Libro: “Las tiendas de color canela”, de Bruno Schulz



La justicia tarda pero llega. Lamentablemente, el nombre de Bruno Schulz (1892-1942), no es de los más reconocidos. Por más que haya sido uno de los tres mosqueteros polacos de la vanguardia polaca junto con Witold Gombrowicz y Stanislaw “Witkacy” Witkiewicz, parece que el gran público no podría tener acceso a su particular y rica obra.
Al respecto, la recién nacida editorial Dobra Robota (“Buen trabajo” en polaco) puso las cosas en su lugar. Acaba de publicar su libro “Las tiendas de color canela” (1934) pero con una particularidad. El libro cuenta con una traducción “argentina” de alta calidad, a cargo de Enrique Mittelstaedt del original polaco. No es que se adaptó alguna de las versiones españolas sino que se fue directamente al texto primero, sin intermediarios que puedan llegar a “ensuciar” la traducción.

A partir del momento en que el ojo empieza a recorrer la primera página, nos adentramos en el universo de Schulz y su literatura tan creativa como atrapante. Seres y momentos que se ubican en la infancia pero que desbordan de fantasía en una pluma inclasificable y brillante.

Será a partir de esa etapa de la vida que se desarrolle la narración de los hechos. Desde el comienzo mismo, en “Agosto” se aprecia un tándem formidable que es el de la escritura poética de Schulz y el sublime trabajo de traducción de Mittelstaedt. “Allí, las figuras torpes de las hojas simulaban unas mujeronas desparramadas, devoradas a medias por sus polleras airadas. El jardín vendía por nada los más baratos ramos de lilas silvestres, los llantenes que olían a jabón, el aguardiente salvaje de la menta y toda la peor basura de agosto” dirá en algún momento, jugando con metáforas tan claras como penetrantes en el camino hacia una realidad que no era de las mejores.

Recordemos que Bruno Schulz nació en 1892 en la ciudad de Drohobycz en la región oriental de la Galitzia oriental del viejo imperio Austro-hungaro. Inquieto de joven, fue profesor de dibujo y escritor, creando novelas, ensayos literarios y críticas. Su frondosa creatividad se aprecia en cada uno de los quince relatos que forman parte de “Las tiendas….”.

La creatividad de Schulz toma como punto de partida la cotidianidad de una familia pero su escritura trascenderá su mera descripción para transformarse en una serie de historias separadas pero con el hilo conductor de quien viaja a través de distintos acontecimientos y crea su propia aventura. Un personaje fundamental será el padre a quien describe en un momento, “su cara y su cabeza estaban cubiertas de pelo canoso, que despuntaba en mechones irregulares y que emergía de las verrugas, de las cejas y las fosas nasales, le daba a su fisonomía el aspecto de un zorro viejo al acecho”. Ese padre retratado, ¿será el señor Jakob Schulz, de precaria salud y que fallece en 1915.

Con una mirada de un niño –pero no infantil-, crea imágenes diversas llevando la imaginación a lugares insospechados. La manera en que retrata a las personas y los hechos que se suceden se metamorfosean constantemente, expandiendo los límites de la imaginación. Pájaros, maniquíes, calles de cocodrilos forman parte de un libro enternecedor pero no naif. Por el contrario, permitirá que cada uno de los lectores pueda volar con su imaginación hasta los confines de imágenes que propone Schulz. “Convocadas por el barullo de los recipientes que se oía de punta a punta, finalmente llegaron caravanas de vientos potentes y acamparon sobre la noche. Un campamento enorme, un anfiteatro negro y móvil, comenzó a descender hacia la ciudad en círculos poderosos. Y la oscuridad explotó con un vendaval de furia tormentosa que duró tres días y tres noches”.

En cada una de sus páginas, es apreciable la gran cantidad de aristas que abarcaba un Schulz que, en su obra, dio cuenta del amor que tenía por su lugar en el mundo que era Drohobycz. En la Segunda Guerra Mundial sufrió la invasión rusa y alemana por ubicarse entre los dos países en conflicto. Sus amigos siempre lo incitaron a dejar la ciudad pero Schulz siempre se rehusó. Con la llegada de los alemanes, Schultz empezó a trabajar como empleado de un oficial austríaco que peleaba para el ejército nazi, llamado Felix Landau.
Como Schulz hablaba bien alemán y Landau era amante del arte, congeniaron enseguida dentro de lo que permitía la coyuntura de la guerra. Arte por raciones de comida. Una vez que decidió dejar la ciudad, con documentos falsos y dinero, Schulz tuvo la mala fortuna de caer en medio de una acción “salvaje” llevada a cabo por la Gestapo. Dicha acción consistía en dispararle a cualquiera que pasaba por la calle. De esta manera, el oficial Karl Günther asesinó a Schulz con un balazo en la nuca. El escritor quedó en el medio de un ajuste de cuentas de dos oficiales porque se supo que Günther lo mató por venganza a Landau que había hecho lo mismo con su propio protegido judío. Esto ocurrió el 19 de noviembre de 1942.  
“Las tiendas de color canela” no solo es el primer título de la “Colección (des) formas polacas” que incluirá “Ellos/Obra anónima” de Stanislaw I. Witkiewicz y “Sanatorio bajo la clepsidra” del propio Schulz. Es un acto de justicia llevado a cabo por Dobra Robota Editora para volver a poner en el candelero que se merece, a este gran escritor llamado Bruno Schulz.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio