FIBA 2017. A modo de análisis.

“Todo concluye al fín” dice un clásico de Vox Dei, que es el puntapié inicial para dar cuenta de lo que pudimos apreciar de la onceava edición del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires) con la dirección artística del periodista e investigador Federico Irazabal.

Un Hamlet más que disfrutable a cargo de The Tiger Lillies

La información brindada a través de la gacetilla correspondiente sobre los resultados del Festival brinda el detalle que más de 50.000 personas disfrutaron de la presente edición, con 65 espectáculos en 38 sedes durante 17 días. También mira hacia el futuro al ponerle fecha a su próxima edición, en febrero de 2019, nuevamente con la dirección artística de Irazabal. Antes de continuar, le agradezco a mi colega SXA que me hizo llegar la gacetilla mencionada. Parece que los envíos a mi casilla de correo son comparables en destino y velocidad a los tanques del general Alais.


Retomamos. Esto es lo que se informa y se tiene como conclusión final. Analicemos al respecto. Irazabal planteó nuevas ideas y propuestas que vayan más allá del teatro. Había declarado en su momento, en una entrevista al diario La Nación que “no quería sólo obras en salas y sí apostar a la experiencia en sí misma”. Dicho y hecho. Una obra de doce horas como “2666” o la posibilidad de llevar puestas a la calle (“Remote”) o barrios periféricos (“La partida”), dan cuenta de esta idea. Lo mismo ocurrió con su visión de “lo transnacional”, en tanto cruce y su perspectiva de “lo político”. Si bien “las obras que vienen no necesariamente hablen de política”, hubo un importante componente al respecto (“Nathan?!”), con una toma de decisión en la elección de las mismas.


Las puestas relacionadas con la danza contaron con su espacio, tal el caso de “In spite of wishing and wanting” y “La partida”. En las experiencias más personales, “The quiet volumen” y “Etiquette” de Ant Hampton permitieron el contacto del espectador con la expresión artística pero desde otro lugar, al ser protagonista de la misma.

«La Partida» llevó el teatro y la danza a la periferia.
Pero vayamos a algunos puntos a tener en cuenta. El caso de “La partida” fue muy destacable por llevar el teatro a los márgenes de la sociedad. Esta decisión es una apuesta al futuro de la cultura y al enriquecimiento personal y espiritual de la población. Por ende, esperaremos la realización de políticas culturales serias. La cultura es una inversión –y no un gasto- para la calidad de vida de los habitantes de una ciudad o un país. Tenemos entendido que “La velocidad de la luz” tuvo muy buena repercusión tanto de crítica como de público. Nos hubiese encantado ir pero no tuvimos cupo….

Con “Nathan!?”, se dio una situación muy especial. Si bien era una las puestas que mayor expectativa despertaba (texto de Lessing –su fé en el Hombre- intervenido por uno de Elfride Jelinek –ponzoñosa y pesimista-), una buena cantidad del público de la función que nos tocó presenciar, se retiró. Los juicios de valor con respecto a lo visto fueron elocuentes. Desde nuestro lugar, queremos ir más allá del “me aburrí”, “me pareció larga”, etc. Es aquí donde se hace palpable lo mencionado en los párrafos anteriores respecto a la búsqueda de “nuevos rumbos y lenguajes” con hincapié en “la experiencia”, sin poner tanto énfasis en la cuestión del “gusto”. Un deseo por demás valorable pero vale la pregunta desde que lugar se busca “abrirle la cabeza al público”. Este es un interrogante que nos deja pensando, teniendo en cuenta que ya no hay “agujas hipodérmicas” a nivel comunicacional (el individuo no es pasivo frente a los bombardeos mediáticos y culturales). Diremos que “Nathan!?” es una puesta absolutamente actual. El contexto político europeo atravesado por algunas cuestiones como la inmigración, el racismo, el terrorismo, la inclusión en retirada frente el miedo al otro y la fe en valores que, pareciera, hoy han quedado solo para los libros. ¿La sociedad argentina está tan alejada de lo que ocurre en Europa que le da la espalda a esta situación? Más aún cuando siempre se tomó a Europa como faro….Es para debatir al respecto. Pareciera que hablar de “cuestiones políticas” en el escenario le produce una urticaria a cierto espectador de teatro que, en los últimos tiempos, se ha reproducido. Como ya hemos dicho, la pasteurización de las expresiones artísticas es el contexto ideal para las sociedades desclasadas y egoístas. No vamos a repetir lo dicho por Brecht sobre el analfabeto político pero nos estamos refiriendo eso.


