Teatro: visibilidad, miopía y criticos

En los últimos tiempos, se han empezado a oír algunas voces disonantes con respecto al que ocurre en el pequeño mundo del teatro independiente, en ocasiones, extensible al teatro comercial y oficial. Son «voces disonantes» que van a contramano de algunas leyes no escritas del teatro que nos convoca. Más aún relacionada a la crítica y difusión de los espectáculos y las competencias de ambas.


Antes que nada, es necesario separar al crítico de los agentes de prensa, encargados de las políticas comunicaciones de los espectáculos (o su difusión –no es lo mismo-). Entre los primeros se encuentran periodistas y críticos propiamente dichos, encargados de ir a ver distintas obras de teatro y escribir al respecto, en tanto y en cuanto, el material sea valedero y se tenga el tiempo necesario para tal tarea. En cambio, en la segunda categoría, se ubica a los mencionados agentes de prensa, que cobran por realizar su trabajo. Hete aquí, otra diferencia importante. Los críticos no siempre perciben algún dinero al respecto a menos que trabajen en un medio. Después, que haya algún caradura que exija un viático para ir a sacar unas fotos “exclusivas”, con un comentario pedorro que, obviamente es favorable a lo que vio, es otra cosa.

Parecería ser que estoy diciendo una obviedad, cortesía de un tal Perogrullo. Puede ser que asi lo sea pero, tal como van algunas cuestiones, es necesario diferenciar las funciones de cada uno.
Cuando los críticos y periodistas reciben una gran cantidad de invitaciones a ver una obra determinada, toma la decisión de elegir algunas de las posibilidades y concurrir. A partir de allí, empieza ese “tira y afloje” que satura la paciencia. El agente de prensa pregunta si se va a escribir al respecto. La pregunta “¿Qué tal te fue?” es moneda común.
Desde este momento, los caminos entre críticos/periodistas y agentes de prensa se separan. A veces de manera muy hostil. La respuesta será –en mi caso- el silencio y la no publicación acerca de lo que se vio, amén de falta de tiempo -ya retomaremos este punto más adelante-.Hete aquí el motivo por el cual en muchos espacios no se escribe.


Pero, ¿qué ocurre cuando un elenco (ya sea director, dramaturgo, actor o actriz del mismo) le pregunta a su agente de prensa del porqué no hay críticas sobre su obra? Como no soy agente de prensa, imagino que debe ser una situación por demás engorrosa. “¿Cómo le digo que a los críticos no les interesó la obra?”, porque, desde la visión del artista, es común que no comprenda lo que se le dice. El “no entienden lo brillante que es la obra que estoy presentando” está en la punta de la lengua junto con la típica excusa “el crítico es un actor/actriz/dramaturgo/director frustrado”. Eso sí, de autocrítica, ¡bien gracias!
Son muy pocos los que no se ofenden cuando al crítico no le gusta lo que hacen. Si no se escribe al respecto, es por un motivo determinado pero siguen preguntando acerca de algo que, en su mayoría, no quieren escuchar. No alcanza. Igual se enojan. Esto abarca tanto a obras con actores que recién empiezan hasta directores que atrasan años en su propuesta.

