Siempre es un buen momento para escuchar a David Bowie, un músico enorme que siempre estaba dispuesto a encarar diversos desafíos en pos de nuevos horizontes. Nada mejor que ratificar su título de vanguardista de estilo camaleónico con “Earthling”, disco editado en 1997 y que, al día de hoy, se podría escuchar en una disco sin problemas. Con este álbum, volvió a demostrar que era el más moderno de todos. Tomó las influencias de la época para crear un disco tan personal como electrónico que le brinda ese toque de actualidad pero sin perder un ápice de su identidad. Quizás, uno de los motivos del cambio en el sonido de Bowie haya sido, no solo su proverbial inquietud y búsqueda constante de nuevos rumbos sino la gira que compartió con Nine Inch Nails en 1996, momento en el que hicieron algunas canciones en vivo. A posteriori, esa mastermind que era El Duque Blanco plasmaba sus nuevos horizontes en “Earthling”. El disco abre con “Little Wonder” y se aprecia una palpable influencia de Prodigy. Sonido industrial y rabioso para plantar bandera respecto a lo que se iba a venir en los casi cincuenta minutos que dura el disco. El mantra electrónico-coyuntural que inicia “Satellites” (Nowhere/ Shampoo/TV/Come back/Boy’s own/Slim tie/Showdown/Can’t stop) antecede a ese tipo de canciones que siempre se terminan recordando en una vorágine de sonido.
Las baterías pesadas inician “Seven years in Tibet” con densidad hasta conformar un colchón sonoro en el que recalará la programación de máquinas y la distorsión de la guitarra de ese mago de las seis cuerdas llamado Reeves Gabrels. El tema es un oasis de perfección sonora que es un buen resumen de lo que es el disco.
“Dead man walking” es otro gran tema que incluso podría escucharse en una disco (algo que todo el álbum podría pasarse sin que hubiese inconvenientes). Mientras el presuroso “Telling lies” se refiere a la mentira al tiempo que “jadeando por mi resurrección, júrame en tiempos de guerra y stress”, en “The last thing you should do” se pregunta directamente por el cambio en los tiempos y lo terrorífico que está por venir (“¿Qué te estuviste haciendo a vos mismo?/Es lo último que debes hacer/Ya nadie se ríe/Es lo peor que podes hacer) y el contacto entre los seres como único refugio de humanidad. (Guarda el ultimo baile para mi/Agarrá el último colectivo conmigo/Dame el último beso/Es lo más seguro que hacer”).
En “I’m afraid of Americans”, Bowie saca una crítica a lo que se había convertido en los 90 el “American way of life” y a la influencia del Tio Sam en el concierto de las naciones del mundo (“Dios es norteamericano”). A través de los norteamericanos, da su punto de vista sobre el individualismo (“Nadie necesita a nadie y ni siquiera intentan disimularlo”) y lo banal que es Johnny en sus deseos (una Coca, un avión, mirar las estrellas, peinarse el pelo y una concha en su auto). El estribillo expresa aquello que muchos dicen en voz baja pero siente una mayoría. “Tengo miedo de los estadounidenses/Temo al mundo/Me temo que no puedo evitarlo/Me temo que no puedo”. Con “Law”, Bowie cierra el disco a todo volumen (y concepto). Las voces distorsionadas del comienzo que afirman “no quiero conocimiento, quiero certezas”, inician casi cinco minutos de sátira e ironía. Diversos acontecimientos que se suceden y la frase “me da un poco de miedo” dan cuenta del paso del tiempo. Nada es como ayer y habrá que ajustarse a lo que se requiere en un “aquí y ahora” que avanza sin pedir permiso.
Bowie paría un disco de absoluta vigencia en el que hablaba de la robotización del hombre y su incomprensión del mundo frente a los avances tecnológicos al tiempo que toma a esa misma tecnología para crear. La producción corrió por parte de la dupla Bowie-Gabrels junto con Mark Plati, encargado de los samplers, programación y teclados. Es menester decir que las sesiones de grabación del disco duraron tres semanas. Muy poco tiempo. La guitarra sale por medio de sintetizadores y samplers. A partir del sonido tan particular que se obtuvo, se trabajaron las melodías de las canciones. Además, la metamorfosis creativa se plasmaba en su propia imagen. Pelo corto y parado, color naranja junto con una pequeña barba limitada al mentón mientras su saco largo multicolor lo ponía en otra dimensión.
Furioso, atrapante y oscuro, “Earthling” es el gran disco de Bowie en los 90, que se extiende a la actualidad. Si tenes un buen equipo de audio, escuchalo varias veces a diferente volumen. Toda una experiencia sonora de gran calidad.
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