Teatro. Lo mejor del 2022

En el consecuente balance anual de la actividad teatral del año, debemos abrir el mismo diciendo que, de a poco, se va reestableciendo la “normalidad” –por llamarla de alguna manera- previa a la pandemia.
Si bien en este diciembre 2022, hay un retorno del bicho malévolo, dentro de algunas salas se sigue manteniendo la costumbre de mantener el barbijo en concordancia con varios espectadores. 
Ahora, en un contexto de algarabía enorme por la obtención del tercer Mundial de Fútbol, y el retraso pertinente por dicho motivo, destacaremos las obras del presente año.

El 2022 comenzó con dos festivales de manera casi simultánea como el TABA (Temporada Alta en Buenos Aires) y el FIBA. En el primer caso, con unipersonales como “Pocahontas” mientras que el segundo tuvo algunas experiencias dignas de ver. Tal fue el caso de “Nada de carne sobre nosotras”, “Real héroes” o la divisoria de aguas de “Glory Wall”.
“Pocahontas” es un soliloquio musical que rompe con la cuarta pared, con un personaje que adopta varios nombres, de acuerdo a sus distintas etapas como mujer indígena y luego colonizada. La gran paradoja es que la que habla, no tiene voz pero quiere contar su verdad sin tapujos. Desde tiempos inmemoriales, el cuerpo de la mujer fue examinado, disciplinado y corregido, como así también el cuerpo del indígena ha sido exhibido como una pieza de museo, un exotismo. Se trata de la belleza del muerto: aquello que es despojado de su dimensión política, carece de peligrosidad. En una performance de ventriloquía y acompañada de un diseño lumínico acorde que pasea al espectador por hechos históricos nefastos como la Conquista del Desierto, el nazismo, la «evangelización» europea y el apartheid.
En “Nada de carne sobre nosotras” retoma esto que está tan de moda que son los “recorridos” pero este tiene un aura en particular, con un vínculo tan rico como original entre la literatura, la actuación y la intervención del Cementerio de Chacarita. El recorrido implica una fuerte dosis de curiosidad e inquietud con actores y actrices que ponen cuerpo y alma a la pluma inquietante de Mariana Enríquez en cinco cuentos que combinan lo siniestro con la vida cotidiana y hechos reconocibles a los ojos de todos y todas. Cada silencio, cada expresión puesta en su justo lugar, es potenciada por una atmósfera embriagadora, con todo lo que implica esta palabra.
En “Real héroes”, se convoca al público a la Plaza Federativa del Brasil, justo al lado de la salida de la estación Facultad de Derecho del subte H para un itinerario con características propias. El grupo inicia un pequeño tramo en el que se le brinda los auriculares pertinentes que guiarán conceptualmente el paseo. Será una travesía a través del tiempo y los países, ubicándose en Chile e Italia en sus acciones. La narración que se lleva a cabo a medida que se camina, tendrá mayor impacto de acuerdo a la proximidad que se establezca con el espectador. Una voz clara y expresiva exige –y logra- la atención desde los auriculares. La forma en que se llevan a cabo los textos es amena y contundente. Cada palabra es elocuente y cala fuerte en los presentes. Más aún cuando se cruza el relato con la opulencia y el chetaje de los alrededores que está en las antípodas de los textos. De cierta manera, esta marcha es un sentido homenaje a aquellos que luchan por cambiar la sociedad a través de algún tipo de manifestación política
En el caso de “Glory Wall” era sentarse a ver una obra de teatro “convencional” y presenciar todo lo contrario. ¿O no tanto? Veamos. “Glory wall” utiliza el formato del “teatro” para deconstruirlo. Armar para desarmar y así intentar una tercera definición sobre lo que se está viendo. Engañar al espectador a partir de su inocencia frente al hecho artístico que –suele ser- es brindado para su pasivo consumo. ¿Acaso tiene que encajar todo en nuestro molde preestablecido per sé de qué es teatro y qué no? Desde Italia, Leonardo Manzan y Rocco Placidi plantean algo diferente que llevará de paseo a los presentes por diferentes estados como la reflexión, el hastío, el enojo y la alegría. Como no podía ser de otra manera, el público también es parte del problema y recibe lo suyo. Se lo saca de su lugar de confort y pasividad exasperante para protegerse de una pared que lo inquiere y lo hace actuar tras esquivar algún cascotazo.
 
