Maestro del arte de la actuación, ahora realiza “150 años con Chejov”, una feria homenaje al gran dramaturgo y escritor ruso que durará un mes. Raúl Serrano da catedra sobre el teatro argentino y sus derivados.
– ¿A qué se debe la realización de este homenaje a los 150 años de Chejov?
– Chejov ha cumplido un rol muy particular en esta escuela de actuación porque es alrededor de su dramaturgia, que nosotros pudimos ir configurando la técnica actoral. Asi se convirtió en uno de los tres o cuatro dramaturgos por excelencia que usamos en la escuela. En Chejov, aparentemente no pasa nada. Los personajes, fuman, comen, duermen y sin embargo, hay conflicto, planteándose lo contrario al teatro tradicional. El aparente comportamiento desdramatizado contiene carga dramática. Desde el punto de vista de la educación del actor es bastante evidente lo que tiene que hacer cuando hay un duelo de espadas en escena pero no cuando el conflicto, el uso del cuerpo y de la técnica, aparentan una conversación sin sentido. Para nosotros, que estamos obligados a formar alumnos para el medio –no para nuestra técnica personal-, entonces Chejov se transforma no ya en objeto de estudio sino de veneración. Ha sido valorado por todos los grandes dramaturgos y sin embargo, ha sido muy incomprendido. Cada vez que se da Chejov, la gente se aburre porque lo que ponen de él en escena no es lo que ser debería plasmar. No es importante lo que dicen los personajes sino lo que tienen ganas de decir y no pueden, lo que tienen ganas de hacer y no hacen. Para eso, es necesario una técnica especial y por este motivo, le dedicamos este 150 aniversario, con una cantidad enorme de espectáculos en un festival de libre entrada y mesas redondas. En medio de este frenesí, de nuevos lenguajes que, como todos los estilos, hay buenos o malos. Este, dentro de lo que es el naturalismo y el realismo, es un genio. Esperemos que, dentro de lo que son los nuevos lenguajes, aparezca alguno como Chejov.
– Me ganó de mano, porque le iba a preguntar sobre la utilización de la multimedia.
– Primeramente, ¿quien soy yo para decirle a nadie como deben utilizarse las herramientas? No soy nadie. Creo es que hay que utilizar todo lo que esté al alcance de uno para fabricar hechos expresivos, vinculados con otra realidad trascendente, etc. Lo nuevo, lo viejo, la televisión, son elementos secundarios. Se está poniendo lo segundo en un primer lugar. Lo importante del arte es su implantación en el medio, el servicio que cumple. La toma de conciencia que significa para el hombre que va a ese teatro que más que el rol que puede cumplir en el Festival de Nancy. Hay gente que trabaja para los festivales; nosotros trabajamos para la gente de la calle Sarandí 760. Esta es la diferencia esencial. No se cual es mejor pero cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera. Ponerse a buscar nuevos lenguajes me parece que es empezar por atrás. Uno encuentra nuevos lenguajes cuando se tropieza con nuevas realidades pero la búsqueda en si, de nuevos lenguajes, me parece una moda.
– Permitíme que las juzgue como un hecho espectacular. Si me conmueve, si se refiere a la vida que vivimos, si tiene poesía, entonces bienvenido pero sino se pueden utilizar todas las luces que quiera que va a seguir siendo un recurso secundario. El más grande espectáculo del mundo sigue siendo un hombre desnudo, presa de sentimientos, en el medio de un escenario. Quítenme todas las luces y demás. Por ahí, suena un poco anticuado. El hecho de preservar en el teatro el carácter artesanal es fundamental porque nunca vamos a poder competir con la televisión o el cine. Para mi, el único modo de existir es apostando a esto que ni la televisión ni el cine tienen que es ese momento único e irrepetible. Eso es lo distintivo del teatro. El arte verdadero es el necesario comenzando por el propio artista y el medio en que vive. Pero debe ser necesario para el medio en el que vive y no “la moda dicta que deba hacer esto”. ¿Se entiende? La moda viene de Paris, New York.
– Además, se toman muchos textos de autores extranjeros con la riqueza que hay de autores argentinos…
– Nosotros tenemos un teatro muy importante, por no decir de los más importantes del mundo. Me siento un poco tocado con esto porque Chejov es uno de los primeros autores que toca el tema contemporáneo por excelencia. El tema del ser insignificante, de la alienación como fenómeno de contemporaneidad. Todos sus personajes ansían cosas hermosas y actúan tal como actuamos todos, fuman, duermen, etc. En consecuencia, ese hecho de la alienación cotidiana es un hecho universal. Ahora quiero decirte que en este teatro hemos hecho más obras argentinas y uruguayas que en cualquier otro teatro.
– ¿Hoy por hoy piensa que el teatro refleja las problemáticas sociales?
