Martín Urbaneja: “Lorca está más vivo que nunca”.

De gran trayectoria en el teatro independiente y varias participaciones en cine y televisión, Martín Urbaneja llega al Teatro General San Martín con “La piedra oscura”, puesta que toma los instantes finales del último amor de Federico García Lorca. Café de por medio, Urbaneja desmenuza su última creación mientras reflexiona sobre el ser actor hoy en día, la coyuntura actual, el papel de la cultura, los cambios en la forma de hacer teatro y recuerda varias de sus puestas.

Fotos: Cecilia Inés Villarreal.

– Martín, ¿cómo llegas a “La Piedra Oscura”?

– Mirá, es muy loco como empezó todo. El año pasado, estuve haciendo tres obras, “El Zoo de Cristal”, “Mongo y el ángel” y “Guacho”. Cuando estaba haciendo ésta última, me di cuenta que Alejandro Giles, -futuro director de “La Piedra Oscura”-, había ido a verme a todos los espectáculos. Un día me llamó y me dijo que tenía un texto que iba a dirigir y le interesaba que esté en la obra. Quería pasármelo para ver si me gustaba. Cuando lo leí, me impactó y hoy resuena mucho por la temática. Es una obra necesaria, que hay que hacer.

– ¿Cómo es Rafael, tu personaje?

– Es increíble. Todo lo que aparece y se nombra de Rafael Rodríguez Rapún, tal su nombre completo, es verídico. Era jugador de fútbol del Real Madrid. Estudiaba para ser ingeniero de minas, y estaba en el grupo de teatro La Barraca, que comandaba Lorca. Se supone que fue su último gran amor pero Rafael decía que no era homosexual. Estuvo con mujeres, pero le pasó algo que se deslumbró con Federico. Fue una relación turbulenta aunque Rafael no podía por el “¿qué dirán?”, ya que estaba con otro hombre. Es una hermosa historia de amor, porque cuando se entera que lo matan a Lorca, se alista en el ejército. Todos los historiadores afirman que fue su manera de suicidarse. Es más, muere el mismo día -18 de agosto- pero un año después del fusilamiento de Lorca. Para mí, es un desafío y un honor, así como una responsabilidad encarnarlo.

– Contame de tu trabajo con Milagros Almeida e Iván Hochman en el elenco.  

– A Milagros ya la conocía. Laburamos en “Primer amor” de Liliana Cappagli cuando éramos chicos. Era una obra didáctica, con un toque musical –Mili cantaba- para que tenga un gancho, ya que era sobre el HIV en los adolescentes. Íbamos a los colegios a hacer funciones. Así fue que nos conocimos. Es una cantante hermosa. A Iván lo conocía del mundo audiovisual pero nunca habíamos trabajado juntos. Fue un lindo encuentro con ambos, que tienen intensidades diferentes por el vínculo que comparto con ellos en escena. Todos esto lo propició Alejandro Giles desde la dirección. Como director supo conducirnos para llegar a un resultado óptimo, que es lo importante. Es muy intuitivo y amoroso. Trabajar con gente con la que nunca había laburado es un desafío porque, así como uno no conoce al otro, tampoco lo conocen a uno. La pasé muy bien y fue un proceso de mucho aprendizaje.

–  ¿Qué te dice la gente cuando termina la obra?

– Se emociona porque es una historia real en tanto Rafael Rodríguez Rapún existió. Estuvo detenido, torturado y lo fusilaron. Desde ese lugar, es imposible no conmoverse. Es la historia del encuentro de dos personas (Rafael y su carcelero) que, se supone, son opuestas y diferentes. En un momento de la historia, entienden que la única manera es juntarse. Si hay chance de salvarse es juntos, sino no hay salida. Resuena a lo que estamos viviendo aquí, y en el mundo, en que todo está puesto “patas para arriba”. Está todo tan derechoso. Se reivindican y reavivan cosas del pasado que se creían aclaradas. Sinceramente, el público se conmueve y agradece. En el teatro, es esencial que a la gente le pase algo.

