En Buenos Aires pasan cosas. A veces uno se entera por circunstancias relacionadas a su actividad o simplemente porque la casualidad metió la cola. De esta manera y con esta impronta, se relatarán historias y hechos varios dignos de mención.
Antes que nada, esta crónica podría haber entrado en el marco de “teatro” pero creo que tiene una impronta social que supera la sección correspondiente. Es tan abarcativa que es muy difícil empezar a escribir al respecto. ¿O es más fácil? Porque el abordaje que plantea “La velocidad de la luz” es tan amplio y sensible que requiere ir por partes. Más aún cuando hay dos mundos (o más) que se tocan, se conjugan, para crear una puesta sumamente entrañable que, no en vano, se resignifican por la coyuntura que estamos viviendo.
Un micro será el encargado de llevarnos a la capilla donde se encuentran los restos del padre Carlos Mugica, sitio elegido para llevar a cabo una puesta conmovedora. El puntapié inicial será el relato de la propia María que desea volver a su tierra para conocer a su madre. Es la excusa perfecta para que un grupo de mujeres lleve adelante un relato que tiene música, recuerdos y, por sobre todas las cosas, una vuelta a la esencia del individuo en tanto su relación con su sentido de pertenencia. De esta manera, la historia se transforma en una road movie con las mujeres pidiéndole al director del proyecto (teatro dentro del teatro), vender su auto para llevar a cabo el deseo de reencontrarse con sus raíces, en sus países de origen, por más que haya muchos kilómetros de por medio. Esa gira caótica y misteriosa, es el marco para que todo tenga sentido. Siempre atravesado por la vida que llevan dentro de la villa 31.
Bombos, charangos, quenas y una guitarra eléctrica, constituyen el ensamble musical en el que diversos cantos se llevan a cabo, en diferentes idiomas, para establecer un vínculo único y precioso con su propia identidad. La música pone en su justa medida los vaivenes de una travesía que incluye una particularísima versión de un clásico de Los Ramones en sintonía con el altiplano. El recuerdo y la reflexión, la añoranza y la melancolía, la alegría y la memoria, se corporizan en estas mujeres de indomable sensibilidad. Kilómetros de vivencias en los que se funden migraciones, dictaduras, violencia y la búsqueda –y encuentro- de un lugar donde vivir –o sobrevivir- de acuerdo a las condiciones que dicte la coyuntura.
Los presentes son testigos de una historia absolutamente “real” en tanto no necesita haber sido creada por una mastermind de frondosa imaginación, con la intención de ser “conmovedora”. Nada que ver. “Vivir solo cuesta vida” y es lo que hizo el autor y director Marco Canale para plasmar las vivencias de este grupo de mujeres que toman la entrada de la capilla para desarrollar allí, su propia historia. Con un relato fresco, no exento de absoluta realidad, este viaje a las venas abiertas de América Latina a través de algunas de sus hijas, es para percibir con el corazón en la mano y la neurona atenta. Sobre todo, para desmentir prejuicios y lamentables relatos tan en boga, al día de hoy. Un fuerte “In your face” que, no por casualidad, es invisibilizado por quienes dictan que hay que leer/creer y que no. Autoría y dirección: Marco Canale. Con María Rojas Zambrano, Candelaria Ospina Montañez, Romilda Marecos Ruiz, Ramona Escalante, Francisca Vedia Mendoza, Marta Giménez, Flora Solano, Beatriz Spitta, Paula Severi, Ana María Pico, Adelaida Franco, y Esther Juárez. Dirección musical: Juan Baya Casal. Dirección Música Andina: José Tolaba. Charangos: Clementina Huaranca, Doly Butron, Roberta Reloj, Marta Huarachi, Marcelina Paredes y Jacinta Álvarez. Bombo: Marta Huarachi. Solista de Charango: Nicolás Faes Micheloud. Diseño de jardín: Manuela García Faure. Producción ejecutiva: Mariano de Mendonça y Malena Sánchez Olmo. Ayudante de dirección y producción: Gonzalo Facundo López y Lucas Martinetti. Dirección vocal: Cecilia Madanes y Tom Harris. Dirección coreográfica: Leticia Mazur y Margarita Molfino. Producción: FIBA y Parroquia de Cristo Obrero (Villa 31 – Barrio Padre Carlos Mugica), con el apoyo del programa de Mecenazgo, CCE/BA (Centro Cultural de España en Buenos Aires).


