Disco: Rock Argentino en Estado Sinfónico

Todo amante del rock sabe que siempre tuvo coqueteos con la música clásica. Más aún tras el dominio –y posterior caída- del rock sinfónico en los años 70. Amén del género en sí, en «Rock argentino en estado sinfónico» se realiza un homenaje a los clásicos de las bandas pioneras de los años 60 y 70 en momentos en que se cumplen 50 años del rock argentino.

Catorce temas arreglados para que sean interpretados por la Orquesta Sinfónica de Kiev permiten que muchos de los grandes interpretes y creadores de nuestro rock vuelvan a interpretar himnos que han quedado en el inconsciente colectivo.
Al respecto, nada mejor que abrir el disco con un clásico de Pescado Rabioso como “Post Crucifixión” en la voz de Claudia Puyó. Será este tema uno de los mejores del disco con una Puyó poniendo la energía necesaria a unos arreglos que brindan una impronta épica a la pluma de Luis Alberto Spinetta.


Hay voces que cuadran con exactitud con la impronta que crea la orquesta sinfónica. Litto Nebbia dota de sentimiento a “Madre escúchame” con una coda final que le otorga un toque dramático. En el caso de “Presente”, una sutil majestuosidad sonora antecede a la voz de Ricardo Soulé al tiempo que realiza un solo de guitarra que cuaja perfectamente con el final de la canción. El aporte de Gabriel Soulé en los coros es por demás destacable.
Otra de las versiones a destacar es “Avenida Rivadavia”. La voz de Alejandro Medina cuadra con precisión. El comienzo espectacular con cierto guiño jazzero, digno de una película, cambia abruptamente para que Medina ponga el tono exacto para el clásico de Manal. Ariel Rot brinda su sabiduría y buen gusto en la guitarra con aportes que enriquecen la canción.

Dentro de las versiones que se destacan, “Nunca lo sabrán” tiene la particularidad de contar con Luciano Nappolitano y Willy Quiroga en voces, para un tema de Pappo que formó parte del disco “Pidale peras a Mandioca” de 1970. En ese disco, Pappo tocó piano, guitarra y voz, Alejandro Medina, bajo y Rodolfo García, batería. El contrapunto de las voces cascadas y la singularidad de la orquesta otorgan a la canción otro sentido. Más aún con el solo de guitarra que Don Vilanova realiza con el virtuosismo que lo caracteriza, para brindarle una crudeza que corta con el inmaculado sonido sinfónico.
No obstante, en “Donde va la gente cuando llueve”, se percibe un clima urbano que coincide plenamente con la escritura de Miguel Cantilo que, además, pone la voz para este himno de Pedro y Pablo. El “Donde van…” es épicamente conmovedor con los arreglos de violin que le suceden. Es uno de los pocos temas del disco, junto con “Te quiero, te espero” y “Violencia en el parque” en los que solo está la orquesta sinfónica y la voz principal. 

Quien realiza un participación de perfil bajo pero con muy buenos resultados es Kubero Díaz. No solo con su aporte con las seis cuerdas en “Una manera de llegar”  y “¿Nunca te miró una vaca de frente?”, el clásico de Miguel Abuelo, sino que metió voz en la primera, grabada originalmente en 1973 para el disco Kubero Diaz y La Pesada. En el caso de la canción elegida como lado B del simple “Oye niño” que tenía a Miguel Abuelo en guitarra y voz en 1968, ahora cuenta con un sonido bovino al comenzar el tema y un solo de Kubero que le brinda el pulso sanguíneo del rock and roll a la canción. La voz es de Gabo Ferro expresivamente exacta a los requerimientos del tema.
Alma y Vida tiene su momento en el disco con “Del gemido de un gorrión”. La voz de Carlos Mellino aporta sentimiento al dramatismo de un tema que tiene un muy buenos aportes de Bernardo Baraj en saxo y Juan Barrueco en guitarra.

Por otra parte, hay temas que suenan con tal sonoridad que, a algunos puristas del rock, terminará alejando. Gustavo Santaolalla realiza una versión tranquila y diáfana de “Te quiero, te espero”, logrando una buena versión sinfónica de aquella canción grabada en 1970 para el disco debut de Arco Iris. Algo similar ocurre con “Muchacha ojos de papel” que tiene a Rubén Goldín en voz, Leo Sujatovich en piano, Guillermo Arrom en guitarra y Rodolfo García en batería.

El disco emprende la última curva con “Muchacho pronto amanecerá” que lo tendrá a Moris en voz y un muy buen acompañamiento en guitarra de Daniel Russo. La participación de la orquesta es exacta y dota de elegancia a la poesía y la voz de Moris pero también uno se queda pensando si la canción fuese solo de voz y guitarra. Más allá de este pensamiento en voz alta, el tema es de calidad y brinda ese mix exacto de seriedad y sentimiento que amerita la canción.



El cierre llega con “Un camión de rock n’ roll” de Pajarito Zaguri que tiene a Ciro Fogliatta, eterno tecladista de Los Gatos en primera voz. El solo de guitarra de Gabriel Soulé le pone la esencia rockera a un tema al que Fogliatta dota, con su voz alegremente monocorde, de una impronta particular.

“Rock argentino en estado sinfónico” abre el abanico de posibilidades de reinterpretación -y resignificación- hacia diversas aristas. Amén de la calidad del disco, dependerá del gusto personal de cada oyente en tanto establezca el vínculo con cada uno de los temas. A partir de esta situación -y la capacidad a abrirse a nuevas experiencias sonoras-, el disco impactará de varias maneras.
Igualmente, más allá de lo aseverado, «Rock argentino en estado sinfónico» permite la mixtura entre el rock y la música clásica con un álbum por demás disfrutable que permite unir a dos estilos que –pareciera- siempre parecen estar en veredas opuestas pero tienen varios puntos en común.

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