Lucas Martí es inquieto. Habrá quienes dirán que no termina de ajustarse a un estilo determinado, lo cual es una virtud en tanto no es un artista que se repita ni haga lo que dijo Lennon (Al ser consultado en 1964 por el exito de los Beatles, John dijo «No lo se. Si lo supiera, contrataría a cuatro melenudos y sería su manager»).
Ahora, con “Segundo y último acto de noción”, Martí se despacha con veinticuatro canciones acústicas, aunque algunas contienen algún teclado o guitarra eléctrica. La lírica es cercana a lo que podría denominarse una raíz spinetteana, con los riesgos que esto implica. Alguna con un giro político –no partidario- en temas como “Aunque (Remera combativa)”, o ligadas al amor (“Aventurero”).
El disco se inicia con “Joven pequeña historia”, un lindo tema que cuenta con la colaboración de Migue García y que determinará la tónica del CD. María Ezquiaga y Ezequiel Kronenberg (ambos de Rosal) aportan voces y guitarras, dotando a las canciones de un sentido pop, bien entendido. “Flecha”, “Te quiero, te amo” y la mencionada “Aunque”.
El disco cierra con “En las calles de Liniers”, un cover de Hermética, dotándolo de buenos arreglos y dando cuenta de que una buena canción puede realizarse de mil maneras diferentes, sin perder su impronta y su frescura.
El álbum cuenta con una serie de instrumentales ubicados adecuadamente en lo que sería el concepto del disco. El diseño de tapa también corresponde a Lucas Martí. Con “Segundo y último acto…”, Lucas Martí realiza un muy buen álbum. De esos que se dejan escuchar y brindan una agradable sorpresa ante una escucha más atenta.