Hay instantes que se atesoran tanto para el exterior, en tanto contar la experiencia de lo vivido, y el interior, lo que toca lo más profundo del ser. Desde ambos lugares, la presentación de Paul Mc Cartney en River, entra en la leyenda de esos momentos inolvidables. De esos que se contarán, de generación en generación. “Yo estuve ahí”.

Es más, pareciera que Paul (tal como se lo conoce y se lo llama –algo que impuso con sus tres colegas provincianos el ser reconocidos por sus nombres de pila-) era esperado como no lo había sido en sus anteriores visitas al país. Inclusive superando a la de 1993, que era su primera vez. Esta vez era diferente. Había un deseo de que el melodista más reconocido de la segunda parte de siglo XX, mitad de la dupla compositora más importante de la historia de la música popular, sea el canal en que la alegría llegue a distintos corazones.
Guardián definitivo del legado “beatle”, homenajea a su propio pasado el cual ha sentado las bases de un presente musical que le debe muchísimo a los “Cuatro de Liverpool”. Es esa luz incandescente que no para de brillar con el paso de los años. ¡Y eso que tuvieron ocho años de productividad visible! No contamos su período de Hamburgo en el cual antecedieron al punk con la conducta que tenían.
El domingo 6 de octubre fue el día de la cita con Paul. Apenas ingresamos al campo delantero, se escuchaba a un disc jockey pinchando temas para amenizar la espera. Lo destacable era que tomaba buena parte de la discografía beatle, interpretado por los ellos mismos o versiones excelentes, tal como la de Stevie Wonder y su “We can work it out”. Ya aquí hay algo para destacar. Mc Cartney es el único que pone música de su propia cosecha (o relacionada con él de manera muy cercana) en la previa de un show. Casi que “compite” consigo mismo con la comparación que se podría hacer entre el pasado y la actualidad. A Paul, esto no le importa en absoluto. El ambiente se iba cocinando a fuego lento. Suenan «Mother Nature’ son», «I’m down» o esa gema delirante que era «You know my name», que tenía a Brian Jones en saxo. También se escuchó “I’m the walrus”, “Revolution”, «Hey bulldog» o “All you need is love”, todas de John, que será la ausencia más presente del show.
Justamente por lo relatado es que consideramos que aquí es cuando empieza el recital. Todo como si fuese un enorme disco conceptual, a la vieja usanza. Por eso, cuando termina el DJ, pasan pocos minutos y se empieza a pasar un video que recrea la vida de Mc Cartney, desde niño. Fotos de gran valor histórico que tienen un justo recuerdo para imprescindibles en la carrera de los Beatles como George Martin o Brian Epstein.
Miramos el reloj mientras se desarrolla en el largo viaje fotográfico, y son las 21 h. En un flash, el mítico bajo Hofner se corporiza en las pantallas, como si fuera el medio de transporte hacia….lo que viene. Suena la parte instrumental final de “A day in the life” y se apagan las luces. De la nada, aparece Paul que saluda al estadio de esa forma tan única que tiene de ser. Sin decir palabra, se escucha ese acorde de guitarra tan característico que antecede a “A hard day’s night”. El público estalla. Rostros de felicidad se mezclan con quienes cantan de memoria la letra del clásico beatle.

Un paneo rápido por el campo da cuenta de un amplio abanico de edades. No podía ser de otra manera. Esto no será impedimento para que el fanatismo beatle ataque a todo corazón abierto a la buena música.
El repertorio tendrá algunas variaciones respecto al día anterior en River en el que abrió con “Can’t buy me love”. Todo sigue por carriles normales con temas intercalados de la maquinaria beatle, el período Wings y su producción netamente solista. Sorprende en algún punto la recepción de temas como “Junior farm” que forman parte del comienzo. “Let me roll it” ya es un clásico de Wings que incluye “Foxy lady” de Jimi Hendrix al final. El excelente trío Hot City Horns de vientos aparece en la platea en «Letting go» y participa, con coreo incluida en «Got to get you into my life», después de la potente «Drive my car».