Dentro del marco del teatro independiente, hubo una buena cantidad de obras de alta calidad que se destacaron al instante. Estas obras se “cortaron” del resto de los estrenos que navegaron en una “corrección” abrumadora. Toda una definición de estos tiempos esta palabra a la cual le dedicaremos algunas líneas más adelante pero ahora, circunscribiéndonos a la presente nota, vamos a visibilizar a aquellas que “realmente” llevaron adelante la calidad como estandarte.
 

Tal es el caso de la excelente “La noche se está muriendo” pergeñada por Martín Ortíz, a partir de un diálogo entre Federico García Lorca y Margarita Xirgu. Amores y rivales, anécdotas y hechos giran en una dramaturgia inquieta y de fácil aprehensión, sin que esto signifique que sea liviana. Por el contrario, el neófito en las aguas de Federico y Margarita sentirá deseos de navegar y descubrir su riqueza mientras que el conocedor verá cómo se potencia la figura de estos referentes. Cuenta con una atmósfera reflexiva y poética que mantiene un aura “política” –imposible no hacerlo con estos personajes so pena de pasteurizar y vaciarlos de contenido-, en un tono relajado y ameno.
 
En la misma línea, en tanto haya algún guiño político-social, “Die Kleine Führer” fue una de las mejores del año. La última creación de Eugenio Soto es una perdigonada de sentido no exenta de humor. La historia se irá contando de a poco, desde la misma entrada del edificio de Lavalle 1145, en que el mayordomo Hans recibe tanto a los payasos Fritz y Franz como a los espectadores/invitados y los conduce a ese sótano donde se llevará a cabo el cumpleaños de un niño llamado Adolfo, tras haber sido “creado” por el laboratorio Bayer. El texto está bien entrelazado entre el presente y el pasado, retomando el racismo y la discriminación, propias del nazismo y la forma en que reaparecen en la actualidad, desde liberotarios hasta Marine Le Pen. De ahí que resuene familiar todo lo que se escucha sobre tablas. Lo que ayer era condenable, ahora se mira con otro cristal. Ahí es cuando la puesta toma por asalto al público presente y los inquiere respecto a su propia relación con la coyuntura. Más aún cuando el niño da rienda suelta a su verba y sus proyectos a futuro. Sus deseos y su visión, con la lupa puesta en el mundo “adulto” que no tiene nada de qué enorgullecerse. Todo esto, en un contexto de fuerte presencia del sector empresarial de grandes capitales y mayor lobby político que hace y deshace de acuerdo a sus caprichos y egoísmos varios. Siempre con el aval de la ciencia autopercibida como neutral (je!), que busca -eso dice-nuevas formas para contribuir al desarrollo y superación de la humanidad.
Si hablamos de actualidad e ironía hacia las “nuevas/viejas” ideologías, “NOS” es la opción. Corrosiva y con un texto que lleva hasta el extremo las contradicciones libertontas –y también cambiemistas-, apunta con precisión a estos dogmas asi como a quienes los sostienen. Aunque parezca increíble, hay teatreros que los apoyan pero bueno, esto lo desarrollaremos más adelante.
 

