Todos eran mis hijos (Teatro)

Clásico y no moderno.

De Arthur Miller. Con Lito Cruz, Ana María Picchio, Federico D’Elia, Vanesa González, Esteban Meloni, Adriana Ferrer, Diego Gentile, Marina Bellati y Carlos Bermejo. Diseño de vestuario: Gabriela Pietranera. Diseño de escenografía: Mariana Tirantte. Diseño de luces: Omar Possemato. Música original: Federico Grinbank. Producción ejecutiva: Luciana Zylberberg. Producción general: Daniel Grinbank. Dirección de Producción: Florencia Borensztein.Dirección: Claudio Tolcachir
Teatro Apolo. Corrientes 1372. Miércoles y jueves, 20.30 hs; viernes y sábados, 21 hs y domingos, 20 hs.

Siempre hay que ver poner atención ante la presencia de un clásico del teatro universal como “Todos eran mis hijos”. Este drama familiar, en el que Joe y Kate Keller y su hijo Chris están a la espera del otro hijo, Larry, reportado como perdido, en la Segunda Guerra Mundial. Si bien la puesta se inicia con la negación de la madre frente a la probable muerte de su hijo caído en combate, y la probable relación entre Chris y Annie, la novia de su hermano, paulatinamente se va desarrollando una maraña de situaciones que irán tocando las relaciones humanas, la hipocresía, las ambiciones del hombre en pos de la riqueza, la moral y el “deber ser”. 

La puesta realizada por Claudio Tolcachir es prolija en su realización pero en algún punto peca de anacrónica ya sea en la temática de la falta de escrupulos en pos del dinero o en el triángulo de Annie y los dos hermanos. Las actuaciones son desparejas, con una marcada diferencia entre los  jóvenes y los consagrados. Ana María Picchio, correcta como Kate Keller, contenida en la irrealidad en la que vive, a punto de desbarrancar en cualquier momento…pero no. Lito Cruz no hace honor a los laureles con los que cuenta, con varios momentos de “incertidumbre” en escena, en los que no logra transmitir lo que su personaje requiere. Federico D’Elia, con poco más de 10 minutos  en escena, da muestra de sapiencia y exactitud, dando la pauta que no hay papeles pequeños. Al respecto, Marina Bellati es uno de los puntos altos de la puesta, a la que oxigena con su candor, algunos puntos dramáticos pero siempre desde una excelente composición de su personaje. 
Los jóvenes, en cambio, tienen actuaciones de calidad. Vanesa González da muestra del crecimiento que tuvo en estos años con una Annie, de carácter mientras que Esteban Meloni es un Chris correcto.

Por otra parte, deseamos destacar algo que se produce en la puestaque ya ha ocurrido en otras similares: con nombres norteamericanos, se mantiene un acento “argentino” cuando se habla provocando un desfasaje que hace ruido.
“Todos eran mis hijos” es un clásico revisitado que mantiene las virtudes del original pero que tendría que ir más allá de los pergaminos para lograr la exactitud que requiere una obra de estos quilates

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