Antes de continuar, no podemos dejar de destacar la gran banda que lo acompaña a Paul desde hace más de dos décadas. Un quinteto fabuloso que tiene Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras, Wix Wickens en teclados y Abe Laboriel Jr en batería. Ray será quien intercambie bajo con Mc Cartney cuando éste toque piano, ukelele, mandolina o guitarra. En el caso de Wickens, es el único miembro de la banda que trajo al beatle por primera vez en 1993.
Un buen punto de la “sección Liverpool” fue la inclusión de “Getting better” y “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, dos gemas del enorme “Sgt Pepper”. Con “Blackbird” retomaba el aura de su original del Album Blanco pero los viajes temporales van muy lejos. Uno, a la prehistoria de todo con el rescate de “In spite of all the danger” de The Quarrymen, banda de skiffle con la que conoció a John –y después a George- y “Love me do”, primer simple de la banda en 1962.
El recital no da respiro pero tampoco abruma. La catarata de éxitos es indetenible tanto para el fan como para quien deba darle una nueva mirada a la rica trayectoria de Mc Cartney. Sobre todo en su etapa solista que es tan vasta que puede darse el lujo de presentar solamente algunas gemas. Desde la lejana e inoxidable “Maybe I’m amazed” hasta la más reciente “Come on to me”, del muy buen “Egypt Station”, disco editado en 2018, pasando por “Nineteen Hundred and Eighty-Five”, “My Valentine” (dedicada a su esposa Nancy -presente en River- mientras se veía el video del tema que incluía a Johnny Depp y a Natalie Portman), “Dance tonight” (con coreografía de Abe Laboriel Jr incluida) o “New”, del álbum homónimo que tiene un giro más electrónico.
Entre esos gustos que se da Paul, uno para destacar es que sacó “Yesterday” de la lista de temas (¡compartimos la decisión!) y logra que temas que, quizás, no sean tan valorados como “Let’em in” o inclusive “Obladí Obladá” sean coreadas por el público –quien esto escribe incluído…-. Sobre todo, este último tema que siempre es motivo de controversia dentro del mundo de los fans sobre si es una genialidad o “música de abuelita”, tal como la criticaba el mismo Lennon. Es el vivo ejemplo de la enorme capacidad de Mc Cartney para realizar melodías pegadizas, que trascienden el tiempo convirtiéndose en un clásico indestructible, más allá de los gustos. Esto no quita que haya bandas y cantantes que darían un riñón para tener «semejante» canción en su repertorio…

Cada una de los que estuvimos allí presentes, tuvimos nuestro momento de emoción, por no decir varios. De alguna u otra manera, Paul fue parte de las infancias, adolescencias y períodos de adultez, como si el documento pudiese determinar lo que siente el corazón frente a la música. Fundamentalmente cuando dos de los hacedores han pasado a la inmortalidad. Por tal motivo, los homenajes a George (una gran versión con Paul en ukelele al inicio –tal como la había estrenado en el concierto homenaje tras el fallecimiento del guitarrista-) y a John (su “Here today” en guitarra fue conmovedor) con las pantallas de fondo acompañando, fueron puntos más que relevantes. El canto de “Ole, ole, ole, olé. Lennon, Lennon” sonó mientras Paul miraba al cielo y preguntaba “¿Estas escuchando, John’”).
Las lágrimas no pedían permiso para escaparse del globo ocular. Tampoco había deseo de reprimirlas. Más aún cuando sonó “Now and then”, tema de John que posibilitó que los Beatles vuelvan a tocar juntos, cortesía de la IA. Era un paliativo al sueño imposible de verlos juntos, nuevamente arriba de un escenario. “I’ve got a feelling” permitió ser testigo del dueto de ambos, tal como ocurrió en ese 30 de enero de 1969, en la terraza de Apple. Ahora, a diferencia del «concierto de la terraza», Paul cambia su Hofner por una colorida guitarra Les Paul, añadiendo una coda interpretada por él mismo.
