La puesta empieza con todo, con mucho rítmo aunque después se va a «pinchando» de a poco. Quizás hubiera sido mejor utilizar menos personajes para lograr un desarrollo más acabado de los mismos. La utilización de la pantalla de video crea el efecto de viaje e interactúa con las actrices. Las actuaciones son buenas y convincentes. Laura Paredes se destaca como Mabel, la mujer de la remisería que bajó 60 kgs mientras que Elisa Carricajo es Miriam, casada con un hombre con un hijo, al que no quiere e insinúa lo que realmente piensa pero no manifiesta abiertamente (¿culpa? –cualidad muy manipulada en los ámbitos de la Fe-). Por su parte, Pilar Gamboa compone a Melisa, quien debe brindar testimonio sobre la palabra del Todopoderoso pero debe estar al tanto de la emisión de los bouchers de comida para los feligreses al tiempo que Valeria Correa, con su problematizada Edith, participa del comienzo y final de la puesta con una gestualidad y silencios exactos. Los personajes son reconocibles a partir de una construcción que no cae en la ridiculización sino en la descripción de un fenómeno religioso masivo y la necesidad de creer en algo y el aferrarse a dicha creencia.
El grupo Piel de Lava realiza un buen trabano, sobre todo en la construcción de un discurso en el que fija posición respecto a la religión como fuerza motora de las acciones de los hombres. No obstante, después de un comienzo a toda contundencia y que se va diluyendo, hace que la metáfora futbolera de «empezó para golear y terminó pidiendo la hora» se palpable al caer el telón de la puesta.