Nadie sabía que, allá lejos y hace tiempo, un 30 de enero de 1969, el sonido de puro rock que inundó el cielo londinense, de la calle Saville Row 3, sería la última vez que John Lennon, Paul Mc Cartney, George Harrison y Ringo Starr compartirían un escenario, juntos. Hacemos el detalle de los nombres de los músicos porque, en ese momento, la institución denominada “Beatles” estaba en ruinas.
Las desavenencias entre los músicos que surgieron y se profundizaron durante la grabación del excelente “Album Blanco”, parecían no tener fín. La dupla compositiva más importante de la música popular de la segunda parte del siglo XX tenía diferentes puntos de vista respecto a cómo seguir con la banda. Mientras John Lennon tenía sus propias ideas acerca de la música e incluso, a nivel político, Paul Mc Cartney quería que la banda volviese al ruedo, a presentarse en vivo. La decisión de solo grabar en estudios, le daba cierto “complejo de culpa” respecto a la relación con el público. Iba a ser una “única actuación”, sin hacer mención al respecto. Lennon y principalmente, George Harrison, se resistían a esta idea. A Harrison, el solo recuerdo de la “beatlemania” lo sacaba de quicio. Además, ya estaba realizando composiciones que estaban a la altura de las de Lennon-Mc Cartney, por más que estos dos, de alguna manera, lo ninguneaban.
Asi las cosas, como solución de compromiso, quedaron en realizar un documental el cual reflejase la forma en que realizaban un disco y un eventual concierto para presentarlo. Paul decía que quería ser “honesto” con el material por lo cual se los vería a ellos componiendo y tocando, sin ningún artificio de estudio. Se lo iba a llamar “Get back” como una vuelta a las raíces del grupo. Uno de los problemas fue cuando el bajista adoptó el rol de maestro de clase, ejerciendo el liderazgo del proyecto. Otro factor que también contribuía al estado de beligerancia de la banda era la presencia de Yoko Ono que, a diferencia de otras esposas/novias Beatle, se metía en el estudio y hasta, en ocasiones, opinaba.
La filmación, dirigida por Michael Lindsay Hogg, -hijo de Orson Welles y realizador de los cortos de “Hey Jude/Revolution” y el “Rock and Roll Circus” de los Rolling Stones, en el cual había participado John Lennon, como invitado – se inició el 2 de enero de 1969, en los estudios de Twickenham. Pero el proceso no venía todo lo bien que se esperaba. Estaban fuera de tiempo en las sesiones ya que hacía mucho que se habían convertido en una “banda de estudio”. El 29 de agosto de 1966, día de su último concierto en San Francisco, quedaba tan lejano como la misma ciudad norteamericana. Volvían a repasar viejos clásicos del rock and roll que habían formado parte de su primer repertorio y de la época de Hamburgo, asi como mostraban algunas canciones nuevas. Nada terminaba de convencerlos. En ocasiones, la magia volvía a hacerse presente. Tal era el caso en el que John y Paul arremetían con “Two of us” o cuando George arremetía con su “I, me, mine”, tema con formato de vals que la cámara tomó a John y Yoko bailando.
Igualmente, el clima entre ellos era gélido y tenso. La cámara de Lindsay-Hogg captó una discusión entre Paul y George en la que, el guitarrista dice “Oye, siempre me estás diciendo como tocar. Es más, si querés, no toco. Haré lo que sea para complacerte”. Corte y promesa de Mc Cartney de no molestar ni querer enseñarle a tocar la guitarra a George.
Los estudios de Twickenham no reunían lo que se requería por lo que se mudaron a los sótanos de Apple. Se lo invitó al tecladista Billy Preston a forma parte de las sesiones lo cual trajo un poco de aire fresco a las sesiones de filmación. Pero….quedaba el interrogante de donde iban a brindar el tan mentado concierto. Se dijo en un anfiteatro de Tunez o en Los Ángeles, ideas vetadas por George por considerarlas “chifladas y caras”. Después, la idea era hacerlo en un trasatlántico y nuevamente George dijo que no porque “las condiciones acústicas serían imposibles”. Como no podía ser de otra manera, la ironía de John se metió en el medio para decir “se me está ocurriendo la idea de grabar en un asilo”.