En este punto ocurre algo que, impacta directamente en lo que sería la crítica y cobertura de teatro. Si varios críticos reconocidos ven la obra y no le parece relevante pero aparece un ignoto que se dedica a “megustear” todo y escribe al respecto, en la mayoría de los casos, los agentes de prensa suben lo que dice este último. De esta manera, se legitima a una persona sin formación, por la simple satisfacción del ego del artista y la difusión del espectáculo a cargo del agente de prensa. El problema se potencia cuando los “megustadores seriales” son neta mayoría. El soporte en el que escriben puede ser gráfico como en sitios web. Igualmente, no es por ahí la cuestión ya que hay páginas de internet de absoluta seriedad.
Cuando estos “megustadores” seriales difunden la obra en cuestión –que es un bodrio-, dejan de tener en cuenta a los lectores y público en general. Se sacan fotos de diversa índole, desarrollan un lenguaje almibarado y con toques zen (zen sustento, zen idea, zen capacidad de análisis), poniendo por delante la sensibilidad. Con la glucosa a punto de volar por los aires, digo lo siguiente. Si recomiendo una obra por el simple hecho de “quedar bien” con el agente de prensa o por “respetar la sensibilidad del artista” (aunque haya hecho un bodriazo), falto a mi profesión de periodista y termino engañando al lector. Si este se deja llevar por mi obsecuencia, le meto la mano en el bolsillo de manera descarada. Veamos, una entrada en Calle Corrientes sale $ 900 -siendo muy generosos-. Si va una pareja, ya son $1800. A esto, sumemosle que vaya a comer algo. Imaginemos que es una promo de grande de muzzarella con una cerveza, de $600. Ya serían $3300 lo que le costó a esta pareja mi obsecuencia al haberme creído al recomendar un bodrio. Es aquí donde se pone en juego la credibilidad del crítico.
Cierto…los megustadores no son críticos y aquí surge el gran interrogante ¿Interesa la crítica? ¿Solo es valedera aquella que hable solamente de las bondades de la obra, aunque se caiga en lo descripto en el párrafo anterior?

El rol de los agentes de prensa es importante al respecto pero se enfrentan a la dicotomía planteada por los elencos. He hablado con varios agentes de prensa y me dicen que los elencos piden aquellas críticas que hablen bien. Recuerdo siempre la siguiente anécdota.

Me pide un agente de prensa que vaya a ver una obra. Voy, hago la devolución correspondiente y me dice «¡Gracias por escribir! El elenco me pidió que vinieses por tu mirada». Miro sorprendido y amplía su respuesta. «Si…porque salió una crítica excesivamente elogiosa y el elenco no estuvo convencido del todo». Esto me pasó una sola vez. Creo que si esto ocurriese con frecuencia, no habría tanto “fan que cuenta lo que ve devenido en periodista”.

En su excelente libro “Lo incapturable”, Rubén Szuchmacher compara en la página 109, una crítica del diario «La Prensa» y otra de «La Opinión» de un espectáculo llamado “Porca miseria” que realizó junto a Lorenzo Quinteros y Tina Serrano, en 1975. “La primera crítica que apareció luego del estreno se titulaba “Ausencia de valores en el CAYC” de Jaime Potenze, del diario La Prensa, que solía ser despiadado con aquellos que no se amoldaban a su s cánones, disparaba en uno de sus párrafos del escrito ‘(…) esta elite no es seecta sino sencillamente una descendiente póstuma del Di Tella, o sea que combina exhibicionismo con confusión, por lo menos en ete trabajo teatral autocalificado como humorístico pero más aburrido que recitar la tabla del uno’. Por el contrario, Gerardo Fernández de “La Opinión” decía “La mezcla no desemboca sin embargo en la indefinición estilística. Por el contrario, ‘Porca miseria’ exhibe, de principio a fín, una coherencia que, en definitiva, es su carta de triunfo y cuya explicación ha de encontrarse en el hecho de que la experiencia previa pivotea sobre un elemento aglutinante en cuyas distintas vertientes, todo cabe, y del que bue buena parte de las búsquedas estéticas anegadas por la solemnidad suelen carecer: el humor”. ¡Son dos visiones diferentes de la misma obra! (Aqui, Szuchmacher habla de la «legitimidad» de los críticos más: https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2015/12/ruben-szuchmacher-alan-robinson-critica.html)
Al día de hoy, solo hay críticas “buenas” pero el inconveniente es quien las escribe y su contenido asi como su legitimación (algo que hemos dicho en párrafos anteriores). ¿La crítica “buena leche” es esa que dice que una obra es recomendable solo por el hecho de estar en cartel y no herir a aquellos que la hacen con tanto “amor”? Perdonen pero hacer eso es mentir. Además, partamos de la base que, si una obra se presenta en un espacio y se exhibe puertas afuera, se presta al ojo externo. Ni hablar si, encima, contratan un agente de prensa.