En el caso de “Damas bravas”, la acción se ubica en 1816 mientras el general José de San Martín estaba preparando el cruce de los Andes para liberar al continente, sabiendo que solo una mujer podrá ser parte de la gesta patriótica. Varias de ellas tienen el deseo de ser la elegida, solo una lo logrará. La combinación de hechos históricos, junto con una comicidad bien desarrollada dan como resultado una comedia de calidad. El dibujo de cada uno de los personajes va más allá del trazo grueso de cada una de sus características. Se tensa cada una de sus particularidades, pero sin caer en desbordes. La hilaridad no está exenta de ironía. Hay tiempo para la carcajada como para esa sonrisa reflexiva o irónica, según amerite la ocasión. Sin prisa, pero sin pausa, con un desarrollo aceitado, cortesía de la ajustada dirección de Alfredo Allende.
 
Así como “Nada de carne sobre nosotras” estaba basada en textos de Mariana Enriquez, en “No tengo tiempo”, será la novela homónima de María Pia López la base de una puesta muy recomendable. La misma López participó en la adaptación de la que será una obra de teatro que, tal como pasó con varias de las nombradas en este artículo, combina humor con una fuerte creación de sentido. “La maternidad será deseada o no será” es uno de los tantos axiomas que atraviesan el texto, con el reloj y el tiempo dominando la vida de los seres, en especial las mujeres. Pero, ¿qué pasa si el deseo llega fuera de tiempo? Es una posibilidad, pero también está el interrogante del por qué la aparición del mismo. ¿Acaso es “inducido”, por un contexto que prefiere sacrificar deseos personales en pos de un «deber ser» que tiene mucho de hipocresía y poco de «felicidad»?. Esas dos mujeres contrapuestas (¿o serán dos partes de la misma?) ponen en palabras aquello que, en muchas ocasiones, se calla, cortesía de la cultura machista en la que se vive y brinda/ordena roles a seguir en el marco de una sociedad “respetable”. Antes se hablaba de “gente como uno” pero ahora surge la inquietud de no querer ser como aquellos que se erigen como «ejemplos de vida».
 

El humor también se hizo presente con puestas que lo combinan con instituciones como la familia y las relaciones de pareja. En el primer caso, “De la mejor manera” es excelente. El trío compuesto por Federico Liss, David Rubinstein y Jorge Eiro, lleva a cabo un trabajo inquietante y de calidad. Los dos primeros, con sentidas actuaciones y el tercero, manejando la situación detrás de escena, poniendo todo donde debe ir, en el lugar exacto.
Las acciones se desarrollan en el mítico bar Rodney, con un público mas voyeurista que nunca, que es testigo de la muerte del padre cabeza de familia. El conflicto entre los hermanos Miguel y Laureano, a grito pelado, detona con el ruido ensordecedor del reproche constante y una onda expansiva que va más allá de la muerte de su padre, justo en el momento en que están en la organización del velorio. La confrontación entre ambos ante la pérdida irremediable -y cómo enfrentarla-, así como el futuro del bar, las relaciones familiares y las decisiones tomadas por cada uno de sus componentes estallan, pero de una manera particular. Mandatos a seguir y ese “deber ser” tan castrador como escrito a fuego, con el castigo correspondiente a quien ose seguir algo tan simple como su propio deseo. La discusión entre los hermanos se lleva adelante con el “freno de mano” so pena de herir en extremo al otro pero ¿qué pasa si se pone en tela de juicio el propio de deseo? Más aun cuando son hombres curtidos en eso de “aguantar” y “esconder sus emociones” como ley primera como cuestión de pertenencia/identidad. Ese temor (¿vergüenza?) de mostrar lo que se siente como si se siguiese un legado de heroísmo impertérrito, de frialdad extrema y complejo de Superman implosionando en cada uno.  
 
