La Memoria, en el barrio

Siempre fui de participar en marchas y reclamos pero lo ocurrido el pasado viernes 22 de marzo fue una emoción grande. El hecho de participar en una marcha que recorrió las calles de Floresta, mi barrio en el cual se encuentran los centros de detención Automotores Orletti y El Olimpo, fue de una movilización personal muy grande.

 
La gente se congregó en la esquina de Av Rivadavia y San Nicolás. Allí, con banderas y artistas de todo tipo, se inició la caminata que bordeó la calle Joaquín V. González hasta Venancio Flores, por donde tomó hacia la derecha, 200 mts hasta donde se encuentra Automotores Orletti.

Banderas de distintas agrupaciones, que iban desde ATE, pasando por el MST o La Cámpora, Nuevo Encuentro o la Asamblea de Floresta, daban el marco de participación donde estaba y marchaba aquél que lo deseaba, sin conflictos por pertenencias de algún tipo. Gente de varias edades se ven en las columnas que forman parte de la marcha. Algunos oradores recuerdan la crueldad reinante en Orletti y que por allí desfilaron compatriotas uruguayos, bolivianos y peruanos, dando cuenta de la fatídica existencia del Plan Cóndor.


La movilización continuó su rumbo por Emilio Lamarca, dobló a la izquierda por Bacacay hasta Joaquin V. González donde siguió hasta Yerbal, donde giró a la derecha. Ver como había vecinos que se acercaban y preguntaban….que no se cerraban las puertas o ventanas de las casas sino con gente mirando, sin miedo, es un pequeño gran placer.


El recorrido tiene un gran valor para mi. Allá lejos y hace tiempo, por el año 1984, cursaba la escuela primaria en la Mauro Fernández, de la calle Bacacay entre Emilio Lamarca y San Nicolás. No me olvido más un día en que mi madre me fue a buscar al colegio y vi una gran cantidad de cámaras y fotógrafos a la vuelta de la escuela. Le pregunté al respecto y me dijo “En casa hablamos”.

Siempre había sido un chico curioso. Aprendí a leer de muy chico y todo lo que caía en mis manos, lo leía. Como buen hijo único, construí un mundo interior amplio, a partir de lo que leía en los diarios y revistas y en el futbol que escuchaba por radio. De esta manera, escuchaba, miraba y leía.

Al llegar a casa, mi madre, después de un vaso de leche chocolatada, me dijo “¿Qué querés saber?”. Le conté de mi curiosidad y ella me explicó al respecto. Me quedé sorprendido. En esa época, empezaron a salir una gran cantidad de historias relacionadas con el tema. Que un matrimonio se había escapado desnudo, llegando hasta Rivadavia, donde los ayudó la gente; que no se podía dormir en las casas de los alrededores por los ruidos que había. Mi madre era amiga de una modista que vivía a media cuadra. Una vez, por esa época, escuché una conversación entre ambas en la modista que corroboraba lo de los gritos.


Por eso, hacer esta marcha, por mi barrio, viendo los mismos lugares en los que pasé mi infancia es muy fuerte. Ver a chicos desfilando, y contándole a los vecinos que es lo que están haciendo, con gente marchando y recordando, me permite ver con optimismo un futuro que debe contemplar a la Justicia, la Igualdad y a la Memoria como estandartes. No puedo evitar emocionarme al mirar dentro de Automotores Orletti y más aún cuando paso por delante de mi vieja escuela primaria, junto con la marcha.


Llego a casa, me limpio los ojos y escribo. Voy y vuelvo a través del tiempo. Desde ese lejano 1984, en que empecé a descubrir que fue lo que había ocurrido, sostengo, ahora y siempre….¡Nunca Más!

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