Por otra parte, se escribe en relación al tiempo físico con que se cuenta. Hay mucho para ver y se trata de ir a la mayor cantidad posible de obras. Si además, hubiese que escribir de los bodrios que se ve, no solo nos quedamos sin tiempo para otras actividades sino que, encima, nos acusarían de ser…. “mala leche”. Recuerdo el descargo de una directora en las redes sociales diciendo que tres críticos le habían destrozado la obra. Hasta insinuó que se habían puesto de acuerdo….Vi la obra en cuestión y no me interesó en absoluto. No escribí crónica al respecto sino mi descargo en su publicación. Lo que me sorprendió fue la “solidaridad” de muchos/as colegas destrozando a los críticos y, casualmente, son los/as mismos/as que después te saludan y te dicen “¡Qué bueno lo tuyo! ¿Cuando venis a ver mi obra?”. Volviendo a lo dicho antes, no había ninguna posibilidad que la obra fuese de “muy buena” para abajo…


Otro punto a considerar, que ocurrió hace poco tiempo es el siguiente. Cuando una periodista pide “apoyo” a su sitio es porque, de alguna manera, siente que su labor no es reconocida. No desde el ego sino por lo que venimos señalando respecto a la visibilización, legitimidad y agregamos la difusión de un trabajo serio. Encima, cuando se habla al respecto, ¡la vuelven a invitar a ver obras! El nivel de ceguera y ombliguismo es patético al cual se le suma el pesimismo respecto a algún cambio en este sentido.

Para el final dejamos una pregunta por demás incomoda. ¿Es realmente bueno que haya tantas obras en cartel? Más que nada por la caída en el nivel de la cartelera porteña. Si en un fín de semana, hay 200 obras para ver (me estoy quedando corto con el número), ¿alguien puede asegurar que el 10% de este número es de calidad?
En su momento, hablamos con Andrés Binetti sobre este tema y esbozó algunas ideas por demás interesantes. “Creo que hay un problema serio que habría que pensar que es que el off ha sido tan abarcativo que incluyó al teatro vocacional, que antes era una especie de “cuarto espacio”. Al integrarlo, te pasa que vas a ver obras o materiales que no tienen la calidad de una obra. Obras que se hacen entre amigos que terminaron un taller hace unos meses. Terminaron, se juntan tres y dicen “Hagamos una obra”. Me pasa como autor que me escriben “Andrés, ¿tenes una obra con dos femeninos y un masculino, que tenga humor?”. Si estas pensando algo asi, te aseguro que no. Por más que la tenga, ¡no te la doy! (risas) Ese es el lugar del teatro vocacional que toma el parámetro del teatro comercial, pifiándole de aquí a la China. Puedo entender que actores profesionales, con años de estudio y perfeccionamiento, un director que sepa muchísimo, se reúnan un mes y medio y resuelvan el problema de hacer una obra. Pero si tenes 22 años y pensas que eso es hacer teatro, es teatro vocacional. Cuando el teatro vocacional se mezcla con el alternativo, terminas viendo cosas de una ingenuidad pasmosa. Te dan ganas de pelearte con eso pero habría que generar distancias para que eso mejore. ¿Cuál sería la solución? No sé”. Si a esto le sumamos que se contrata a un agente de prensa para que difunda lo que se hace…..nos metemos en la bola de nieve de la cual estamos hablando. (Aqui, la nota completa a Binetti: https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2016/08/andres-binetti-el-teatro-es-uno-de-los.html)

Para finalizar, me parece que es momento que los periodistas y críticos establezcan algún tipo de relación o debatan sobre lo que está ocurriendo, no solo en el teatro sino en el marco de nuestro oficio/profesión. Considero que se debe realizar un planteo serio sobre la tarea que se está desarrollando. Pero también apoyar a los espacios que se abren, en tanto y en cuanto, la seriedad y profesionalidad que tengan. Retomar lo que describió Szuchmacher respecto del contraste de dos críticas, en el marco de un intercambio de ideas que enriquecen. Que se discutan estéticas, formas de abordar la crítica, desde que lugar y para quien se escribe. En este punto, también hago extensible un pedido a los/as colegas: “bájense del pony de su ego”. Abramos el juego para enriquecernos y debatir y no para ponernos en un pedestal de conocimiento supremo.

