Hector Alvarellos: “El teatro es un hecho grupal”

A punto de cumplir 34 años de existencia como Grupo de Teatro de Calle, La Runfla estrena “Sombras del holograma. O la luz de los abrazos.”, en Parque Avellaneda. Héctor Alvarellos encabeza este combo artístico maravilloso que, desde el juego y el humor, pone la lupa en las sociedades contemporáneas desiguales, hipertecnologizadas y sometidas al consumo, el marketing y la violencia. Mate de por medio, Alvarellos reflexiona sobre la coyuntura artística y desmenuza su obra en exclusiva para ECDL.

Fotos: Cecilia Inés Villarreal.

– Héctor, contame cuando surge “Sombras del holograma”…

– “…o la luz de los abrazos”.

– Ya el título tiene una construcción poético-visual es muy buena.

– Primero pensé en “La caverna” de Platón. Ya habíamos tenido un acercamiento cuando hicimos “El gran funeral”. Lo mismo con Nietzsche. Me puse a pensar en el por qué de tanta vigencia de estas obras. Siempre aparece “La Caverna” y lo ves en “Matrix” o en tantas cosas que se han hecho. Vamos a la esencia. El poder te hace ver “sombras” en la pared de los que están encadenados. La gente cree que esa es la realidad, hasta que uno de ellos se libera y se escapa. Cuando vuelve, no le creemos, ¿no? Entonces, primera pregunta, ¿quién maneja esa sombra? y después, ¿quién maneja hoy el poder? Tenemos las caras que serían los hologramas. Hoy los líderes mundiales son los hologramas y los cambian en cuanto se equivocan. ¿Cuáles son las cadenas que tenían los que estaban encadenados en la caverna?

-Hoy, pueden ser las redes sociales….

-…y las fake news. Sobre eso construyo cada personaje de «Sombras del holograma o la luz de los abrazos» que está basado en una red social y el estímulo que tiene, aunque no está explícito. Los fakies -como personajes de la obra- llega a confundir tanto que no se termina conociendo nada. Entonces la sombra -que es muda- es un holograma que desaparece en cuanto no funciona y aparece otro que lo reemplaza con los mismos objetivos. Veamos, ¿cómo se alimentan las redes sociales? Ahí, proyectamos en alta velocidad el miedo, el hambre, la comida chatarra y todo lo que vemos en televisión y se alimentan de eso. La gente, para entrar a ver esto, va a usar sus celulares.

– ¡Mirá que interesante! .

– Si, si. Se alumbra la caverna por un túnel. Utilizamos frases importantes banalizadas. ¿Viste cuando te dicen “porque tal cosa…” y te citan a Brecht? El tema es después qué hacen con Brecht. ¿De qué estamos hablando…?

– De la pasteurización de algo que es realmente fuerte pero, digamos se le baja el precio…

– Entonces, le damos a la gente un programa que tiene un Código QR, que tiene el video del alimento. Cuando el holograma no le funciona a los “fakies”, saltan al público y le piden que escaneen el programa para alimentarlo. Así el público le da más vida…

– ¿Cuánto te llevó todo esto? Cranearlo, ensayos y llevarlo a escena….

– Estuvimos casi ocho meses y de craneado, un poco más. Mientras lo pensas, vas y volves, seguís buscando….Lo que tiene el Teatro de Calle es que mucha de la dramaturgia se pone en el espacio porque éste habla dramáticamente. Como es de noche, hay un trabajo especial de iluminación pero bueno…

-Le metiste una música permanente, como una pared de sonido.

-Sí, es con música original. Hay una escena en la que ríen todos y se habla de la felicidad. Fijate que el que se escapó y quiere cerrar la puerta de la caverna,hace un discurso sobre para qué sirve la libertad. Pareciera que lo hicimos justo para Milei pero no es así.

– Justamente, una palabra absolutamente banalizada….

