Josefina Lamarre: Música, poética y denuncia

La semana pasada, posteamos lo que nos había parecido “Melancolía erótica”, una obra interesantísima, que puede verse los viernes a las 21 hs, en el Teatro Belisario. A continuación, Josefina Lamarre, la creadora de dicha puesta, cuenta como fue la génesis -atrapante- de la obra en relación con el abuso sexual infantil.

– Josefina, ¿cómo surge la idea de hacer “Melancolía erótica”?

-Surge de un deseo y de una necesidad. Deseo de poder amalgamar en una misma obra los distintos lenguajes en los que me formé – la danza, el teatro, la música, la performance – para encontrar uno personal. Necesidad en tanto poder abordar y nombrar un tema que me obsesiona: el abuso, en particular, el abuso sexual infantil, y las marcas indelebles que genera en la configuración del deseo una experiencia de este tipo. Es decir, Melancolía surge como acto de denuncia y resistencia frente a este tema.

-¿Y el nombre de la obra?

– Remite a un tratado del 1600 en el que se diagnosticó así a una especie de enfermedad de la que se conocían los síntomas pero no se acertaban sus causas. En esa época no existía la psicología propiamente dicha, como ciencia, y se intentaban explicar los fenómenos psicológicos desde los más llamativos argumentos. Lo que me atrajo es que, justamente, se veían ciertas conductas pero se carecían de las herramientas o de la información para ahondar en sus causas. Algo que sucede con los síntomas de quienes padecieron abuso, por ejemplo. En este sentido, «Melancolía Erótica» es un dispositivo que funciona como síntoma e intenta develar el origen de esa conducta. Sin embargo, la desmentida sobre el tema está tan arraigada que, si bien es obvio en la obra, a muchos les pasa desapercibido.

– ¿La música ya la tenías en la cabeza para hacer la dramaturgia de la obra?

-Los temas fueron llegando de a poco. Mi sistema de pensamiento es por imágenes, como para los orientales, como ideogramas: primero vienen las imágenes y después, hay que decodificarlas. Como evidentemente todos tenemos alguna obsesión que secreta o abiertamente nos guía, las letras de las canciones eran sutilmente seleccionadas por la mía. Pero tardé más que mi intuición en darme cuenta de qué querían significar. Así que el trabajo de dramaturgia fue casi la etapa final y en eso, me ayudó muchísimo mi amiga y co-directora, Emilia Escaris Pazos.

– Me contaste que el apagar la luz manualmente fue de manera premeditada, ¿no?

-No. Lo premeditado fue hacer una puesta de luces como en la mayoría de las obras de teatro. La obra la trabajé y ensayé durante dos años en el living de mi casa. Se cargó de una intimidad tal que, cuando fuimos al teatro a armar la puesta de luces con Matías Sendón, rechazó absolutamente las luces de la sala. Se solemnizaba y se estatizaba. Por eso, con Matías retomamos la idea original: la de operar yo misma las luces dentro de la escena. Así se justificaba aún más la idea de que esta mujer está sola ensayando su show.

– ¿El poner un tema de los Redonditos de Ricota no quita la atención lograda por la puesta, por el clima que tiene consigo la canción?

-Ese es un riesgo que conlleva la apropiación como método. Para quienes no conocen ese tema no significa una distracción. Es más, hay personas que piensan que todos los temas son míos, es decir, de mi autoría. Hay otros en cambio, que tardan en reconocer o directamente no reconocen al tema original. Las versiones que creé a veces toman una parte de la canción que es la que me interesa usar para “decir” lo que necesito decir. Creo en que hay que correr riesgos en el arte para que esté vivo y provoque. Es parte de la apuesta, ¿no?

– ¿Te quedaron algunas canciones en el tintero?

-Sí, me quedaron unas cuantas. Había una versión que me gustaba mucho de un tema brasileño que conocí a través de Ellis Regina: «Cariñoso», que la tuve que sacar porque la obra, cuando empieza a configurarse, se impone a tus deseos y te obliga a ciertas elecciones. No podés meter todo lo que quisieras. Se debe recortar y quedarte con las ganas de algunas cosas.

– La obra es poética pero también contundente en lo que plantea. ¿Qué devoluciones tuviste respecto a esa “creación de sentido”?

-Me emociono muchísimo cuando descubro la profundidad de lectura que hacen los espectadores. Algunos, con una precisión que no deja de sorprenderme, porque la obra plantea un desafío en ese sentido. No se trata de una narración convencional sino que utiliza las letras de las canciones como texto, y ciertas acciones y estados del personaje que no tienen “palabras” pero que están diciendo igualmente. Entonces exige de parte del espectador un trabajo de interpretación e hilación de sentido. Tiene que “develar”. En cambio, para otros , se vuelve más hermética.

Por otra parte, cada obra tiene su público, y estoy descubriendo cuál es el de «Melancolía». Claramente, el público con el que mejor dialoga la obra es más bien joven: entre 20 y 45 años. El público femenino tiende a identificarse rápidamente con el lenguaje de la obra mientras que el masculino, dependiendo la edad y el tipo de sensibilidad hacia el universo femenino, varía más en su relación con el material. No creo que sea casual justamente por el tema. El abuso sexual que, en una sociedad machista y patriarcal, se acentúa en las mujeres. Por otra parte, está siendo un tabú que sale a la luz, por lo que a ciertas generaciones les cuesta más.

