Cecilia Grierson, vivir para curar

El proyecto de vacuna argentina contra el Covid-19 que se encuentra en etapa de desarrollo preclínica, lleva su nombre. Precursora en la inserción de las mujeres en el campo de la medicina, Cecilia Grierson fue la primera médica que tuvo nuestro país. Aquí, recordamos su historia.

Suele escribirse historias de héroes y heroínas de capa y espada o superpoderes que

pueden salvar a la humanidad. La ciencia ficción ha creado muchos en esta línea. La realidad tiene a sus propios ases, con mucha menos prensa pero un caudal mayor de sabiduría e influencia en la sociedad. De hecho, gracias a que la vacuna contra el covid-19 lleva su nombre, se visibilizó la obra de la doctora Cecilia Grierson. 

Hija de inmigrantes escoceses que llegaron a estas tierras en busca de un destino mejor. nació un 22 de noviembre de 1859 en Buenos Aires. Pasó los primeros años de su infancia en Uruguay y en la provincia de Entre Ríos. A los seis años, la mandan a estudiar a Buenos Aires. Al ser la mayor de seis hermanos, las responsabilidades estaban a la orden del día. No obstante, el hecho de ser mujer también le cerraba algunas puertas, tal como lo vería a través del tiempo.
Tenía doce años cuando se produce la muerte de su padre, John Parish Robertson Grierson, debiendo ayudar a su madre en la crianza de sus hermanos menores. Para los catorce años, empezó a ejercer la docencia en la estancia de su padre. No había maestros por lo que, con su talento y su carácter a prueba de desafíos, llevó a cabo la tarea convirtiéndose en una maestra rural.
Se trasladó a Buenos Aires para estudiar en la Escuela Normal de Señoritas de Buenos Aires, diplomándose de maestra a los diecinueve años. Para solventar sus estudios, comenzó a trabajar como institutriz. Recordando esos tiempos, dijo que “en aquel entonces se juzgaba la edad, y quizá el conocimiento, por el largo de la pollera”, algo que no ha cambiado demasiado al día de hoy, machismo de por medio. Corría el año 1878
 
Como suele ocurrir en la vida de las personas, hay hechos que son fundamentales en el desarrollo de los individuos. Cuando la docencia parecía ser su camino, Amalia, una amiga suya enferma en sus vías respiratorias por lo que Cecilia decide buscar la cura a la tuberculosis que la aqueja. Para tal fin decide estudiar medicina, carrera destinada solo para los hombres. Sin saberlo, esa decisión no solo cambiaría su vida sino la de muchas mujeres del país ¡y del continente!
La carrera estaba destinada solo para hombres no porque hubiese una “prohibición” para las mujeres. El mecanismo era más sutil al respecto. Había una triquiñuela que consistía en que había un requisito indispensable a cumplir que era tener aprobada la materia del idioma “latín”. El problema es que la misma se daba solo en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde solo cursaban varones.
No obstante, logra ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires con veintitrés años. Pero no se conformó solo con eso. Su espíritu curioso en pos del conocimiento y la educación, no exento de tenacidad la iba a llevar a fundar, siendo todavía estudiante, la primera Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino, entidad que dirigió hasta 1913.
En 1889, tras seis años de estudio y de haber sufrido las descalificaciones de profesores y compañeros de la facultad, se recibe de médica, con veintinueve años. No solo fue la primera médica graduada sino la primera argentina universitaria. Mientras cursa sus estudios, es ayudante del Laboratorio de Histología. Realizó sus prácticas médicas como Practicante Interna del Hospital Escuela Buenos Aires, bajo la dirección de Juan B. Justo y en 1888 fue nombrada practicante menor del Hospital de Mujeres (actual Rivadavia). La tesis doctoral, con la cual obtendría su título, era “Histerio-ovarotomías ejecutadas en el Hospital de Mujeres, desde 1883 a 1889”. Tras recibirse, se incorpora al Hospital San Roque (hoy Ramos Mejía), siendo su especialidad la Ginecología y Obstetricia.
 
De buen carácter y con una noción profunda del deber y la justicia, era una luchadora por los derechos de la mujer. En 1891 fue uno de los miembros fundadores de la Asociación Médica Argentina, entidad que terminaría presidiendo en 1907. Pero no sería la única institución que fundaría. La Sociedad Argentina de Primeros Auxilios y la Asociación Obstétrica Nacional de Parteras figurarán en su haber.
En 1892 ayudó en la realización de la primera cesárea que tuvo lugar en la Argentina. Cuando, en 1894, se presentó en el concurso para cubrir el cargo de profesor sustituto de la Cátedra de Obstetricia para Partera, se declara al mismo desierto, porque en aquellos tiempos las mujeres no podían aspirar a espacios para uso exclusivo de los hombres. .
 
Mujer afable y comprensiva para con sus pacientes, era un ejemplo de tesón y constancia frente al machismo imperante en la época. Fue vocal de la Comisión de Sordomudos, secretaria del Patronato de la Infancia, inspectora del Asilo Nocturno. En 1899 participó en Londres del Congreso Internacional de Mujeres, que la eligió vicepresidente. De regreso al país, en 1900 fundó el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina y más tarde la Escuela Técnica del Hogar. Fundó también el Liceo Nacional de Señoritas. Presidió el Primer Congreso de la Sociedad de Universitarias Argentinas y formó parte del grupo fundador de la Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social.
 
Su lucha por los derechos de las mujeres fue más allá de la medicina. Con el socialismo como bandera,  hizo oír sus reclamos por los derechos civiles y políticos de las mujeres y participó de los primeros congresos feministas en el país. Algunas de sus aliadas eran Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson y Julieta Lanteri-Renshaw, con quienes propuso reformar el Código Civil en pos de la igualdad de derechos. En 1910 presidió del Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina.
 
Cecilia era de esas personas que se brindaban en pos del otro, siempre con el respeto, el saber y la compresión para con el otro. En ese sentido, su sentido del deber y la transparencia acerca de los actos era piedra fundamental de su ser. En 1910 se marchó del Consejo de Mujeres -que ella misma había creado- acusando a la comisión directiva de haberse convertido en “un pequeño círculo lleno de personalismos” en el que no había imparcialidad en la asignación de los cargos al tiempo que disponía de los fondos comunes como se le cantaba.
Cuando la salud empezaba a alejarse de su cuerpo, debió afrontar la pobreza, teniendo que sobrevivir con una jubilación más que injusta, con todos los servicios que había prestado a la sociedad. Esto no impidió que donase al Consejo Nacional de Educación, su propiedad en la localidad de Los Cocos (Córdoba), donde luego se construyó la Escuela Nº 189 que lleva su nombre. Justamente residió allí hasta el 10 de abril de 1934, fecha en que pasó a engrosar la lista de mujeres imprescindibles de la historia de nuestro país.
 
Como destacamos la vida y obra de las personas, es necesario recordar a Cecilia Grierson, precursora en la lucha por los derechos de la mujer. Más aún, en tiempos actuales donde el machismo busca retrasar el reloj de la historia, amparándose en las “buenas costumbres” y la “tradición”. Cecilia Grierson es un ejemplo a visibilizar y difundir frente a todo aquello que atrasa años.

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