En lo personal, me gusta que comenten el trabajo corporal y emocional que realizamos. Me pone muy feliz. Laburamos mucho. Ensayamos dos meses muy intensamente, varias horas todos los días. Tenían que ser personajes creíbles, atravesados por la situación -y por la guerra-, peleando contra el franquismo en mi caso. Todo tenía que verse en el cuerpo.

– Éste es un nuevo desafío corporalmente hablando…

– Como actor, trato de que el cuerpo esté por delante. Es fundamental esto. Inclusive, cuando voy a ver teatro como espectador, si no está el cuerpo del actor, siento que algo falta. Una historia se puede contar desde el cuerpo. No es solo con la palabra. En este caso, es una obra de texto, de un gran dramaturgo como Alberto Conejero que tiene un lenguaje poético pulido. En ese sentido, es muy agradecida para actuar y decir, pero sentía que todo lo que le pasa a Rafael -que está detenido y golpeado- debía estar intervenido por el cuerpo. Por otra parte, me gusta como documentarme como actor. Miré películas y leí libros sobre Rapun, porque hay bastante sobre él. Investigué sobre cómo es estar detenido, con grilletes en los pies. Toda esta información me sirvió para poder componer desde el cuerpo.

– Y Alejandro, atento a todo…. 

– ¡Si! Tuve su ayuda que comulgó con la idea que propuse de que se tenía que contar desde el cuerpo. Todo lo que tenía que ver con el texto iba a aparecer solo, porque éste ya estaba y muy bien escrito. Eso, se acomoda en el cuerpo. De alguna manera, este trabajo es un “antes y después” ya que el desafío es enorme. Como nunca antes, te diría. Siento que este Rafael me representa por lo que dice, por lo que hace y por el gesto que tuvo, que permitió que las últimas obras de Lorca no se pierdan y salgan a la luz. 

– Cuando éramos chicos, leíamos en la secundaria a Lorca. Uno decía «¿Qué es esto?”. Ahora, no. ¿Cómo ves esta resignificación tan positiva que se hizo en los últimos años?

– Me parece maravillosa y necesaria. Fue un adelantado a su época, por algo lo fusilaron. Siento que, no solo se resignificó, sino que vino a ponerle voz a las minorías, a la injusticia, a la diversidad. Todos términos que manejamos ahora, pero que, en su momento, no. Más allá de que lo hayan fusilado en el 36, Lorca está más vivo que nunca, porque resuena en todos lados: en la literatura, el teatro, etc. La mayoría de la gente sabe quién es, en mayor o menor medida. Está en el imaginario y eso es importantísimo.

Ser o no ser…

– Como actor, ¿cuánto hay de talento, cuánto de intuición y cuánto de estudio?

– Te lo puedo responder desde mi experiencia. Para mí, formarse siempre es fundamental, como cualquier disciplina. Una maestra hermosa que tuve, que es Helena Tritek, decía que “uno tiene que aprender mucho para después desaprender”.

– ¡Qué buena frase!

– Esa idea es muy linda. Estudié mucho teatro y hay diversas maneras de hacerlo, así como escuelas. Depende de donde uno vaya y lo que se busque. Hay cosas que estudié que no me sirvieron ni nunca las usé, pero hubo otras que sí. El haber estudiado teatro antropológico me ayudó a ver lo que me interesaba. El cuerpo por delante, y poder contar desde él. El encuentro que tuve con Guillermo Angelelli y el teatro antropológico fue decisivo. De hecho, lo sigo eligiendo. Uno debe formarse para después ser honesto con lo que desea hacer. A veces es difícil, pero poder elegir es muy importante. La intuición es fundamental. Te diría que la intuición me ayudó y me ha salvado la vida muchas veces.

– A lo largo del tiempo, tuvimos la camada de actores, del “actuó como soy”. Después vino otra. Parece que las nuevas generaciones no han explotado lo que se espera de ellas.

– Son como “oleajes”… cosas cíclicas que van sucediendo. No me gusta decir la palabra “moda”, pero a veces siento que lo son. Vas al teatro independiente y parece que todas las obras fueran iguales, aunque las escriban diferentes dramaturgos, las dirijan diferentes directores y las actúen diferentes actores.

