Analía Fedra García: “Greek es un texto de mucha actualidad”

Quedan pocas funciones de “Greek” pero ECDL no se quiso quedar con las ganas de hablar con Analía Fedra García que responde a todos los interrogantes acerca de una de las mejores obras de teatro de año pasado y de visión obligada durante marzo.


– ¿Cómo es la vuelta con «Greek»?
– La vuelta de “Greek” para mí es una fiesta. Volver a ver a los actores que siguen jugándosela en cada función y descubren nuevos matices me da mucha alegría, también que la obra siga encontrándose con nuevos espectadores, nuevas miradas. Lo que más me impacta es el nivel de entusiasmo que se generó. Bueno, aclaro que también hay algunos que odian  a Berkoff y se enojan con su reescritura de Edipo. A mí me encanta que no salgas indiferente de una función.


– Hoy en día, ¿cómo ves la repercusión que tuvo la obra el año pasado? 
– Cuando ensayás una obra no tenés idea de cómo puede ser la repercusión, es más, da un poco de vértigo y angustia no saberlo. El momento antes del estreno es pesadillesco, y en este caso fue mayor, porque es una obra arriesgada. Ponés todo lo mejor para que el acontecimiento suceda, para que el encuentro con el público sea intenso. Pero hay una parte de este trabajo que es muy incierto y nunca sabés cómo puede llegar a resultar. Hoy, después de haber transitado un año de funciones ese nivel de incertidumbre es menor, aunque antes de cada función vuelvo a sentir el vértigo, y me pregunto, ¿hoy  se producirá el encuentro, habrá teatro, o no?
Toda la repercusión que tuvo el espectáculo, no la esperaba, y claro que me sorprendió y me da mucha alegría el reconocimiento que recibimos desde distintos ámbitos. Para mí es muy placentero que muchos actores y directores que considero maestros la vieran y se interesaran en la obra. Y ver al público que sale de la sala emocionado  o entusiasmado o que se va pensando, da mucha satisfacción.


– El texto apela tanto al humor como a la reflexión. A vos, ¿cual te agarró primero de las dos? ¿O te atrapó otra cosa? 
– El texto me atrapó por todos lados, combina inteligencia, humor, erotismo, reflexión política y cuerpo; junta el pensar, el sentir y el hacer. La obra es como un bicho, un animal, es muy orgánica y es puro juego escénico. Más allá del vértigo y los distintos estados por los que pasé durante la lectura, de reírme a llorar, del asco a la atracción… creo que lo que más me atrapó es que se trata de una historia de amor. Y lo que hace Berkoff es meterse con ¿qué es el amor? Y elige para hablar del amor un tabú. A veces tenemos muchas ideas sobre qué es el amor…  pero ante determinadas situaciones nos volvemos moralistas y rechazamos  lo que no comprendemos. Creo que me atrapó querer comprender la no-lógica del amor y la potencia creadora que tiene, más allá de los mandatos sociales y morales; el amor es amor, más allá de la forma y la destrucción es destrucción, más allá de la forma también. Aceptar y comprender el final de la obra me conmueve.

– Cómo viste la reacción del público? Digo, no es lo mismo como le llega a una persona de 60 años, que a uno de 40 (como nuestra generación) o uno de 20.  
– Todavía no estoy en la generación de los 40, jajaja. Estoy cerca, pero aún no llegué. La reacción del público es muy variada, más allá de la edad. La diferencia que puedo notar más fuertemente es la referida al humor. Berkoff despliega un tipo de humor bastante corrosivo, mezcla lenguajes, lo procaz, lo poético. Y a veces no sabés si reírte o llorar con algunos planteos. Y en relación a algunos tópicos políticos, por ejemplo, cuando aparece Margareth Thatcher, hay funciones en las cuales el público se ríe y otras en las que resuena  más dramáticamente. Un colega me dijo: “Claro, está bien que el público se ría. Yo no puedo reírme. Cada vez que la nombran a Thatcher se me viene Malvinas y no puedo.”  Me parece que pasa algo de esta índole con el espectáculo, acá el humor es un poco incómodo. Hay funciones en las cuales el público “sufre” más, y hay otros días, en los que hay una relación en la que el público puede reconocerse y reírse. Desde mi mirada, lo tragicómico está entramado constantemente en la obra y hay días en los que prevalece más un polo o el otro o la mezcla. También la experiencia de vida de los espectadores hace que las resonancias sean diferentes.  Hay adolescentes que no conocen quien fue Thatcher o Galtieri, o nacieron rodeados de políticas neoliberales, por lo cual hay cuestiones que aparentemente están más naturalizadas. Los que lo vivimos de otra manera, lo sentimos y pensamos distinto también. Lo más importante para mí es que el público se relacione de una manera intensa.


– Te costó salir con «Greek» del tono más intimista que tenían tus obras anteriores como «Chiquito» o «El nombre»?
Cada obra es muy distinta. No es que me quedo enganchada con lo que trabajé en la anterior. Por eso mismo tampoco dirijo muchas obras en simultáneo y voy eligiendo las obras tomándome el tiempo que necesito. El trabajo entre “Chiquito” y “El nombre” también fue muy diferente entre sí. Berkoff me ofrecía mucha variación, cada escena tiene en sí misma un nivel de complejidad que hace que te enfoques muy específicamente a lo que se propone ahí y que es muy particular. Contrasta todo el tiempo.


– El nivel de similitud entre la sociedad argentina y británica (futbol, violencia, música), es increible. La obra lo plasma muy bien. ¿Te sorprendió esto? 
– Cuando la leí por primera vez me pareció un texto de mucha actualidad. No somos islas. Hay un momento de la obra en la cual se dice: “soy humano, como todos nosotros. Somos todos lo mismo. Estamos ligados. Si le pegan una patada a uno su grito va a lastimar mis oídos y herir mi cerebro, con la imagen de un pobre boludo en problemas. Igual que un gatito en mitad de la noche te hace abandonar tu cálido nido y decir: eh, michi, qué mierda pasa…”. Siguiendo a Berkoff, podríamos decir que somos todos occidentales, que padecemos las políticas neoliberales, y lo digo en presente, porque hay muchas consecuencias destructivas del menemismo, por ejemplo, que repercuten todavía en nuestro presente. Y nos pasa a todos más o menos lo mismo, la explotación laboral y el maltrato a los niños, la violencia en el fútbol, está tanto en Inglaterra como acá. Quizá lo que cambia son las formas de la violencia y destrucción, y el nivel que pueden alcanzar. Los referentes son bastante parecidos y podemos reconocerlo. Y veces, a través de algo que sucede en otro lugar y tiempo, podemos ver más lo propio. 

– En las vueltas, ¿se toca el texto?
– No se toca el texto. No se sacan, ni agregan cosas. En esta obra, en particular, la puesta en como un mecanismo de relojería. No fue necesario. Sí, después de un tiempo de no hacerla, y de la acumulación de funciones, el trabajo de los actores se enriquece. Creo que cada uno de ellos tiene la oportunidad de profundizar, de descubrir en los textos nuevos aspectos, resonancias distintas. Y el conocimiento grupal que tienen los cuatro de trabajar juntos, hace que con el tiempo estén cada vez más cohesionados en las funciones.

– «Greek» es del tipo de obras que, imagino, habrá gente que fue a verla más de una vez. ¿Es asi? 
– Sí, algunos ya vinieron varias veces, y algunos hasta citan algunos textos. Ja. Pero en esos casos son amigos, colegas, familiares, parejas … Del público general no sabría decirte porque no los conozco.

– Sentiste algo en particular por llegar a la Calle Corrientes? 
– Lo que noté fue que en la función del estreno había muchos más espectadores desconocidos que amigos. Ese fue el primer impacto. Después me cayó la ficha del alcance y la difusión que tiene un proyecto por estar en una sala de la calle Corrientes. Tenés la oportunidad de llegar a más espectadores y más diversos. Además, el Centro Cultural de la Cooperación es un espacio ideal, en el sentido de que una vez incluída la obra en la programación te dan total libertad de trabajo y tenés el espacio a disposición para hacer tu búsqueda personal. No estás urgido con demandas del mercado, o teniendo que seguir una estética determinada, o el gusto de quienes programan la sala. Hay propuestas muy diversas y eso es lo atractivo.

– ¿Hay chances de que siga más allá de marzo? 
– Ojalá, me encantaría. A los actores también. Son un elenco que le ponen el cuerpo y el alma a cada función y aman hacerla. Ese nivel de entrega a mí me conmueve.  Algunos actores tienen compromisos laborales previos durante abril y mayo, y los horarios son incompatibles con las funciones, entonces decidimos terminar una etapa de funciones. Todos esperamos poder reacomodar agendas con el Centro Cultural de la Cooperación y volver a partir de junio en algún momento.


 – ¿Se te cruzó en algún momento reponer, por pocas funciones, a «Chiquito»? 
– Sí, lo intenté en algún momento. Si bien en el teatro La Carbonera siempre estuvieron las puertas abiertas y es un espacio en el que yo me sentí muy a gusto, surgieron en el camino otros compromisos laborales de los actores e incompatibilidad horaria. Después pensé en que los 3 años consecutivos de funciones, viajes con el proyecto, fue un proceso que cumplió un ciclo. Y está bien para mí que así sea.

¿Planes para el futuro? 
– Estoy por iniciar los ensayos de un texto de Paco Urondo. Es una obra con 10 actores, que están casi todo el tiempo, todos juntos en escena. La obra es una farsa y revisita el cuadro costumbrista, desde la mirada de Francisco Urondo. Lo cual me plantea una nueva investigación escénica. Entre muchas otras razones, me gusta trabajar en la composición de lo grupal en escena y generar un lenguaje, muy sostenido en la actuación. También voy a dirigir un proyecto de graduación de actuación del IUNA. Lo cual implica trabajar con un elenco numeroso de actores que están iniciándose en la profesión. Es una oportunidad, casi imposible de lograr en los circuitos independientes. Ensayar 3 veces por semana con un elenco de más de 20 actores, se acerca a la idea de un elenco estable,  y representa un gran desafío para mí.
Por ambos proyectos, creo que será un año signado por lo grupal en el teatro. 


«Greek». Centro Cultural Cooperación. Viernes y sábados, 22.45

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