Paralelamente, y de manera más subrepticia y oculta, se encuentra una de las paradojas de la situación en la cual se busca abrir el teatro –el FIBA en este caso- hacia nuevos públicos pero pareciera que le cuesta salir de cierto elitismo/esnobismo que lo atraviesa que lo aleja de aquello que desea atraer.

La controvertida y conmovedora «Five easy pieces»

Como somos futboleros, nos surge la imagen de Jorge Sampaoli. Llegó con la idea de renovación y cambio –perdón amigos alfonsinistas- para clasificar a la selección argentina. El problema fue que no ganaba hasta que Lionel Messi frotó la lámpara, se puso en “modo Barcelona” y ocurrió el milagro. ¿Qué pasaba si esto no ocurría y Argentina quedaba fuera del mundial? Dicen que, de buenas intenciones está lleno el cambio al infierno.


Volviendo al tema que nos compete, ¿Cuáles eran las buenas intenciones en el FIBA? ¿Mejorar los números de la concurrencia al Festival? En ese caso, de haberse mejorado, ¿hubiera sido un festival “exitoso”? ¿Traer obras que planteen algún tipo de interrogante que saque al espectador de su lugar de confort? Ok. Es lo que ocurre pero puede pasar que, en un punto, lo rechace (amerita un estudio serio acerca de los diversos públicos que concurren al teatro) o, tal como ocurrió en otros aspectos, tampoco se enteró de lo que estaba ocurriendo en su propia ciudad.
Hete aquí un componente que, consideramos, no fue de los más destacables del Festival que fue la comunicación. En esta aseveración, vamos desde una página web que no era de las mejores en tanto a la información a disposición como la poca difusión que tuvo el FIBA en medios de comunicación. Un Festival de semejante envergadura debe contar con una política comunicacional seria al respecto, fijando sus contenidos en las diversas agendas culturales. Que vaya más allá del envío de las gacetillas y encima, pifiarle a quien se le manda la información y a quién no.


Por otra parte, en ocasiones, los portales de internet son quienes cubren los festivales con mayor fidelidad. ¿Por qué decimos esto? Porque cuentan con el espacio que no tienen los grandes medios de comunicación. Además, hay una buena cantidad de críticos y periodistas que tienen sitios web con contenidos de absoluta seriedad que, en varias ocasiones, no tienen nada que envidiar –en ese sentido- a los grandes medios.


Las acreditaciones fueron todo un tema. En algunos casos se brindaba tres acreditaciones por medio, para tres obras. Un número magro si el festival contó con 65 espectáculos. Más aún cuando hubo numerosos espacios en blanco en funciones a las cuales algunos periodistas recibieron un “no” como respuesta ya que estaba “colmada” la sala. Esto generó un malestar innecesario.

«Etiquette» y la posibilidad de protagonizar tu propia puesta

Había empezado con algunas tormentas el FIBA con las declaraciones de Irazábal y las decisiones del Comité Curatorial, temas de los cuales ya nos hemos explayado a su debido tiempo. En este sentido, estaría bueno que no se programen los mismos jurados con sus obras. Es una desprolijidad y, con los pedidos de transparencia que se solicitan en todas las esferas, ese tipo de decisiones no ayudan al respecto. Es como ser jurado de un premio y premiarse a si mismo. El que esto se haga no implica que este bien. Por el contrario, no debería ocurrir.


Lo dicho anteriormente, no quita la posibilidad de destacar el haber disfrutado de un comienzo por demás disfrutable como “Tiger Lillies perform Hamlet” hasta la segunda semana con la inquietante “Five easy pieces”. En el medio, volvemos a mencionar a “La Partida” o “Etiquette”.
También se saluda el desarrollo de las actividades complementarias del Festival que iban más allá de lo que ocurre a través del hecho teatral para abrirse a la reflexión y la indagación de diversos temas que hacen al quehacer del ambiente teatral.
Pasó la onceava edición del FIBA. Todo comienzo nuevo implica riesgo y como tal, debe enfrentarse con ganas, conocimiento y humildad. Siempre es bienvenida la búsqueda de nuevos rumbos que enriquezcan al teatro y brinden un plus en sus propuestas. Con la experiencia de los elogios obtenidos a través de estos “nuevos vientos” en la presente edición, las mejoras en la comunicación y difusión asi como el evitar las desprolijidades del comienzo del Festival, pondrán a la próxima edición con una mayor expectativa, amén de la programación que se realice.   

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