Está bien ir probando cosas, pero hay que ver qué queda de eso. Hay mil maneras de hacer teatro, aunque el teatro es uno. Esto tiene que ver con que haya un buen texto, un buen actor que pueda decir y hacer ese texto y alguien que dirija bien. Son las patas fundamentales de todo. Después, hay diferentes formas de hacer teatro y no comulgo con todas. Por ejemplo, no me interesan quienes hacen de sí mismo en un escenario. Voy al teatro y a veces ni siquiera escucho lo que dicen. Termina la obra, los ves en la vereda y son iguales. Me gustan los actores que actúan, en tanto uno es actor para actuar. Digo esto porque se ataca mucho a “lo clásico” y a la gente que se formó, tildándolos de “viejo”.

– Es cierto.

– Soy un actor de otra generación, con otra formación, pero valoro eso y lo rescato. Nos formábamos corporalmente, leyendo teatro y literatura, íbamos al cine, conocíamos de música y entrenábamos. Por eso, la formación es fundamental.

– En esta reflexión, tomando un viejo refrán, ¿no se “mató a los padres” todavía?

– Mirá, cito maestros porque me gusta realmente. Trabajé al principio con Roberto Villanueva, que era un director muy interesante, con una visión hermosa del teatro. Decía que “un buen actor siempre tiene que saber cuál es el momento correcto de matar al director” tras estrenar una obra. El director ya había hecho su trabajo. Si lo hizo bien, ya todo el mundo tiene claro qué es lo que hay que hacer. Después, un buen actor tiene que saber matar al director para cuidar la obra y permitir que siga creciendo.

– Hay algo de eso.

– Está bueno tener respeto a nuestros maestros y a los anteriores, pero también hay un momento en que hay ser autónomos y equivocarse también. En el teatro nos cuidamos mucho el culo y hay miedo de equivocarse. Para mí, lo mejor que nos puede pasar, es equivocarnos. En el arte, nunca se termina de saber qué es lo que está bien y lo que está mal. Se puede intuir, o tener un gusto definido para un lado u otro. Hay que meter las patas en el barro y equivocarse. Después del error, se aprende y se empieza a hacer todo mejor.

– Has generaciones tienen miedo de equivocarse, como si no pudieran sobreponerse

– Tuve la suerte de trabajar con gente a la que admiro como Ingrid Pelicori, Omar Núñez u Horacio Roca. Gente apasionada y hermosa. Muchas veces te dicen “Bueno, es una obra de teatro” y es cierto. Sí bien se quiere hacer las cosas bien, nuestro trabajo no deja de ser una gran mentira. “Bueno, es una obra de teatro. Podemos equivocarnos”. No hay que tener miedo de equivocarse. Las nuevas generaciones tienen muy mala relación con el fracaso, y peor, con el éxito o lo que suponen que es. Esa palabra está tan vapuleada y malentendida. Ojalá los más jóvenes tengan ganas de fracasar y de equivocarse, porque, por ahí va la cosa.

Lo viejo, funciona (y es inolvidable)

– El año pasado hiciste tres obras. ¿Cómo es el día de hoy, 2025, en relación al 2010 que también estabas en tres elencos diferentes?

– Ahora, soy un señor que tiene 15 años más (risas). El año pasado, fueron propuestas que me interesaron por diversos motivos. Sentí que tenía que estar. De alguna manera, el universo acomoda y uno puede hacerlo. He tenido años (o varios) en que estuve sin hacer nada porque no me llamaban o lo hacían para cosas que no me interesaban. Cuando hay ganas y deseo, como en el 2024, se adecúa todo. Hoy, con “La piedra oscura” tengo un desafío grande, con funciones de miércoles a domingo. En algún momento dije, “¿podré hacer esto?” y si, se puede. Si el deseo es grande todo se acomoda para que sea posible.

– Estuviste en lugares que fueron usinas de creatividad como Puerta Roja de Adrián Canale y Marcelo Subiotto, El Kafka de Rubén Szuchmacher, el Teatro del Abasto de la Negra Montenegro o la Sala Escalada, de Alberto Ajaka. ¿Crees que pueden volver a surgir este tipo de espacios?