En el caso de “Cartón pintado”, es la talentosa Victoria Hladilo la que concibe una puesta deliciosa que parte de uno de los sentimientos más puros que atraviesan las relaciones entre los seres humanos que es la amistad. Miriam, Raquel y Belén mantienen este tipo de vínculo al tiempo que comparten el trabajo en un negocio que maneja la primera. Parece que las cosas no van bien tanto a nivel laboral como personal, sobre todo en el caso de Raquel que está atravesando una crisis con Víctor, su último amor. Los personajes son bien definidos en sus características en tanto hay una sarcástica/incrédula, la casada que tiene «todo resuelto» y aquella que hace todo lo posible en pos de conseguir al “amor de su vida”. Los diálogos llevan adelante palabras e ideas que impactan, más aún en el marco de este siglo XXI, de reivindicación de derechos femeninos y la ruptura de paradigmas machistas que atrasan años pero que, en ocasiones, siguen siendo grilletes muy difíciles de sortear. El deber ser de la mujer y aquello para lo que “estaría destinada” en contraposición con su deseo único y personal para encarar su propia vida.
 

En la primera edición de Temporada Fluorescente presentada por Plataforma Fluorescente, dispositivo de creación transdisciplinar que promueve la colaboración entre artistas y organizaciones de distintas geografías, hubo una gema llamada “En este mundo loco, en esta noche brillante”. Aquí, nos ubicamos en la parte externa de un aeropuerto pero que puede ser también una frontera o una ruta. Una vigiladora cumple su función de patrullaje continuo hasta que encuentra con una joven que había sido agredido sexualmente. El encuentro entre ambas mujeres es el comienzo de una puesta tan inquietante como amenamente densa. Las palabras que verbalizan lo acontecido son elocuentes. La narración no es lineal y es allí donde radica su riqueza. Lo crudo se transforma en poesía sin resignar un ápice de contundencia. Los diálogos combinan ternura, bronca e impotencia. El ¿qué hacer? frente a lo ocurrido, que puede volver a pasar en tanto el criminal vuelve al lugar donde cometió el delito. Parapetarse frente al retorno de la maldad y de qué manera encarar la defensa. Mujeres sometidas a los designios de una sociedad que no acepta nada que salga de la matrix dominante (¿el capitalismo en sus diversas formas?). Surgen preguntas incomodas que intentarán –en algún momento y de alguna forma- ser respondidas.
 
Suele decirse que no hay teatro “para adolescentes” o que apele a dicha franja etaria. El 2022 tuvo dos puestas realizadas por estos jóvenes o destinadas a elles. En primer lugar tenemos a “Pero estas del otro lado”. En una guerra de trincheras en las que hay un enemigo invisible, cinco soldadas se parapetan para esperar un ataque externo que amenaza sus respectivas existencias. Por tal motivo, la organización es fundamental para hacer frente a las fuerzas hostiles. No es casualidad que sean todas mujeres las protagonistas de este conflicto con todas las alegorías y metáforas posibles. La confrontación contra ese exterior hostil es elocuente más aún en tiempos de femicidios y violencia de género.
La ironía y el sarcasmo con que se toman a los «aparatos represivos del Estado» impactan de fuerte manera al visibilizar esas conductas y reglas que atrasan años. Cada una de las combatientes tiene sus propias “ambiciones” y deseos –así como la prescripción de los mismos-, en algunos casos de dudoso pero siempre “cumpliendo órdenes”. Al fin y al cabo, es lo que hay que hacer, ¿no? El impacto es aún mayor cuando se percibe que se trasciende al ejército -de por sí, importantísima entidad de represión- para ubicarse en algo más cotidiano como un trabajo en relación de dependencia, base de pertenencia de los individuos en una sociedad “moderna”.

En el caso de “Jardín Fantástico”, parte de esta etapa de la vida para crear una puesta bucólicamente sensible y poderosa. Desde el momento en que el público ingresa a este espacio, se ve envuelto en un ambiente intrigante. Ese pasillo pleno de vegetación esconde más de un secreto. Las jóvenes que surcan esa escena natural tienen mucho por decir. Cada palabra parte desde su personalísimo universo, lleno de preguntas, dudas y por qué no decirlo, ilusiones. La construcción de sentido es constante. El mito de Narciso reflejado en una pileta lo vuelve poéticamente real, que va más allá de sumergirse en el mismo. Una habitación linkea con la infancia mientras pide retrasar un poco el paso inexorable del tiempo para cobijarse con los recuerdos propios que, todavía, habitan cada ser.
Hete aquí que el golpe de poesía impacta con el triple de contundencia. Jóvenes que disparan ideas y reflexiones sin prisa pero sin pausa, con los silencios exactamente ubicados. La creación de imágenes es constante ya sea dormidas alrededor de una pileta o como frutos crecientes de un árbol que puede remitir tanto a la Antigua Grecia como a una película de Sofia Coppola.
 