– ¡Claro! Una palabra robada a los anarquistas…Al respecto, en la obra un holograma dice que “ésta es la verdadera libertad”, y se ve a la gente cómoda sentada jugando con el celular. “¿Qué mayor libertad que la que nosotros ofrecemos?”. “¿Para qué preguntarse cosas? ¿No es más lindo no preguntarse y vivir en la ignorancia absoluta? ¿Para qué conocer o tener un pensamiento crítico?”. Al fin y al cabo, son pocos los del pensamiento crítico. Ya están cayendo y son una minoría.

-¿Dónde es el punto de encuentro en el parque?

– Al lado del tambo. Ahí hay un colchón inflable. En un momento, se prenden las luces, con una escena en que se aborda a la gente. La llevan con los celulares por adentro y se sientan para ver toda esa primera parte en la que están el holograma y los fakies. El público participa. Se ubica debajo los árboles, donde hay una especie de fuego. Quedan “iluminados por el fuego”…y suena una canción que dice “esta persona está en condiciones, si así lo desea, de abrazar a otra persona si así lo desea”. ¡Y la gente se abraza, eh!

La calle es un lugar….

– ¿El teatro callejero es el último reducto para la ceremonia teatral?

– Fue el primero porque el teatro nació en el espacio público, el espacio de todos. Espero que no sea el último.

– Tiene un aura de comunidad que el del establishment carece…

– Es su más pura expresión ya que el actor está al mismo nivel del que la persona que lo va ver. Saluda con la ropa con la que hizo el último personaje porque no tiene camarín. Mientras se está desmaquillando, entra un pibe que rompe con el espacio que recién fue escenario. Es el tipo que piensa que nunca lo van a poner en ningún lado ni le van a hacer un reportaje, pero que hace un teatro para todos. Para el que tiene, el que no tiene, el pibe, el grande, el pobre o el rico. En ese sentido es absolutamente amplio y de total libertad. Uno entra y sale cuando quiere; si vas a ver teatro en una sala, sentado en la primera fila, vas a estar incomodo si te quieres ir.

-Ni hablar si te quedas dormido….

-¡Si!! Entonces, en ese sentido es interesante. Nosotros tenemos la posibilidad de tener tanta parafernalia, porque guardamos todo en el parque. Fuimos los gestores todo esto. Después, es importante poner que la Escuela de Teatro de Calle está para quienes quieran hacer teatro vayan. Se aprende teatro en todos los sentidos. Tiene doce materias y son dos años, de 9 a 13.30 h. Pueden inscribirse antes de marzo…

-Es una carrera corta…

-Si, además, después de hacerla, continúan su carrera por otros lados.

– Te hago la pregunta que le realizo a muchos maestros de teatro. ¿Qué va a buscar el alumno? ¿Aprender teatro o viene con un delirio de ser estrella o algo por el estilo?.

-Hay de todo. Fui docente de la EMAD en la década del 80. Era un momento de explosión de la democracia. La escuela había cambiado. Habíamos hecho una para un actor más integral, un todoterreno. Lo que quiere es ser actor. No importa dónde. Quiere actuar y quiere vivir de la profesión. Ahí está su ego, su Narciso puesto en primera fila porque uno quiere que lo vea. Que sea tímido, es otra cosa.

-Son cosas diferentes….

-Pero el actor quiere que se lo reconozca.

– Hace poco le hice una nota justamente a Belén Blanco y decía que “cada actor tiene su propio fantasma con el cual luchar”…

-Es cierto. Además, nosotros apuntamos a una instancia –ponele- superadora que es la de “realización de grupo”. El teatro es un hecho grupal.

– ¡Me estás tirando el título para la nota!

– ¡Pero sí! El grupo, cuando está conformado de hace mucho tiempo, puede sostener un fracaso; un elenco, no. Si tenes gente convocada en que cada uno cuida su personaje y va a hacer su laburo, si no hay público, no resiste. En cambio, el grupo lo supera. Bajará antes del espectáculo o lo que sea, pero supera la instancia. Crea otro espectáculo y analiza el por qué pasó lo que pasó. Cada vez está más difícil la construcción grupal, porque la gente tiene que vivir de otras cosas. En la escuela construimos en forma grupal. Es más, en la escuela de Formación del Actor para Espacios Abiertos, en el último año se hacen 10 funciones de un espectáculo creado por todos en donde se pone todo lo que se aprendió.

-Haces mucho hincapié en la cuestión colectiva y de desarrollar grupos algo que hoy en día, con el celular de por medio es, prácticamente, un enemigo infranqueable. Más en esta coyuntura en que la individualidad….

– Es muy grave y creo que uno está luchando contra un tsunami. Pero también hay que pensar en que no todo es igual. No es “todo bien” ni “todo mal”. Hay mezclas. Si empezamos a recuperar, de alguna manera el encuentro y apostamos a que exista, se transforma en algo fundamental. Ahora, estamos acá, usando el celular como herramienta pura para contar algo…en lo que no interviene. Es verdad que es una gran lucha contra una tecnología que sirve para un montón de cosas. No estamos en contra, pero cuando cansa y se transforma en algo en contra de tu humanidad…Nosotros apostamos a lo presencial. El teatro es presencial, Pusimos esto en la obra. Venís y te hacemos usar el celular. ¿A quien le sirve? A los fakies…

El colectivo llamado “gente”.

-Al respecto te quería consultar. Vas a cualquier sala de teatro, se le pide por favor al público que lo apague, y no lo hace. ¿Por qué?

– Creo que no puede. Es una resistencia consciente al pedido ya que es por adicción. Se me ocurre como posibilidad. La persona lo tiene incorporado como un hecho cotidiano. Veo que se desesperan cuando no lo tienen. Se lo llevan hasta al baño

– ¿Cómo es la relación con los vecinos hoy en día?,

– La Casita está cumpliendo 31 años de existencia.  Ha cambiado la gente….Hemos encontrado variantes importantes al respecto pero recibe público fluido. Tenemos tres momentos en que cortamos la calle y lo invitamos al vecino a que venga a tomar mate. Vienen y miran, sin saber que hay. Cae gente de otra clase social. Muchos quieren dejar a los chicos en algún lado, aunque sea una percha. La construcción grupal es con Gabriela (Alonso), la coordinadora del Curso de Formación del Actor de La Runfla. Todo esto hizo que la gente se sienta contenida, sin problemas. Si no nos gusta Milei, lo decimos. La gente ha cambiado a mejores circunstancias en cuanto a que das un servicio que no se tendría en ningún otro lugar…

-…si no fuera por esta construcción….

– El Centro Cultural La Casita de la Selva cumple 40 años con el programa cultural en barrios. Cumple su objetivo con creces acá. Empecé con esto cuando estaba con el Teatro por la Libertad. Tengo por ahí un libro que estamos cuando Pacho O’Donnell largó el programa en el 84.

-Uh…con Alfonsín….

– si pero no estábamos acá. 86 y nosotros ya pertenecíamos, no acá que llegamos en 1995. Siempre pudimos hacerlo conservando la independencia, con las dificultades que te impone cierta institucionalización. Para mi, la institucionalización mata el arte. A veces se sobrevive pero en otras, te entorpece. A veces es bueno ordenar, pero lo importante es que la dialéctica de lo artístico no está contemplada por la formación académica de un curso. Entonces, no da con lo que se está brindando.

Un poco de historia

-Tenés una trayectoria larguísima y muy rica pero, ¿cuál sería LA obra de La Runfla?

– No hacemos una obra igual a la otra. Tuvimos el momento que llamamos “teatro urgente” donde hicimos “1816” que íbamos con el carro, la de Dorrego…

-“Drácula” mismo…

-Bueno, “Drácula” fue como un evento…Me acuerdo que hicimos una nota para Clarín, cuando todavía le daba bola al teatro. Uno de los periodistas me decía que nunca se había enterado en ninguna parte del mundo que se hiciera una obra a las 4 de la mañana. Ese horario era porque la obra duraba una hora y pico y amanecía. Entonces, al amanecer todo brindaban con “sangre” y Drácula desaparecía. Una vez me acuerdo que, en uno de los encuentros, le erramos al horario y en la mitad ahora empezó a salir el sol…

-¡Uh! ¿Cómo se resolvió todo?

– Le tuve que decir al Conde, “Negro…morite…” (risas). Apuramos todo lo que pudimos y terminó la función en penumbras. Encima, había una luna llena que no nos dejó ver qué pasaba. Nos faltaba como unos 30 minutos todavía y ya empezaba la alborada. Terminó igual porque no se podía cortar.

-«Dracula» fue todo un hito….

-Si…En 34 años, fueron diferentes momentos pero, como obra propia “El gran funeral” fue muy importante. Era una construcción nuestra en la que tomamos un edificio en donde, de alguna manera, hicimos una recorrida por todas las ideologías y propuestas tanto religiosas como políticas. Si bien, desde el punto de vista actoral no era algo tan exigente, lo era de entrenamiento ya que, de ahí, fue que hicimos la escuela. Hubo que reemplazar algunos actores y esto costó mucho porque el actor de calle necesita una preparación especial. No es solo un tipo que tenga buena voz sino que hay que subir y bajar el cuerpo, la energía, la distancia, lo físico. Intervienen muchas cosas. Esa obra fue una bisagra en tanto formar actores especializados.

-En este 2024, ¿no sería un buen momento para “Drácula” o “El gran funeral” en tanto los planteos que hacían?

– Y sí. Recuerdo que “Drácula” la escribimos con Gabriela en unas vacaciones. Agarramos el autor, al libro y de ahí sacamos la idea. Pensamos respecto a la sangre. ¿Por qué la sangre y qué significa? ¿Por qué no puede entrar a una casa si no lo invita el dueño?, ¿Qué es la casa? Es la mente. Si no lo dejo entrar, no va a entrar. ¿Qué te chupa Drácula? La sangre. ¿Qué es la sangre? Poder. Me saca mi poder de pensamiento y de decisión. Esa analogía está en la novela. Por eso me parece vital, no dejar que Drácula entre en tu casa/cabeza.

-Pero…

– ¡Claro! Por otro lado,  volver a hacerlas…la calle no es la misma de aquella época y hay que ver si lo permiten. Está más conflictiva, más picante y hay que lograr que te permitan. Con “El gran funeral”, hay que subir y lograr los permisos. Armábamos quince cuerpos de andamios. Es mucho y ya no tenemos actores que pongan esa energía porque es demasiado.  Habría que tener una infraestructura de gente que arme y desarme. Podría ser, pero en otras condiciones. Habría que ver otras formas de producción para reponerlas.

Otra de las obras que, para mí, fue destacable, fue “Galileo Galilei” y su idea del “círculo”. Todo sucedía en círculo partiendo desde la música. Todo pasaba de esa manera y por más que durase dos horas y un poquito más, la gente se quedaba hasta el final. Además, su vigencia….Es Brecht.

El ojo externo

-¿Cómo crees que se lo ve al teatro callejero?

– Está como si fuera el teatro para niños. “¿Qué estás haciendo?”, le preguntabas un actor y te decía “una rascada para pibes”. O sea, al teatro para niños se lo consideraba algo inferior y que el teatro para adultos era el bueno hasta que después toma su prestigio por todos los hacedores que vinieron. En el caso del teatro callejero todavía, para muchos, lo consideran un arte menor porque lo asocian con el circo que tampoco es un arte menor. Es otro lenguaje nada más.

-Que tiene una historia riquísima….

– Además el hecho de no estar en “el templo”. ¿Cuál sería el templo del teatro? La sala y nosotros somos creyentes sin templo. Nosotros estamos en la calle promocionando nuestra creencia. No llegamos a ser como San Francisco de Asis, nuestra propia capilla pero seguimos en la calle. Aparte venir hasta el Parque Avellaneda a veces cuesta desde el centro. Cuando hicimos “Drácula” a las 4 de la mañana me decían de poner un micro del centro. Dije que no, que había que jugarse. Pensaba que iban a venir 40 amigos que habían seguido de largo o puesto el despertador pero para el estreno, vinieron 400 personas el día del estreno. Después, tuvimos que corregir después porque la gente seguía viniendo. Cuando hicimos “Galileo Galilei” en el Planetario, era impresionante el público que iba.

-¿Qué público era?

– El que quiero que vea teatro.  Los pibes, la gente común y de pronto, veían “Galileo Galilei” que duraba dos horas y se quedaban. ¡La pucha! El que vamos a presentar ahora, dura una hora y diez. Siempre mido a aquel que nunca vio teatro. O sea, nosotros estamos recuperando permanentemente…no sé si recuperando es la palabra, pero apuntamos a la gente que nunca vio teatro y se acerca por primera vez.

-¡Qué bueno esto!

-Mirá, tengo una anécdota que es terrible. Hacíamos “Macbeth” de Ionesco, con unos andamios por los cuales caían los telones y la gente quedaba rodeada. Había un aquelarre donde se repartía vino y el público, con las llaves pegaba en las damajuanas. Todo en el marco de un juego que se daba cuando se transforman las brujas. Bueno, había un hombre de la Municipalidad que cuidaba el lugar y resulta que entra una familia de bolivianos, con un chico en el cochecito. Vino dos veces y me llamó la atención. El de la Municipalidad me dijo “viene porque repartis vino”. Ahí se veía todo ese racismo. Llega un momento en que me acerco y le pregunto “¿Por qué viniste tres veces?”. Me mira con el tiempo aymara y me responde “Para terminar de entenderla”.

– ¡Un grande!

– Algo parecido me pasó con una niña con “El misil a la flor”, una propuesta antibélica que hacíamos con el grupo La Obra en los años 80, en Parque Rivadavia. Una vez suspendimos la función y cuando un actor pone el cartel al respecto, se le acerca una señora con una nenita que preguntan qué pasó. “Hay una chica enferma y queremos avisar que no vamos a hacer la función”. “Uh, justo viene con mi marido”.

-¡Qué mala suerte!

– La cuestión es que la nena había visto varias veces la obra y ahí, había una jirafa que ella le decía “la jifara”. En la casa, la nena agarraba un plumero y se ponía a jugar, diciendo que era “la jifara”. Ahí, cuenta la señora, que “mi marido me empezó a preguntar al respecto y la nena nos contó todo. Así fue que empezamos a hablar, algo que no estábamos haciendo ya que mirábamos la televisión. La nena nos hizo volver a hablar y a jugar”. El padre solo quería ver cuál era la obra, que los había llevado a la charla. Es en esos pequeños detalles en que está la explicación del porqué de la pasión de seguir haciendo teatro de calle.

– Un gran detalle.

– Por otro lado, está muy difícil el espacio público. Está absolutamente olvidado y también, vedado. Tuvimos que pelear mucho con la Ley del Código Contravencional. Bueno, acá tenemos la ley en el parque y nos defendemos con eso. Fuimos nosotros mismos los que hicimos la ley 1153 que habla de Gestión Asociada y donde programamos vecinos y gobiernos. En realidad, vecinos porque el gobierno está prácticamente ausente salvo los trabajadores de ahí. Por eso te decía que es difícil por la realización y porque el teatro está en el templo.  Después te dicen que “el teatro callejero es el de los grandes rasgos” y no es tan así ya que también tiene su momento de intimidad. Depende como lo genera uno.

Un Alvarellos interno 

– Las dos últimas, si no te dedicabas al teatro, ¿qué hubiera sido de tu vida?

– No sé. Desde muy chiquito que quería hacer teatro. Escuchaba una radio como esta, las novelas. Era chico y me preguntaba “¿estarán ahí adentro?”. Más grande, quise ir a verlos porque quería hacer eso y contar esas historias. Lo imitaba a Alberto Castillo. Como era medio cabezón, me decían “Castillito”. Cantaba sus canciones y me gritaba “Dale Castillito” del conventillo de al lado, en Pompeya. A los nueve años, mi viejo me llevó al club Unidos de Pompeya y ahí empecé con el teatro. Al principio, quería ser cura…

– ¿Si?

– Si. Después, me hice militante del PC. Más o menos lo mismo, ¿no? (risas).

– Cambiamos de dogma…

– Claro. Nada más. Después era lo mismo. Me acuerdo que me echaron de un lugar que hacía teatro porque dijeron que había hecho una obra “comunista”. Era una que había escrito a los 14 años, que se llamaba “Érase una vez un triángulo imperfecto”. Yo nunca había estudiado nada pero, de tanto leer novela, que ya tenía mucho concepto de la estructura dramática sin saber qué era. Un profesor me dijo eso del comunismo y me interesé al respecto. Ya había tenido problemas con los curas porque una vez, uno me traicionó.

-¿Qué pasó?

– Ibas a la misa y te daban un número, con un sello de la iglesia, para aver cine gratis, a la tarde. Había ido a sellar, porque mi abuela iba a Nuestra Señora de las Gracias, en Soldati. Fui a hacer cola para ver la película de la tarde –que pasaban ellos- y apareció un cura que empezó “¡Pecador! ¡Vos te lo robaste!”. No me había robado nada pero tenía el brazo rojo, de tanto sello. Le pegué una patada en el tobillo y…nunca más fui. Ojo, igual hay gente muy piola. Mi tía era una tipa que enseñaba a las mujeres a coser. Respeto al creyente totalmente, pero no a este tipo de iglesia, que no sé enseñan un carajo. Después, me desilusioné con el comunismo porque también tenía un dogma. Por eso, quedé como un libre pensador de izquierda.

-Te dan un formulario en el que te preguntan por tu profesión. ¿Qué pones?

– Pongo “teatrista terráqueo”.

-Si por la puerta de La Casita de la Selva, viniese el Héctor que empezaba a pergeñar La Runfla, ¿qué le dirías?

– “Afloja un poco”. Mi generación se crió con mucha rigurosidad. Los maestros establecían demasiada distancia y no eran cuestionados. Es “aflojá” en el sentido de entender, no de aflojar la técnica ni la metodología. Siempre entendí que el método es un camino para llegar a algo y que es variable, pero que necesita de disciplina. Esto lo pienso hoy. La Runfla de aquel entonces no tiene nada que ver casi con la de hoy, porque hoy tuve que hacer cambios importantes en cuanto a mí a poder entender que el mundo y la gente cambia. Te decía hace un rato que hoy no podría hacer “El gran funeral” porque el actor no está dispuesto…aunque tenga actores que se matan en su labor…

– …pero…

– …aquello era demasiado y hoy también creo que estoy exigiendo bastante. Entonces ese “afloja” me hubiera llevado a pensar en el sentido en cuanto a lo riguroso. Sería “ponerle un espacio más a la escucha. En todo caso, “pone un poquito más la oreja”, pero para ver cómo seguir, no por resignar. Es para abrir más la cabeza. ”Escucha un poco más”. También entiendo que esa tozudez me ayudó a lograr cosas, pero bueno, hasta ahí. Uno, a lo largo del tiempo, va entendiendo que la dialéctica del conocimiento exige también cambios.

“Sombras del Holograma. O la luz de los abrazos”. Parque Avellaneda, Av Directorio y Av. Lacarra, Playón central. Sábados de febrero, 21.30 h y sábados de marzo, 21h.

Ficha artístico técnica de “Sombras del holograma. O la luz de los abrazos”

Elenco: Javier Giménez (Holograma Tad 1, Fake, Rey Lear, Galileo Galilei), Dolores Burgos (Fake, Regania, Escon 1), Maximiliano Emanuel Junquera (Fake, Pregonero De La Escucha), Maive Martino Azar (Fake, Pregonero De La Contemplación), Mauro Rubén Cantisani (Fake, Holograma Tad 3, Kent, Pequeño Monje), Eugenia Llanos Nieto (Fake, Gonerila, Escon 2), Maxi Wachi Rasti (Fake, Pregonero De La Memoria) y Lorena Anahí Mazzeo (Fake, Holograma Tad 2, Cordelia)

Equipo: Santiago Mouradian: Magia, instrucción y asesoramiento 7. Stella Rocha: Diseño y realización de vestuario. Luciano Campodónico: Música original, interpretación y registro. Lara Alvarellos Alonso: Diseño y realización de programa. Daniela Rapetti: Realización de video. Martina Burgos: Fotografía / Fernando Suárez: Asistencia Técnica.

Producción General: Grupo de Teatro Callejero La Runfla. Hector Alvarellos: Dirección y puesta en escena

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