El secuestro de la individualidad
De Melina Knoll. Con Ignacio Bresso, Julian Lastra y Laura Otaola. Vestuario: Gustavo Alderete. Iluminación: Sandra Grossi. Diseño gráfico: Sergio Calvo. Asistencia de dirección: Demián Kaltman. Producción ejecutiva: Roberto Diez Beltrán. Dirección: Valeria Grossi.
Abasto Social Club. Yatay 666. Domingos, 20.30 hs.
En tiempos donde la inseguridad y los secuestros express son –dicen los medios- moneda corriente, en el Abasto Social Club se presenta una especie de policial mixturado con una comedia, que toma una situación relacionada con este flagelo pero la da vuelta para construir una puesta riquísima en sus múltiples sentidos y reflexiones que deja sobre el escenario.
Raúl (“El Gordo”) roba el auto a Pilar y la lleva –como rehén- al escondite que tiene con Nacho, para utilizar el vehículo para cometer los atracos. Si bien esta situación le resultará a alguno fácil de establecer un vínculo con una escena de la película “Vida Bandida” (Bruce Willis, Billy Bob Thornton y Cate Blanchett), a diferencia de esta, si bien cuenta con un fuerte guiño a la comedia, deja muchas aristas a analizar que Hollywood ni siquiera se animaría a tocar.
El hecho de que los “bandidos” tengan historias sobre sus hombros –y haya un tratamiento sutil y adecuado de las mismas-, dan cuenta de una situación previa que tenga como consecuencia el motivo por el cual se delinque. Más allá de la dudosa maldad que tengan los cacos, también deja abierta la puerta a cierta reivindicación por estar fuera del sistema de lo que es “bueno, normal y aceptado”. En un momento, Nacho le pregunta a Raúl, “¿Volverías a la ferretería?”, quien, inmediatamente, niega cualquier posibilidad al respecto. Es la elección de un camino en tanto mantener cierta “pureza” en la toma de decisiones a nivel personal. Y esto no es justificar a un delincuente sino ver el porqué puede ocurrir una situación como las descriptas. En un diálogo imperdible entre Robert De Niro y Al Pacino, en la película “Fuego contra fuego”, uno le pregunta al otro, “¿Nunca deseaste una vida normal?” y el otro repregunta, “¿Eso sería el baseball, barbacoa y cervezas?”. El carácter romántico en la adopción de ciertas decisiones se extiende al personaje de Pilar y su posterior destino. Ella es consciente de sus errores y falencias y de su hastío por una situación en el que un par de plantas son más importantes que su propia persona. Todos están antes que ella, con su propio beneplácito.
El tono de comedia que tiene la puesta hace que las situaciones logren un nivel de contundencia importante en tanto a poner este tipo de cuestiones en un marco de discusión. Ahí radica la gran virtud del guión pergeñado por Melina Knoll que, a su vez, cuenta con una dirección aceitada y sabia, por parte de Valeria Grossi. La iluminación y la escenografía son ajustadas y creativas en tanto ubicación y exactitud de la construcción del garage y el baño en el que se desarrollan los acontecimientos.
Las actuaciones son acertadas, dotando a cada uno de los personajes de la humanidad requerida, con el toque de hilaridad exacto pero sin caer en ningún estereotipo ni caricaturización.
“Plantas secas en la calle White” es una puesta que abre el juego a muchos aspectos, que amerita un lindo debate después de verla…más allá de las bondades humorísticas que tiene y son muchas.