Carne picada (Teatro)

Entre Hamlet y Sweeney Todd

Dramaturgia y dirección: Eduardo Ruderman. Con Antonio Regueiro, Orestes Ortegano, Patricia Rey, Samantha Cairo Kanashiro, Alejandra Moreno Cortes, Omar Pinto y Deni De Biaggi. Vestuario y diseño de máscaras, de escenografía y de objetos: Maydée Arigós. Realización de escenografia: Antonio Regueiro. Redes Sociales: Alejandra Moreno Cortés. Realización de muñecos: Walter D. Lamas. Música original: Fernando Manuel Diéguez. Operación de luces: Jesús Gómez. Operación de sonido: Agustín Bordón. Artista plástico: Maydée Arigós y Florencia Svavrychevsky. Diseño De Iluminación: Jorge Merzari. Fotografía: Nikolas Kafka. Diseño gráfico: Alejandra Moreno Cortés y Maga Tassara. Asistencia de escenografía y de producción: Agustín Bordón. Asistencia general: Silvia Adorno. Asistencia de dirección: Maga Tassara. Colaboración En Edición Musical: Samantha Cairo Kanashiro.
Teatro La Rancheria. México 1152. Domingo, 19 hs.

Argentina 2019, aunque también podría ser otro momento de crisis. Inflación por las nubes y acumulación de un stock de deudas que -seguramente- serán «incobrables». Ese monstruo grande, que pisa fuerte y se mete en todos los hogares. Familia ancladas en una coyuntura de caída de ventas minorista, cierre de fábricas y desempleo. Este es el contexto que habita Cacho, humilde trabajador de un matadero, propiedad de su padre fallecido aunque su fantasma vaga por el mismo.


Como no podía ser de otra manera, la familia es un desastre y prima la codicia. Don Abel (intendente del municipio y tío) y el padre de Cacho se disputan su alma en un tira y afloje constante. Las mujeres tendrán una importante presencia en el devenir de los hechos, en tanto acompañan al protagonista en su derrotero hacia la caída del velo de la «bondad» familiar.  
En este punto, el texto es importante en las características personales de cada uno de los personajes son relevantes. Un “extremadamente bueno” Cacho lucha contra las contingencias que le pone enfrente la vida. Los momentos de quiebre a través del tiempo, lo alejan no tanto a su redención personal sino a esa necesidad de ser “alguien” para la sociedad. No en vano hay tanto hincapié en “ser un empresario” como si fuera una virtud per sé.
Por otra parte, el trabajo del matadero, la picadora de carne y la materia prima para el funcionamiento del emprendimiento establecen un vínculo con lo más “oscuro” del colectivo denominado pueblo, versión 2019, donde el egoísmo y el «todo vale» forman parte de un componente social –lamentablemente- indisoluble. Esto, sin contar como la muerte brinda un servicio al mercado. Siempre en el marco del capitalismo salvaje, propio del neoliberalismo imperante.

Más allá de las alusiones obvias a Hamlet en tanto deseo de venganza, traición familiar y búsqueda de justicia, se ubica en una actualidad fácil de reconocer. Esa división entre “nosotros” y “ellos”, (aunque ese “nosotros” le haga creer a los receptores de dicho mensaje una diferencia que no es tal) es por demás elocuente. Marginales y desclasados en los que algunos quieren subir en la escala social aunque sea a un precio muy caro. “Pertenecer tiene sus privilegios” decía la publicidad de una tarjeta de crédito pero…¿qué significa “pertenecer”? y seguidamente…¿a costa de qué?
La iluminación es fundamental en la creación de las diversas atmósferas en las que desarrollan los acontecimientos. Más aun con cierta dinámica propia del cine -área de la que proviene Eduardo Ruderman, director y dramaturgo de la puesta- en tanto el ritmo que propone la puesta en tanto corte y plano de los hechos que se suceden. Igualmente, en teatro, esta decisión debe estar aceitada para que mantenga la atención. Esto no quita que una reducción en los minutos de duración le brinde mayor contundencia a la puesta.
Las máscaras impresionan y es un recurso que, quizás, debería explotarse aún mas. Las actuaciones son correctas. Orestes Ortegano encabeza un elenco sólido a partir de la construcción de un pibe/hombre de barrio, de buenas intenciones y algunos prejuicios, que responde al nombre de Cacho.
“Carne picada” pone la lupa en esa guerra de pobres contra pobres, centrado en una familia, donde todos tienen para perder. Algunos más que otros.

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