Si esto ha ofendido a alguien…..mi intención es expresar lo que está ocurriendo con nuestra profesión y su relación con los distintos actores que forman parte del teatro. En todo caso, se seguirá ofendiendo gente.

0 comentarios en “Teatro: visibilidad, miopía y criticos”

  1. Interesante planteo. En lo personal, creo que si en algunos casos puede confundirse el rol del crítico con el del agente de prensa es porque el primero en ocasiones es demasiado permeable a las sugerencias del segundo, que muchas veces presiona sin pudor. Me ha pasado en algunas oportunidades tener que marcar esta "sutil" diferencia de funciones, diferencia que no pasa principalmente por lo económico. Ego hay en todas las profesiones, cualquiera que haya acudido a algún Congreso de la especialidad más austera y modesta que se le ocurra podrá dar fe de ello. Buen tema para debatir.

  2. Es muy curioso el funcionamiento del circuito de prensa. Yo lo vivo desde la escritura de reseñas de obras del teatro independiente y desde la parte de dirección.
    Por suerte, los agentes de prensa con los que trabajo son lo suficientemente sensatos como para aprovechar mi formación literaria y capitalizar al máximo los recursos, sobre todo porque saben que lo que hago es describir y contar mi experiencia de espectadora, sin evaluar el desempeño de nadie (que es donde muchos periodistas hacen agua).
    Pero después tenés un grupo selecto de agentes de prensa, que tienen la loca idea de que uno acepta ir a ver una obra y pide acreditarse porque quiere una entrada gratis, cuando lo que estás haciendo es ofrecerles difusión gratis, difusión que necesitan porque las obras no tienen la gente que la compañía espera tener.
    Otros agentes de prensa creen que las acreditaciones son una cuestión de élite, y el resultado sigue siendo el mismo: poca difusión… y en consecuencia, poca gente.
    ¿Quién tiene que acallar su ego? TODOS. Artistas, periodistas, agentes de prensa… y así vamos a poder seguir manteniendo nuestra ciudad como la de mayor teatro independiente en el mundo.

  3. Muchos temas relacionados y que abren un buen debate. Creo que, precisamente, se apunta a comentarios como el anterior. Si un artista paga un
    Agente de Prensa no es para que vaya una persona para que describa y cuente su experiencia como espectador. Un periodista no es un espectador que opina. Todos los espectadores opinan y luego de pagar su entrada.
    En la soberbia de ciertos "periodistas" está el creer que gracias a ellos el espectador va al teatro, cuando eso no es así. Salvo algunas criticas en algunos medios que podrían llegar a mover el amperímetro de la convocatoria.
    Hay una cuestión más económica que sería bueno abrir. Los artistas de teatro siguen haciendo sus obras con subsidios más limitados (en cantidad de subsidios respecto del INT y en montos de los subsidios respecto de PROTEATRO en Buenos Aires), y lo hacen a su propio costo, logrando producir en cooperativa hasta con algunos escenógrafos o iluminadores o cualquier otro rubro. Montan sus espectáculos con el objetivo de recuperar lo invertido y, acaso, ganar algún morlaco para el bolsillo de cada uno. Al fin y al cabo, no viven de eso. En este contexto, ¿cómo es posible que un Agente de Prensa cobre 10, 15 o $ 20000 para realizar una Campaña para la cuál, por otro lado, no da ninguna garantía no convocatoria de periodistas ni de publicación de las notas? ¿Cuántos son los que viven del Teatro Independiente que apenas puede sobrevivir por sí mismo?

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