He tenido las mejores devoluciones de hombres jóvenes, con una precisión y sensibilidad increíbles hacia la poética que propone «Melancolía». Lo mejor es que algunos me han dicho que encontraron en el lenguaje de la obra uno con el que se sienten identificados. Eso para mí, es de los más gratificante.

– ¿Tuviste algun tipo de lecturas que te hayan influido en el texto de la obra?

-Sí. Leí Roland Barthés y su “Fragmentos de un circuito amoroso” (uso una frase de ese libro); “La metástasis del goce”- Seis ensayos sobre la mujer, de Slavoj Zizek , ” Saturno y la Melancolía” de R. Klibansky, E. Panofsky y F. Sazl, distintos ensayos y estudios sobre abuso sexual infantil, “Melancolía Erótica” de Jacques Ferrand y distintos estudios sobre el origen del cabaret.

– ¿Cómo te definís a nivel artístico?

– No me gusta definirme, me gusta “devenirme”. Somos seres muy complejos. Uno es de muchas maneras y en función del contexto y la necesidad, va poniedo en primer plano alguna característica más que otra de su personalidad.

– ¿Qué referentes tenés tanto en la música como en el teatro?

-Uh! En la música, infinitos. Desde Violeta Parra, el Cuchi Leguizamón, las copleras, Chabuca Granda, Chavela Vargas, La Lupe, la Trova Cubana, Lila Downs, Los Redondos, Virus, Spinetta en una época, el tango, Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Ellis Regina, Cassia Eller, Mina, Radiohead, PJ Harvey, Laurie Anderson ( como música performer y artista ), Tom Waits, Pixies, Queen, Diamanda Galas, Carmen Baliero, etc.

En el teatro lo que primero me impactó fue Pina Bausch, y hablamos de danza teatro. Me gusta el trabajo de La Fronda, de Paco Giménez, de Daniel Veronesse con el Periférico de Objetos y sus versiones de Chéjov, La Zaranda, Ciro Zorzoli, El Cirque du Soleil, El Descueve….Me interesa más el teatro de investigación, el teatro de imagen y el que articula distintos lenguajes. También disfruto de otras formas de teatro cuando siento que están logradas, claro. Pero prefiero un texto muy bien escrito, como pasa con Kartún, Gambaro o Pavlovsky y ni hablar de Shakespeare. Otras obras que vi y me gustaron fueron las de Inés Saavedra, Mariana Oberzten, Agustina Muñoz, Mariana Chaud, Daulte, Tolcachir, Marcelo Savignone, Mariela Asensio en “Hotel Melancólico”, o “Harina” de Podolsky y Carolina Tejeda….En fin, seguro me olvido de muchos.

– ¿Cómo recordás el impacto que fue “Mujeres en el baño”?

-“Mujeres en el Baño”, de Mariela Asensio, además de ser una obra eficaz y de contar con una buena estructura teatral y un buen trabajo actoral, apareció en escena en el momento indicado: era el aniversario de Simone de Beauvoir y había una importante agitación del pensamiento feminista. Esto ayudó mucho porque las y los periodistas y crític@s le dieron mucho apoyo y difusión. Todos sabemos cómo funciona. Además del boca en boca, la influencia de los medios es contundente.

– ¿Estás con otras obras? Contame sobre lo que hiciste en el Ecunhi.

-Integro la Compañía de Teatro Foro “El Infierno de los Vivos” con las que hacemos funciones de distintas obras en distintos lugares y eventos. Trabajamos en el ECUNHI, Centro Cultural Nuestros Hijos (ex ESMA), donde gracias a que su director, Guillermo Parodi, apoya nuestro trabajo, tenemos un espacio para ensayar. A partir de Agosto vamos a formar parte de un proyecto educativo en el que se invitan a colegios a una visita guiada por el lugar y termina con una función de teatro foro. Este tipo de teatro es una de las ramas del Teatro del Oprimido que creó Augusto Boal en Brasil como correlación a la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire.

-Contame como sería…

-Lo que hace el teatro foro es presentar una obra que contiene un conflicto grave y no lo resuelve sino que, en el auge del conflicto, la obra termina y se abre el debate con los “espect-actores”. Es decir, no sólo se reflexiona y proponen posibles soluciones sino que se pasa a actuarlas, a accionar las propuestas. Por eso decimos que es un ensayo para la toma de decisiones en la realidad. Es sumamente movilizante y estimulante. Tenemos tres obras actualmente: “Qué onda con Borges?”, ” Redonda” y “Puzzle”, todas creaciones de la compañía, y “7 niños judíos: una obra para Gaza”, de Caryl Churchill. Ésta no es de teatro foro pero la usamos como disparadora.

También en el ECUNHI damos talleres de teatro foro para todos los interesados, los martes. Los dicta el director, Marcos Arano. Dejo el blog de la compañía para quienes quieran ampliar su información: www.elinfiernodelosvivos.blogspot.com

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