Un universo mágico como refugio ante tanta soledad
Texto y actuación: Graciana Urbani. Voz en Off: Ariel Mele. Diseño de escenografía: Micaela Lilintal. Diseño de luces: Pablo Calmet. Realización de objetos: Ana Maria Caputo y Dalia Hendler. Diseño sonoro: Martín De Los Heros. Fotografía: Nacho Lunadei. Diseño gráfico: Amuleto Dg. Asistencia de dirección: Julian Bedino. Productor asociado: Saigón Mgmt. Dirección: Pablo Lapa. Duración: 50 minutos
Teatro NUN. Juan Ramirez de Velazco 419. Martes, 21 h.

Por Mariana Turiaci (@turiacimariana)
Cuando una obra nos sigue acompañando luego de finalizada envolviéndonos en sensaciones y pensamientos es porque algo en nosotros se modificó. Eso es lo que hace, precisamente el buen teatro. Tal es el caso de “Herminia y los patos”, el unipersonal interpretado por Graciana Urbani. Después de verlo ya no somos los mismos.
Desconectada de la realidad, confinada a vivir entre las ruinas de lo que alguna vez fue una casona aristocrática, Herminia, testigo único de la destrucción, pasa sus días refugiándose en un universo de seres imaginarios. Así, mientras los ambientes van cayendo poco a poco, habla para no perder su voz. Quiere contar su historia y redescubrir quién es. En esa soledad de la única habitación -que todavía queda en pie- aguarda con ansias ese momento liberador con el que sueña desde hace tiempo.
Herminia parece no haber crecido. Acostumbrada a vivir bajo los imperativos de una madre a quien tuvo que cuidar hasta su muerte, no pudo hacer su propio camino. Los mandatos familiares, la soledad y el maltrato hicieron de ella una niña-mujer atrapada en sus propios pensamientos. Ni siquiera el amor pudo redimirla. Entonces, ¿cuál es la salida en pos de tener una vida tranquila? Una existencia con un hogar cuyas paredes no estén plagadas de recuerdos…y ella no se sienta un patito feo. Reconvertir su mundo en otro más grande, más libre y más amoroso.
Graciana Urbani se mete en la piel de este ser inocente y cruel a la vez prestándole el cuerpo y la voz con total entrega. Sus matices son tan sutiles como contundentes dejando entrever las contradicciones que la habitan. Porque precisamente Herminia es un ser plagado de opuestos en sus tonos de voz, en lo que narra y en lo que provoca en el espectador. Enternece y emociona hasta las lágrimas pero también, incomoda.
El texto escrito por la misma actriz está plagado de imágenes que dan cuenta de ese mundo tan particular con pinceladas que recuerdan al de “Casa tomada”, de Cortázar. La sensible dirección de Pablo Lapa crea climas muy distintos, sencillos y cargados de belleza, que van ganando en profundidad y tensión a medida que pasa el tiempo. Finalmente, es la iluminación, el vestuario y los objetos en escena los que terminan de construir esa extrañeza que caracteriza el inquietante universo de esta mujer.
“Herminia y los patos” pone en escena la soledad, el dolor, el desamor, las pérdidas y las marcas que deja el maltrato. Con una poética propia que atraviesa la denominada “cuarta pared”, visibiliza esas personalidades que no encajan en el statu quo. En medio de una coyuntura en que –parece- la crueldad se puso de moda, la puesta es un oasis imperdible de de ternura no exenta de realidad