Nadie sabía que la solución estaba en el mismo edificio donde se estaba haciendo todo. Así las cosas, subieron a la terraza de Apple sin saber que iba a ser la última vez que los cuatro iban a compartir un mismo escenario. Paul, con su bajo Hofner y su look de profesor universitario, John con un tapado de piel que era de Yoko, los jeans verdes de George -con estreno de guitarra Telecaster para la ocasión- y el impermeable rojo de Ringo, propiedad de su esposa Maureen. Esa era la postal de un concierto que, a la postre, sería único e irrepetible. El viento se hacía presente de manera feroz. Un cigarrillo entre canción viene bien para combatir el frío. Hicieron cinco temas con algunas repeticiones, “Get back”, “Don’t let me down”, “I’ve got a feeling”, “One after 909” y “Dig a pony”.
El pésimamente traducido “Toma revancha” contaba con John, desde su mítica Epiphone Casino amarilla, como guitarra solista, intercambiando los roles históricos con George. Un –a la postre- clásico de John como “Don’t let me down” –que reflejaba su estado de ánimo con la banda, se mezclaba con ese blues tan particular y de excelente factura como “Dig a pony”. Reflotaron un viejo tema de los primeros tiempos como “One after 909” que relataba la forma en que los niños John y Paul se rateaban del colegio. El contrapunto de “I’ve got a feeling” mostraba a los dos líderes creativas del cuarteto en los lugares diferentes que los llevó la vida.
La gente no podía creer lo que escuchaba. Puro rock and roll cruzando el cielo de Londres en pleno invierno. En la filmación se puede ver la sorpresa de los transeúntes. Algunos inclusive, subiéndose a algunos edificios para ver que estaba ocurriendo. Sin querer, iban a ser testigos de un momento histórico. Era la última “travesura” del grupo más importante de la historia. La última jugarreta de quienes cambiaron todo.
Cuando iban a realizar la segunda versión de “Get back”, llegó la policía para poner fin al show. Alguna llamada quejándose por los “ruidos molestos” (lo cual denota que hubo “garcas” en todas las épocas y de todas las nacionalidades) hizo que la yuta se hiciese presente en el 3 de Saville Row. El sonido continuo del inodoro para que se vaya algún tipo de sustancia prohibida retrasó un poco la apertura de la puerta. Como siempre, los agentes del tan sobredimensionado “orden”, en la vereda opuesta de lo bello. Nadie recordará con simpatía el nombre del oficial que golpeó la puerta de Apple para pedir que termine el concierto pero todos saben de memoria quienes brindaron tanta música al mundo. Al fín y al cabo, fue la primera banda que se sabía quiénes eran, con solo mencionar sus nombres de pila. Pero no fue suficiente. Mientras las guitarras se silenciaron un momento, Paul seguía al bajo cantando su tema que, iba a ser el título del documental. Es más, hasta improvisó en alguna parte de la letra. Se sumaron las seis cuerdas de John y George para terminar a pleno, no exenta de melancólica bronca por lo que iba a venir.
Se terminó el concierto y la ironía de John le puso el broche final a todo. “Quiero darles las gracias en nombre del grupo y mio propio. Espero que hayamos pasado bien la prueba”, dijo sin pelos en la lengua.
Después el proyecto cambió de nombre a “Let it be”, cajonéandose hasta 1970, momento en que vería la luz siendo el último disco de los Beatles en editarse pero no en grabarse. En el transcurso del 69, se juntarían para grabar “Abbey Road”. La película “Let it be” se estrenó el 20 de mayo de 1970 en Londres y en Liverpool. Al mes siguiente, comunicado mediante, los Beatles pasaban a la inmortalidad, con rasgos de mito y leyenda.
Pero no nos vayamos de tema. Este recital –el famoso “concierto de la terraza”- ocurrió un 30 de enero de 1969. Un show inolvidable cuya idea fue retomada en formato de homenaje desde los Simpson hasta Attaque 77. Inclusive, Paul tocó arriba del Ed Sullivan Theatre en Manhattan, en el 2009 o en la estación Grand Central de Nueva York, justo en frente de la entrada por la calle 42.
Pasaron ya 50 años de un concierto del cual se sigue hablando y escribiendo, pero aún más, escuchándose esas canciones maravillosas que serían las últimas interpretadas de manera conjunta por la banda más importante de la historia. ¡Yeah!