Con este “sencillo” puntapié inicial, se inicia una de las más interesantes y desopilantes puestas que toman al trabajo y todo lo que lo circunda (jerarquías, relaciones entre empleados y de estos con la patronal, etc). La observación realizada y llevada a las tablas tanto en la composición de los personajes y las situaciones vividas, son excelentes.
Los diálogos tienen la dosis justa de mordacidad e ironía, permitiendo el libre y armónico desarrollo de la puesta. Los personajes van desde aquél que quiere salir de esta kafkiana forma de ganarse la vida hasta la que “transa” con las autoridades para pasarla bien y adoptando los objetivos de esta en pos de “mejorar la ganancia” y siempre “mirando hacia adelante”. Que sea una fábrica o un call center es lo de menos en tanto que el mensaje es obvio y perturbadoramente real. ¿O acaso todos los que trabajaron en un call center no saben que hay que brindarse siempre en pos del objetivo general, siendo “dóciles y útiles” a la causa? La iluminación contribuye a un clima ominosamente lumínico, frío y turbulento.
El buen gusto de mezclar situaciones dignas de un cine clase B con otras propias del realismo del Gus Van Sant de “Elephant” permiten que la risa y la construcción de sentido se produzcan en paralelo y en simultáneo. Las actuaciones responden a un texto y a una dirección exacta que delinea una puesta apetecible en todo sentido.
“Dóciles y útiles” es de esas puestas en las que uno rie, piensa y desea, apenas sale del teatro, debatirla con su acompañante o llamar a algún amigo para decirle “¡¿A que no sabés que vi en el teatro?!”