– Siento que quiera o no quiera, igual lo hace, lo que pasa es la manera de reflejarlo… La relación entre el arte y la sociedad no es mecánica sino que es muy compleja. No se puede negar la contemporaneidad de Borges en relación con nuestra sociedad aunque su modo de retratarla sea evadiéndose de los problemas más candentes. En el el teatro, hay una cosa cada vez cómica que es como no nos animamos a encarar el problema político de los explotadores y explotados sin miedo y lo plasmamos en la familia, con un padre como explotador. Son metáforas de la sociedad dulcificadas. Son analogías que se pierden respecto a los roles. Hemos perdido el coraje para hacer un teatro social.
– Hace tiempo fui a ver un unipersonal de un barra brava y me preguntaba si para su composición, habrá ido a ver un partido de futbol o leyendo el suplemento deportivo.
– Fijate eso de que sea un unipersonal. O sea, no tengo ni siquiera un equipo y tengo que inventarme una obra para mi solo, que no tenga escenografía ni demás gastos. De ese modo, incide la sociedad. También es ¿Para quién estoy haciendo esto? Porque me imagino que no lo estaba haciendo en la tribuna de Boca sino en un teatro de clase media acomodada. Abominamos toda clase de violencia y es más fácil hacerlo con un barra brava que con un explotador.
– El teatro no muestra mucho a barrabravas, piqueteros, etc.
– Cuando nosotros hicimos “La madre”, no apareció en ningún gran medio. La hicimos una vez en el Puente Pueyrredón ante más de mil personas, tres o cuatro veces en las fábricas de Brukman cuando estaban tomadas, dos veces en Zenón en Neuquen ante 1800 obreros y también hicimos espectáculos acá, a las 18 hs, para que los piqueteros pudieran venir al teatro y volverse antes de que salga el último tren. Todo esto, no salió en ninguna parte, en ningún diario y me pregunto al respecto. Se trata de la libertad de expresión de los dueños de los diarios y no de la mayoría de la gente…
-…como construcción de la realidad
– Exacto. Un espectáculo donde aparecían banderas rojas y en “La Madre”, de Gorki es la historia de la madre de un obrero. Este espectáculo era en honor a los 25 años de la creación de las Madres de Plaza de Mayo y esto no mereció ningún comentario salvo un pequeño recorte en La Nación. Pero bueno, uno ya está acostumbrado a ocupar este lugar a pelear con las armas que tiene. Nuestro teatro es una determinada manera de acercarse a la conducta humana, poniendo el acento sobre la praxis real al transformar. No es una visión introspectiva, tipo Bucay sino la del actor de sus vínculos con la realidad, de donde extrae su identidad y sus conflictos.
– ¿Cómo ve el nivel del teatro argentino?
– Es muy bueno pero desde hace mucho tiempo que el teatro ocupa un lugar destacado. Empezando desde la originalidad que significó el “Santos Vega”, después con el sainete, el grotesco criollo, que no recibe la justicia que merece porque es intraducible –el grotesco de Discepolo es mucho mejor que el de Pirandello-. Tenemos fenómenos como el teatro independiente argentino o el Teatro Abierto, que es el primer golpe que se le asesta a la Dictadura y que, lamentablemente, no se pudo terminar. Ahora hay afloraron doscientos teatros en Buenos Aires. Si cada uno mueve veinte personas todos los días, quiere decir que tenemos cuatro o cinco mil personas dedicadas permanentemente a esto, sin tener en cuenta al público. Hay una masa de gente que está haciendo cosas mejores que ir a un pub o ver porno por internet. Lo veo muy bien al teatro argentino. Creo que va a ser uno de los aportes a este futuro latinoamericano al que apuesto con todo lo que tengo. Si el continente logra unificarse económica y políticamente, vamos a marcar el rumbo del siglo. En eso confío y estoy dispuesto a empujar en ese sentido en todo lo que pueda.
– Se habla del «nuevo teatro argentino» (Spregelburd, Daulte, Veronese) y tienen 40 para arriba. ¿Son los jóvenes eternos?
– Incluso en mi caso personal y en el nombre de todos, se va a tener que leer en la lápida quienes fuimos. Es el tiempo el que va a decir “quien queda” y quien no. Me parece que hay modas, gente que trasciende la moda y gente que no. Hay autores como Kartun o Monti que son autores importantes, más allá de ciertas actitudes que tienen el acento puesto en los nuevos lenguajes, en desestructurar la cuestión. No digo que no pero…
– Pero siempre se habla de los mismos y que no hay una nueva camada que sería, por ejemplo, Muscari…
– Mirá, a Muscari apenas le mostraron unos billetes, se olvidó del vanguardismo y pasó al teatro comercial. No creo en esas cuestiones que dependan de los billetes.
“150 años con Anton Chejov”. Del 1 al 31 de octubre. Teatro del Artefacto. Sarandí 760. www.150antonchejov.blogspot.com