En lo que serían los últimos días de la sexta edición del Festival Temporada Abierta de Buenos Aires (TABA), se presentaron dos puestas que van a lugares recónditos, donde más de uno tendría miedo de abordar. Siempre sobran los motivos para no vulnerar los lugares de comodidad. No son estos los casos sobre los que escribiremos a continuación.
En primer lugar, “Psicosis a las 4.48”, versión catalana del clásico de Sarah Kane, “4.48 Psicosis”, navega en los lugares más intrincados de la mente humana. Es menester recordar que la puesta relata lo que sería, a la postre, su suicidio. El título alude a las 4.48 de la madrugada que es la hora en la que más suicidios se producen ya que es cuando los psicofármacos dejan de hacer efecto en los pacientes.
En este caso, Anna Alarcón se hace cargo de un protagónico al que dota de variados matices para dar vida a las diversas aristas que conforman la personalidad de la protagonista. Allí, una mujer sentada, habla, gime, ríe, llora. La fuerza de las palabras bombardea con un contenido fuerte. Su verba es poderosa y lleva al auditorio a su propio sentir. La proximidad es apreciable pero ¿acaso sabemos el porqué de la situación? No. ¿Acaso importa? Se pide algo difícil: sentir. Nada más. Ni juzgar, opinar o criticar.
Lo que ocurre en el escenario interpela con una dramaturgia cruda y poética. El texto puede apreciarse y aprehenderse ya sea concentrado, mirando o simplemente con los ojos cerrados, dejando que el alma haga el resto. Es necesario abrirse a las palabras que se escuchan y eso que no es algo placentero. Su voz cae como una lluvia de realismo posmoderno. La ironía de está presente estableciendo la complicidad con el público en momentos determinados. Ahí es cuando desde la platea completan el texto con el nombre conocido por todos/as de fórmulas y recetas de medicamentos para paliar el dolor.
Una reconocida canción decía que “en esta puta ciudad/todo se incendia y se va/matan a pobres corazones”. La cura no solo es peor que la enfermedad –en el caso que sea tal- sino que, con la excusa del marco legal, se realizan atrocidades en pos de la sanación. ¿Y si no hay solución a esta…patología? ¿Acaso el individuo no tiene derecho a decidir sobre su propio futuro como ser independiente, por más que no responda a los cánones sociales? El inconveniente es cuando se mete la tan mentada culpa judeocristiana que atraviesa a la sociedad occidental. Ese “vigilar y castigar” foucaultiano a todo aquél que se salga de la matrix aunque sea un talento enorme y tenga las cartas marcadas para un futuro escrito de antemano. ¿Cuál es su búsqueda? ¿Será esa duda sobre la cual cantaron Gustavo Cerati y Leo García con la frase “Hablas de mi y no sabes quien soy/cuanto placer puede darme el dolor”?
Si bien habrá algunos aspectos redundantes al final de la puesta (no es necesario explicar lo que ya se vio y se sabe o una música previsible) robándole algunos minutos a la contundencia de la misma, la tensión no se pierde en ningún momento.
Una ajustada y sensible Anna Alarcón le pone el cuerpo a las palabras de Sarah Kane en una experiencia teatral que invita a la reflexión sobre los sentimientos en un mundo tan frío que da miedo.
En cambio, en el caso de “Pompeya”, tenemos un conflicto que enfrenta a travestis chilenas y colombianas y chilenas por hacerse de algunas calles de Santiago. La desaparición de Kenita, ha transtornado la casa donde viven unas travestis y no saben que hacer al respecto. Leila tiene ansias de venganza, considerando que las colombianas la desaparecieron mientras que la Beyonce se preocupa únicamente por su deseo de ser realmente una mujer. Suzu, una vieja travesti recuerda el pasado constantemente al tiempo que prende velas a la Virgen de Pompeya para que la proteja a la Kena al tiempo que Luco, con bigote al estilo Freddy Mercury, trata de poner un poco de “orden” (?) a la situación.
La visión del mundo que surge de esa casa habitada por las travestis chilenas es fuerte en planteos que van más allá de la historia inicial. Las relaciones que se establecen entre las cuatro son fuertes en tanto vínculos pero también ponen en el centro de la escena la cuestión identitaria y sus propios pensamientos, con visiones diferentes, en el marco de un ambiente de marginalidad. La construcción identitaria es fundamental. ¿Podrá concebirse un travesti racista, con un discurso antiinmigrantes, siendo ella misma de las primeras odiadas en la escala de valores de la derecha? Si, porque no se reconoce a nivel identitario. Retoma argumentos similares a los de aquellos que la asesinarían si pudieran, para construir sus axiomas de vida. Esta observación es extensible a todas las minorías religiosas, raciales, sexuales, etc.
Lo mismo que la construcción de un enemigo externo para poder descargar frustraciones propias. El problema es que termina siendo un intercambio entre “marginales chilenos” y “marginales extranjeros”, olvidándose que la denominación marginal que las atraviesa por igual.
Son tres generaciones viviendo en los márgenes. La Suzu ha vivido la dictadura de Pinochet, albergando a un novio comunista que le enseñó todo sobre las clases sociales, al tiempo que Leila, la Beyonce y Luco, son más jóvenes. El repetir la historia como si no hubiera pasado nada. O peor, con peores consecuencias.
El ritmo es armónico y atrapante. Empieza de manera poderosa para después ir decantando en su propia velocidad. Los diálogos son imperdibles en tanto reproducen los discursos de quienes detentan el poder. La troika foucaultiana de poder-saber-discurso en su máxima expresión. Ese pequeño comedor se puede ver las diferencias de una sociedad en la que el respeto queda supeditado al respeto de las buenas costumbres. En un espacio reducido, en el que se ve una mesa con cuatro sillas y un santo que sobresale desde un placard, se construye todo un mundo de lumpenaje y reivindicación de clase frente al paso del tiempo. Surgen preguntas que dan para largos debates. ¿Operarse para negar su propia identidad? ¿Querer ser aceptada por quienes te odian?
Ácida, cruda y elocuente, y con el deseo ferviente que puedan hacer más (muchas más) funciones en Argentina, “Pompeya” se ha constituido en una de las mejores puestas de un TABA de calidad.
Psicosis a las 4.48
Autora: Sarah Kane. Traducción: Anna Soler Horta. Con Anna Alarcón. Dirección: Moisès Maicas. Producción: The Three Keatons.
Sábado 10 de febrero. Timbre 4. A las 22 hs.
Pompeya
Dramaturgia: Gerardo Oettinger. Con Guilherme Sepúlveda, Rodrigo Pérez, Gabriel Urzúa y Gastón Salgado. Diseño sonoro: Daniel Marabolí. Diseño integral: Gabriela Torrejón. Producción: Alessandra Massardo