«Del otro lado» (Teatro)

Detrás de las paredes….

Dramaturgia y Dirección: Damián Kepel. Con Teresita Rellihan, Matías Hynes, Diego Leske, Tomás Raimondi, Florencia Sacchi y Augusto Álvarez. Asistente de Dirección: Luis Cícero. Escenografía: Ramiro Starosta. Vestuario: Sol Tévez. Iluminación: David Seiras. Coreógrafo: Diego Rosental. Sonido: Supercharango. Diseño gráfico: Maxi Rodríguez. Fotografía y video: Diego Ortiz Mugica y Nicolás Huerin.

Paseo La Plaza. Av. Corrientes 1660. Domingos, 19 h.

Dos imanes de polos opuestos. Al tiempo que se acercan, comienza el alejamiento. Es lo que suele pasar entre las clases sociales, ubicadas en los extremos de la pirámide de la sociedad, prejuicios/crianzas de por medio. Sus miembros podrán pertenecer a cada una de ellas pero la forma en que construyen esa pertenencia puede ser diversa.

Un bar de cierta categoría, alberga la charla entre dos amigos de buen pasar. Sebas y el Polaco degustan una bebida mientras hablan de la vida. El trabajo y los deseos en pos de un futuro (aún más) venturoso. Ganan mucho dinero y respetan los cánones de conducta que impone el círculo que se habita. Trabajar, tener plata, una familia (o un proyecto de….). Eso sí, la felicidad y el disfrute, te lo debo. Apenas, hay atisbos de contradecir los axiomas mencionados. Se hace todo lo que hay que hacer para ser un miembro digno de la sociedad en que vivimos aunque entre ambos se aprecian algunas diferencias. Matices de un discurso que tiene que ver con cierto “aggiornamiento” pero, ¿hay un cambio real respecto a la «educación» recibida y al “éxito” laboral?

Del otro lado, una cocina alberga a Mabel y a Rodrigo, cocinera y bachero del restaurant. Allí, cuentan sus respectivas historias atravesadas por sus respectivas coyunturas personales. Uno, acorde a su edad y su relación con las chicas; la otra, con una visión crítica de la sociedad a partir de su participación política.

El espacio circular permite el cambio de escena de manera dinámica. Siempre impulsada por un mozo que es el nexo entre ambas. El cuidado de los detalles en la elaboración de los personajes es importante. Son esas diferencias que saltan al público al que inquieren. Inclusive, los sorprende en sus reacciones. La forma en que se refleja un estereotipo que atrasa años se contrapone con el resto de los personajes, pero, ¿Qué tan lejos se encuentra en diversas construcciones sociales, llamese machismo o racismo? No sea cuestión que el público de Paseo La Plaza termine aplaudiendo a lo plebeyo y contestatario de un discurso militante (oh! Esa palabra tan denostada pero tan desconocida…).

Estas construcciones son fundamentales porque pone en debate los papeles que tienen las clases sociales. El ritmo de la puesta es atrapante. Quizás el final no se condice con todo lo diseñado anteriormente en tanto corta por lo más fino/fácil la historia planteada. Hete aquí, donde la “naturalización” tan temida termina haciéndose presente. Es el lugar donde la lupa debe estar más afinada en vez de caer en la risa y el aplauso fácil. Las preguntas son obvias. ¿Quién tiene la mirada condescendiente, ataca o mira con condescendencia, partiendo siempre con un halo de superioridad? No es lo mismo atacar que defenderse y/o eventualmente contraatacar. Es la misma diferencia que hay entre “respeto” y “tolerancia”, el primero en tanto una relación de mayor igualdad mientras que la segunda implica una paciencia y resignación de algo que no es agradable, per sé.

La dirección es acertada en tanto su planteo de llevar al público por diversas sensaciones, sin perder el desarrollo dinámico ni su ADN de comicidad no exenta de reflexión, con todo lo mencionado anteriormente. El elenco es preciso, con momentos para el brillo de cada uno de los personajes.

Se apagan las luces y el público aplaude. Agradece el momento de comicidad y diversión obtenido aunque no sea tal. Es más, eso sería la punta de un iceberg que merece un debate serio por lo esbozado dos párrafos atrás. Será ahí donde el teatro tiene ese cometido hermoso de plantear preguntas incomodas y corrosivas. Por eso, nadie sale indemne de una función, con todo lo que esto implica.

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