Para el final, dos adaptaciones excelentes de clásicos eternos. Siempre hay una chance, una vuelta de tuerca más para realizar en torno a los clásicos y, en ocasiones, enriquecerlo a través de diversos planteos. Algo de esto ocurre con “Alicia confusión” que, desde su mismo título, no solo retoma a la reconocida novela de Lewis Carroll sino que abre el juego hacia otras latitudes. Desde el mismo uso de la palabra “confusión” en el título, hay fuerte una toma de posición. No cualquiera usa un término que no goza, mayormente, de «buena prensa», pero aquí, se lo revisita. Será la misma Alicia la que pone de manifiesto su condición de “confundida”. Se presenta y verbaliza todo lo que le ocurre, sin temor alguno. Este será el puntapié inicial para una puesta creativa -cortesía de la dirección de Cecilia Meijide-, apta para grandes y chicos en tanto la manera en que se ubica en un presente de efervescente actualidad, sin perder la frescura de su propuesta original. Aquí se ve el gran mérito del texto creado por Juan Ignacio Fernández. La confusión de Alicia deriva en preguntas tan simples como poderosas en relación a los cambios y deseos de una persona a partir de su propio anhelo. La construcción de sentido impacta en lo que a identidades se refiere. La simple afirmación/pregunta de “¿soy lo que quiero ser?”, de por sí poderosa, se expande a una coyuntura atravesada por las reivindicaciones de género y derechos de, por ejemplo, los colectivos LGBTQ+. Por esto mismo, la presentación de cada uno de los personajes y el dialogo que entabla con Alicia se resignifica en tanto cada uno tiene una historia con la cual lidiar. Es más, la propia Reina, desde su propia presencia, es una incógnita en sí misma, amén de su mundo de reglas.


Para finalizar tenemos a “Los finales felices son para otros” que certifica que la universalidad de Shakespeare se mantiene a lo largo de los años. Su riqueza es tal que puede adaptarse a un contexto cercano como un barrio periférico argentino en el que se cuecen habas de todo tipo. Un taller de fundición es el espacio en el que se desarrolla una historia de familias y conflictos que viene de larga data, amoríos de por medio. Mientras que la pluma de William retoma reinos para hablar de las infamias de la sociedad y de los seres humanos, Mariano Saba (encargado de la dramaturgia) pone la lupa en un comercio que recorta una situación social y económica determinada. El reino que era un país, ahora pasa a ser absolutamente personal y reducido a un negocio a la calle. Ricardo III pasa a ser
Ricky, el hermano maldito de una familia, que trabaja en el mencionado taller de la manera que puede por su condición física, más que desmejorada por culpa de una cojera y una parálisis. Dentro suyo, crece el odio frente al despotismo de sus hermanos. La acción es atrapante y apela a esa «sensatez y sentimientos» que se pide siempre, en tanto las propuestas serias, conformando un todo completo de creación de sentido. Temas como las relaciones familiares atravesadas por el rencor, la codicia y el poder (en plena sintonía mentonímica con el Estado) bajan al barro de la cotidianidad al incorporar el bullying y el acoso en la visibilización de los conflictos.


¡Ah! No nos olvidamos de ese gratísimo homenaje al enorme Roberto Sánchez que creó Andrea Castelli con su «Sandro. Los días más felices». Danza, música y un recuerdo acorde a la figura de un mito y una leyenda inolvidable. 
 
Para la próxima, las actrices del año.  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio