero está brotado de debilidades de diversa índole.
Ambas puestas conforman, desde sus propuestas, un dique de la emocionalidad a punto de implosionar sin que las esquirlas salgan del cuerpo, con todas las consecuencias que puede tener. Es ahí cuando aparece la risa incomoda como forma de evadir un golpe de feroz y certera realidad.
Esa risa será la que tenga como estandarte Verónica Pelaccini en “El bien”. Su Guadalupe es una mujer de este 2023. Profesional, trabajadora, bella y madre con múltiples ocupaciones que intenta llevar a cabo pero todo lo que se posterga termina siendo una bomba con un sonoro tic-tac de fondo. Es lo que los mandatos logran cuando solo son eso, sin brindar alguna compensación realmente beneficiosa como para soportarlo. Con una actuación tan precisa como delicada, Pelaccini vive un mundo de sensaciones que suben y bajan como una montaña rusa. Una Guada que se ve envuelta en una vorágine que la sobrepasa tanto como la atrae, cortesía del aburrimiento que implica el respeto de las normas sociales. ¿A cuántas Guadas conocemos? ¿O seremos nosotros mismos así?