El que no libera
Dramaturgia, dirección y actuación: Elisa Carricajo y Lisandro Rodriguez. Diseño de espacio y audiovisuales: Matías Sendón. Diseño gráfico: Lisandro Rodriguez. Asistencia técnica: Lucas Ciro Bustamante. Asistencia de dirección: Manoel Hayne.
Elefante Club de Teatro. Guardia Vieja 4257. Lunes, 21 hs.
Un estudio de televisión. Él está detrás de los controles y ella, al aire. Un bombardeo de contenidos siempre atravesado por los medios de comunicación. Relaciones laborales y humanas entre quienes están parapetados en su lugar pero ojo, esto ocurre en todo tipo de actividades. No en vano la puesta se llama “Un trabajo” que puede ser cualquier trabajo. Pero en este caso, se ubicó en un set de televisión.
Un tal Marx –que no formaba parte del afamado grupo cómico- sostenía que el trabajo va más allá de su dimensión puramente económica, siendo el hombre un ser dotado de un “principio de movimiento”, que determina su impulso para la creación y la transformación de la realidad. Esta idea sobrevuela los diálogos que tienen los protagonistas.
Ellos hablan, se comunican a través de micrófonos e imágenes donde lo único que puede percibir ella es una voz y sus matices mientras que él ve todo. Pero será el contenido de esos diálogos entre toma y toma de una grabación donde radica parte del gran encanto de la obra. Lo que ellos hablan “fuera” de micrófono y lo que ella dice para el público. La forma en que la cámara transmite su imagen y lo que devuelve la pantalla que va más allá de lo que está diciendo.
Imágenes y palabras conforman una construcción total de sentido donde el horizonte de expectativa de cada espectador será puesto en jaque. Amor, soledad, costumbres, preguntas sin respuesta, el “si porque si” y habitus de variada índole juegan una partida en los cuerpos y almas de los protagonistas. Pero no es cuestión de “hacer decir a la obra lo que no dice” sino de abrir el canal de la significación a otros horizontes.
Las relaciones de trabajo, la explotación por la precariedad de los empleos son atravesadas por el ejercicio del poder a través del discurso y la palabra, mediatizado por cámaras y pantallas. Se combina con una fuerte crítica al individuo en cuanto a sus elecciones laborales en detrimento de su “gusto” o “talento” para las tareas requeridas o deseadas. Inclusive, en esos intercambios, meterá la cola el deseo a través de la posesión de la persona o la concepción de la vida poniendo a la puesta en otra dimensión a nivel de los diálogos. El trabajo no es únicamente un medio para la producción de mercancías sino un fin en sí mismo asi como es buscado y gozado de esta manera.
Será el desarrollo veloz y la repetición que propone la puesta, partes fundamentales de esa creación de sentido. Hostiga, emite, exige recepción. Pone al espectador en un lugar de atención continua a como se desarrollan los acontecimientos. Un “in your face” de ideas, valores y conceptos que se manejan en los lugares más comunes de las relaciones entre los individuos.
Elisa Carricajo está todo el tiempo en escena. Su presencia llena el espacio y brilla con luz propia en el marco de un preciso dispositivo escénico pergeñado por Matias Sendón. Un estudio tan lumínicamente oscuro como asfixiante desde una mirada externa. Casi como una celda panóptica.En cambio, Lisandro Rodriguez es el outsider de este espacio. Será quien aparezca a través de su palabra y, en contadas ocasiones, por la pantalla de video. Será la voz que inquiere y perturba. El abogado del diablo, el que molesta y ataca pero de una forma en la que radica el atractivo de la relación.
“Un trabajo” es de esas puestas para ver más de una vez porque la producción de sentido le traerá alguna nueva idea enriquecedora para seguir reflexionando y sintiendo. Es un todo sublime que incluye un texto atrapante y vigoroso junto con un dispositivo escénico y actuaciones precisas, pergeñado por dos de las figuras más inquietas e importantes de la escena del teatro independiente y que han dado pasos firmes en cine y televisión