– Acá es cuando me gustaría haber estudiado sociología, porque es muy amplio el asunto. ¡Mirá los lugares que nombraste! Espacios hermosos, donde se juntaba gente creativa. Me encanta la palabra “usinas de creatividad”. Había algo de eso. Nos juntábamos durante meses a experimentar y a veces, ni siquiera se estrenaba, pero no había problema. La idea era experimentar, trabajar, juntarse con colegas. La mayoría de esos espacios cerraron sobre todo, por falta de apoyo, por cuestiones económicas. Igualmente, siento que en algún rincón vuelve a encenderse una llamita. No tan masivamente como pasaba antes, que era más habitual, más cotidiano, pero siempre aparece alguien nuevo, joven con otra manera.

– Tiene que ver con la forma….

– …ojalá la gente joven entienda que la manera de aparecer es un poco más complicada en el mejor sentido. Es exponiéndose, poniendo el cuerpo, combatiendo y defendiendo una idea. Esas son las maneras de aparecer y de perdurar. Hay muchos que aparecen y después después “pumba”, no sabemos más. Algo de eso cambió porque tiene que ver con la realidad económica que estamos viviendo, que es espantosa. Igualmente, soy optimista. En menor o mayor medida, siempre aparece gente interesante que se embandere de la mejor manera para luchar por esto y, al menos intentar que vuelva a encenderse esas usinas.

– Si te preguntase por cinco obras de tu carrera, ¿cuál elegirías?

– Uhhhhh. Por suerte he hecho muchos proyectos que me gustaban e interesaban por diferentes motivos. Nunca elegiría nada porque fueron exitosas, pero sí porque me han marcado en mi vida. Por ejemplo, la primera obra que hice acá en Buenos Aires, que fue “La tercera parte del mar”, que dirigió Roberto Villanueva. Tenía 20 y piquitos. No entendía nada de nada de la profesión, pero fue una “bisagra”. Después, “Chiquito” fue muy importante para mí. “Greek” también, para entender el teatro desde otro lugar. “El corazón del incauto”, por lo que había que actuar, los compañeros que tuve y lo que pasaba con el público. También destacaría a “Sacco y Vanzetti”, que hicimos en el Cervantes y toda la temporada de verano. Un espectáculo político sobre estos dos anarquistas italianos y la verdad, fue exitazo. “Las desentradas” fue hermosa y nos fue muy bien. La hacíamos dos veces por semana y siempre estaban agotadas las entradas. Disfrutábamos mucho hacerla. Veníamos, armábamos, armábamos la escenografía, nos lavábamos y nos planchábamos los vestuarios. Bueno, todo lo que hacemos los actores de antes en relación con el teatro independiente. Me debo estar olvidando de muchas, pero es porque me he cruzado con directores y compañeros geniales, algo que ha sido muy enriquecedor para mí.

– Recién mencionaste a “los actores de antes” y estamos hablando del 2011, 2013. O sea, poco más de 10 años. ¡¿Cómo cambió la percepción del tiempo?!

–  No hace tanto, pero cambió muchísimo. El mundo cambia, y muy rápido. Es fundamental acomodarse. Aquél que no lo hace, sufre mucho. Vas a un casting de cine y te preguntan “¿Cuántos seguidores tenés?”. ¿Y eso que tiene que ver con mi trabajo? Es espeluznante. Eso ha cambiado tanto. Los youtubers que protagonizan obras de teatro. Ojo, está todo bien que trabaje todo el mundo, pero ¡hay gente que se formó al respecto!

– ¿Algún personaje que te gustaría interpretar…?

– No, en esto soy un desastre. Nunca tuve personajes preferidos o soñados. Lo que si tengo es que hubo autores que no hice. Por ejemplo, nunca hice Lorca o Chejov, que son autores que me gustaría hacer. Generalmente, de chico, uno sueña con hacer “Hamlet”. No fue mi caso. Sueño sí, con seguir haciendo teatro.

