Aldana Contreras tuvo la buena idea de mixturar dos textos de Javier Daulte (“La otra” y “Dos mujeres”) con sus propias y juveniles ideas para crear un mundo paralelo donde la ficción y la realidad se conjugan sin miramientos. El delineamiento de los personajes, con movimientos esquemáticos, lenguaje porteñamente neutro y vestuario colorido tiene la particularidad que sorprende, descoloca y también atrapa. De esta manera, vemos como Alejandra y Delfina viven en su mundo de cotillón mientras esperan la llegada de un príncipe azul al tiempo que la envidia, los celos, el miedo a la soledad junto con ese enemigo silencioso y temido llamado “rutina” meten la cola en una relación simbiótica. La inocencia que insinúa el texto y la forma en que se plasma en palabras oculta una fina ironía que se irá descubriendo a medida que pasen los minutos.
El traspaso de una historia a otra es armónico y calculado con lo cual las dos historias, si bien tienen vida propia, logran una conjunción y complementaridad destacables. Asi, mientras no se ha terminado de descomprimir el “in your face” de una historia, las luces bajan para adentrarnos en una ominosidad fácilmente reconocible en las relaciones patológicas que pueden surgir entre hermanos, padres e hijos o incluso entre amigos. Una virtud de la obra es que refleja con mordacidad y con lumínica precisión, una fuerte crítica a algunas conductas femeninas con las cuales son educadas las chicas a través de los años, reproduciendo modelos de dominación que dejan de lado su sentir y su esencia femenina, como mujer.
Con una escenografía y un vestuario creador de sentido, las actuaciones cuentan con los matices necesarios para que “Otras mujeres” sea una muy buena opción para un viernes por la noche.