Con la ayuda de su simpatía y su composición, Carla Pollacchi va llevando adelante un espectáculo sencillo (quizás, demasiado) de clown, en el que el humor sano, con una pizca mínima de ironía, es el dominante. Pollacchi demuestra su versatilidad componiendo dos personajes aunque conspira contra la resolución de los mismos la elección de los recursos mínimos. O sea, hay una idea por demás interesante pero no llega a plasmarse en su totalidad por algunas carencias que exceden a la actuación. El uso de la multimedia aporta otro color pero serviría solo para el final del espectáculo. La interrelación con el público le permite una cercanía que no invade sino que incluye en una calidez y en una dulzura que no empalaga.
Carla Pollacchi logra que el espectáculo se concentre en su figura lo cual está garantizado el buen gusto y su representación.