Actualidad 2025

– Con la coyuntura que nos atraviesa, ¿el teatro se está convirtiendo de a poco en un sitio de resistencia?

– Si, aunque creo que lo es desde hace siglos. Se va resignificando de acuerdo a la situación que nos atraviesa. Ahora lo es, más que nunca, como la mayoría de las artes. Es muy espeluznante lo que estamos viviendo tanto a nivel país, ni hablar a nivel mundial. Me pasa con “La piedra oscura”, que es un hermoso lugar para poder subir al escenario, todas las noches, a decir todo lo que tengo que decir con esa obra que resuena y se resignifica. Son los lugares que uno elige para resistir. Incluso están pasando y he vivido cosas que nunca pensé que iba a vivir. Me pasó en el último abrazo que hubo al INT, que estábamos todos ahí, en la vereda y de golpe apareció una manada de gendarmes. Parecía una película de ciencia ficción cuando empezaron a empujar y tirarnos contra la vereda.

– Más cuando uno ya tiene varios años…

– Viví toda mi vida en democracia. Nunca pensé que iba a vivir algo así. Este amedrentamiento, esta locura de que uno no pueda estar en la calle pacíficamente, defendiendo algo. Más si es algo legal, que corresponde a nosotros los trabajadores del teatro y de la cultura, pongamos el cuerpo por eso. Cuando suceden estas cosas, más me dan ganas de, como decía Juan Gelman, salir con “el cuchillo entre los dientes”, a defender lo que hay que defender. Hay cada vez más cosas para defender porque están atacando y destrozando todo. El teatro –sería mi caso- como puede ser la literatura, la música, el periodismo, el cine, es el lugar desde donde debemos resistir hoy más que nunca.

– ¿Te “sorprendió” la cantidad de gente que estuvo? Te lo pregunto porque tengo esa mala costumbre de decir «tiene que haber más gente del teatro defendiendo esto”. Es esa paradoja, esa sensación que tiene que haber mucho más.

– Coincido. Me sorprendió gratamente porque, además, era un domingo a la mañana. Tengo esa misma sensación porque somos muchos más, pero cuando hay que poner el cuerpo y a levantar la voz, somos una minoría y siempre los mismos. Veo que la gente se sigue cuidando mucho el culo aunque no sé de qué se cuida. Si uno no sale a defender su lugar de laburo, ¿quién lo va a hacer? Soy un trabajador del teatro y de la cultura por lo que tengo que salir a defenderlos. Esto, entre otras cruzadas como también lo es la defensa de la universidad pública, o los jubilados. Son un montón de cosas que hay que defender porque vivo en esta sociedad y soy parte de esto. Lamentablemente, me queda la sensación de que siempre somos pocos, porque somos muchos más.

– No olvidemos que hay gente del arte apoyando esto…

– Tengo muchos conocidos, trabajadores de la cultura que defienden todo lo que está pasando y lo justifican. ¿Sos un trabajador de la cultura o de un colectivo o una minoría que es muy atacada y defendés este gobierno? Eso no lo puedo entender

– Da mucha bronca esto….

– Ahí es donde me desesperanza bastante la humanidad. Entonces después recobro fuerzas y vuelvo a ser optimista. Esto no quita que ese tipo de cosas me sorprenden mucho. Sí creo que deberíamos ser más, que siempre somos una minoría, que somos siempre los mismos. Creo que es por miedo aunque no sé de qué se cuidan. Es como un miedo “aprendido”. Eso ha funcionado muy bien y pasa esto. La gente no sale, no protesta y no levanta la voz, por más que esté viviendo situaciones atroces, como estamos viviendo, como todos los días.

– ¿Todavía está el artista que dice “de política no hablo. No quiero contaminar mi arte”?

