Dios está conflictuado y no tiene mejor idea que ir a hacer terapia, con una psicóloga, madre de un niño autista.
Esta interesante fábula cuenta con un libro que pone el acento en las dudas del porqué de los destinos del hombre y ¿Qué mejor que preguntarle al Creador de todo este caos al respecto? Asi, con humor e ironía, todo va girando a través de las palabras de un libro que no temió en poner en tela de juicio el sagrado nombre del Todopoderoso. Más aún, a través de la ejemplificación por medio de situaciones bíblicas como el sacrificio de Job por su fe.
Los diálogos son «ajedrecisticamente» interesantes en cuanto a las posiciones que mantienen cada uno de los personajes. No obstante, en algún punto, la puesta se hace larga en su duración debido a cierto callejón sin salida al que llega la dramaturgia. ¿Cómo terminar una puesta con Dios sin caer en una obviedad? Eduardo Wigutow es un Dios acorde a estos tiempos mientras que Silvia Franc alterna momentos en la puesta.
«Oh Dios mío!» tiene un nudo interesante a desarrollar pero que se desata de una manera demasiado simple.