Se intercalan temas de sus etapas creativas como “Jet” y “Lady Madonna” o la sorpresiva “I’ve just seen a face”, con la pantalla del fondo viajando al corazón del Cavern. Esto se repite para el cierre de la primera parte con “Band on the run” y “Get back” (con el público detonado y las imágenes de “los muchachos” grabando en Abbey Road). Tras el clásico “Let it be”, la explosiva “Live and let die” y el himno –uno de los tantos- beatle “Hey Jude”, con Paul haciendo de maestro de ceremonias del ritual del público con un coro eterno y conmovedor.
Paul se va y vuelve con la bandera argentina y la multicolor del colectivo LGBTQ. El público estalla. “¿Alguien cumple años hoy?” pregunta de manera retórica antes de despacharse con una excelente versión de “Birthday”, seguida de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Reprise)”. En ese momento, quien esto escribe pensó que se iba a quedar con las ganas de escuchar EL tema que –personalmente- más quería escuchar. Suena su punteo característico y gritamos “Yeahhhh!”. Dejamos la garganta al ritmo de “When I get to the bottom, I go back to the top of the slide/ Where I stop and I turn and I go for a ride/ Till I get to the bottom and I see you again”. Es “Helter skelter” y mi corazón saliendo por la boca a puro rock and roll. No cabemos en nuestro cuerpo de la alegría que tenemos.
El recital llega a su fín. “Golden slumbers”, “Carry that weight” y “The end” pone punto final al show. La cita final de “And in the end/The love you take/Is equal to the love you make” termina siendo una reflexión genuine a nivel personal. Tal como la misma música de los Beatles que viene desde hace más de cuarenta años y termina siendo absolutamente vigente al día de hoy.

A muchos les llamará la atención la sensibilidad de gran parte del público. No está mal exteriorizar la felicidad y la emoción de la forma que sea. No te va a restar “puntos” a tu “adultez”, ni vas a ser menos «macho». Esto, salvo que tengamos enfrente a un cascote que se ofende porque Paul sale con la bandera multicolor del colectivo LGBTQ. Como siempre decimos, al fascismo se lo combate. Esta no debe ser la excepción.
Para Paul Mc Cartney, la curiosidad no se negocia. Desde sus experimentaciones sonoras con los Beatles hasta el Liverpool Oratorium, pasando por sus coqueteos electrónicos con The Fireman, siempre estuvo indagando por otros lados. Algo similar paso con su pluma, quizás más combativa con el paso de los años. Un buen ejemplo es «Who cares», cuyo video fue realizado con esa combinación de belleza y talento que es Emma Stone. Una letra que se caga en el «que dirán» y reivindica el carácter personal de la persona.
Por lo que acabamos de mencionar, Paul Mc Cartney es una referencia absoluta para los artistas que ponen la búsqueda como motor constante de su creatividad. Bien sabida es la edad que cuenta pero su chispa constante es lo que se valora. No interesa que, con 82 años, pueda ganar el campeonato de rockeros longevos (tampoco interesa). Hacer el mismo disco durante años, termina siendo contraproducente, más allá que el colectivo denominado «público», lo siga consumiendo. Todo, en pos de mantener la vuelta constante a la juventud, con un complejo de Peter Pan exasperante, «retromanía» mediante. Paul Mc Cartney combina su pasado glorioso con la edición de material nuevo con distintos estilos.
“Hasta la próxima” dice Paul cuando se despide del público de Buenos Aires, previo a su show en Córdoba el próximo 23 de octubre. Todavía no se fue y ya estamos esperando su vuelta. En un 2024 en el que su visita fue un bálsamo de alegría, Paul Mc Cartney ratificó, por enésima vez, que es parte fundamental de la historia universal de la música popular. Ser testigo de su arte es un privilegio enorme.