– Si. Están todos. Lo que dicen “No hablo de política, yo solo actúo o canto o lo que sea”, lo cual me parece espeluznante. Todo lo que hacemos es un acto político, un acto de militancia, para un lado o para el otro. Después está la gente más conocida, “las carotas de la cultura” o de la actuación, que defienden y comulgan con esto. Se embanderan y se abrazan a esto. Es tristísimo y de una gran falta de empatía. Ahí te das cuenta desde donde milita cada uno la profesión. Solo le importa ser una cara conocida, llenarse los bolsillos y que lo aplaudan; después, está la gente que levanta la voz por los silenciados, para luchar desde nuestro lugar, volviendo a la pregunta que es nuestro lugar de resistencia, el teatro.

Urbaneja today

– Al día de hoy, ¿en qué momento de tu carrera te encontras?

– Creo que llegué a cierta plenitud. No diría “madurez”, pero estoy pleno con mi vida. Siento que vivo bastante parecido a la forma que siempre imaginé. Puedo elegir lo que hago como actor. Eso es muy importante ya que no siempre uno puede. A veces, se hace cosas, por cuestiones económicas, que después hasta te da vergüenza a saludar. Eso es real, pero siento que estoy en un buen momento. Rafael y “La piedra oscura” son una gran responsabilidad, un desafío y un honor también que me hayan llamado para hacerla.

– ¿Habrá algún Martín Urbaneja director?

– Soy muy respetuoso con eso. Honestamente, nunca estudié dirección aunque he dirigido algunas cosas. En mis pagos en Trenque Lauquen, tengo un grupo que se llama Marabunta, donde hay gente con muchas ganas de hacer teatro. Ese deseo, para mí, es primordial. Siempre que puedo, hago algo con la gente de allá. A veces se me complica por cuestiones de trabajo, como ahora, pero siempre me ha gustado. Siento que es un nuevo territorio de experimentación. Dirijo con la mayor amorosidad posible. Como actor, se necesita que lo dirijan con amor, con respeto, con lucidez si se puede. Entonces intento ser claro y empático que es la mejor manera de que a uno lo dirijan. Estoy contento con eso, porque hicimos espectáculos teatrales, montajes con poesía y música. Es un espacio que me gusta tenerlo.

– Si te traigo un formulario, y te preguntan “ocupación”, ¿qué pones?

– Ahora pondría actor. Siempre me dio vergüenza porque los actores tenemos un poco eso, cuando vas al aeropuerto. Pones “actor” y te ponen alguna cara….o se van a reír. A esta altura tengo que hacerme cargo de lo que soy. Soy actor.

– Si no eres actor, ¿qué iba a ser de tu vida?

– Cuando estaba por terminar el secundario, quería estudiar psicología o actuación. Hubiera andado entre Freud y Lacan, pero terminé por acá. Igualmente, nada. Estoy cada día más convencido que éste era el rumbo correcto.

– Igual hay muchos actores que son psicólogos.

– Sí, sí…nuestro laburo tiene que ver con eso, buceando en las psicologías de otros.

– La última, si por la puerta de este bar entrase el Martín Urbaneja que estaba por venirse a Buenos Aires, desde Trenque Lauquen, ¿qué le dirías?

– Mira, honestamente le diría que “hizo las cosas bien” (risas). Lo digo bien, sin ningún tipo de vanidades. Estoy muy contento con todo lo que pude hacer, con poder vivir de mi profesión y poder elegir lo que hago. De poder defender lo que defiendo en todas las causas que ando metido. De aquella época, me acuerdo mucho el soñar. Soñaba mucho con Buenos Aires y el estudiar teatro y actuar. El mito de actuar en la Calle Corrientes, que es lo que me está pasando hoy. Así que le diría algo que es casi un cliché, pero que, en estos tiempos, me parece fundamental. “No dejes de soñar”. Hay algo de eso, aunque suene a un cliché. El deseo es la mejor brújula, siempre.

“La piedra oscura”. Teatro General San Martín. Sala Cunil Cabanellas. Miércoles a domingos, 19.30 h.

1 comentario en “Martín Urbaneja: “Lorca está más vivo que nunca”.”

  1. Maria de los Angeles Sanz

    Excelente entrevista, las preguntas van conduciendo sin imponerse sobre el entrevistado, y logra que éste se abra, y sus comentarios surjan con naturalidad. Gracias

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio