Un circo de familia
Texto y dirección: Manuel Santos Iñurrieta. Con Jeronimo Garcia, Julieta Grinspan, Carolina Guevara, Diego Maroevic, Marcos Peruyero, Manuel Santos Iñurrieta y Jorge Tesone. Música original: Claudio Solino. Asistencia técnica: Marina García, Javier Zanón
Centro Cultural De La Cooperación. Corrientes 1543. Sábado, 20.30 hs.
El Bachín Teatro estrena la obra correspondiente al presente año con la calidad que nos tiene acostumbrados. En este caso, retoma el absurdo para tratar ilustrar un período poco abordado como son los momentos previos a la asunción de Juan Carlos Onganía al poder.
La puesta juega con la ironía de los personajes y un dibujo de trazo ancho para dar cuenta de los dimes y diretes de una familia extensible al país entero que, con tal de mantener sus caprichos de clase, hace cualquier cosa, como alquilar su casa a un circo y hasta emplearse como payasos del mismo pero, eso si, nunca bajando el copete. Prepotente y con la soberbia del mediocre, enfrentan las adversidades con ahínco pero sin perder nunca la línea de su pensamiento de “clase iluminada” y “salvadores de la patria”. La Familia, un Ongania, un soldado y hasta un cura, junto con el Comediante, personaje de otra obra de El Bachín aparecen en la puesta junto con el sempiterno relator para conformar un collage en el que nada queda librado al azar de la no comprensión. Aquí, la risa –o la sonrisa cómplice, esbozada de costado y con un toque de sarcasmo-, es aquella que llega tanto a la incomodidad o complicidad frente a un texto sublime en sus intenciones.
Las elipsis con las que cuenta el texto, dan también lugar a la reflexión de acontecimientos en los que no podemos hacer la vista gorda sino que somos –como ciudadanos-, protagonistas de una época y testigos de otras que no queremos repetir. Fundamental en este registro, el desdoble que hace Carolina Guevara entre su personaje de criada/hermana bastarda y la actualidad de nuestros tiempos. De esta manera, las alusiones políticas que van y vienen a través del tiempo, indagando tanto al texto como a los espectadores. No en vano se escucha esa pregunta (no tan) retórica de “¿Y en que año estamos?” y su respuesta “Pues en el 61”.
Es apreciable el compromiso político con ideas claras sobre a qué se apunta mediante una crítica desarrollada a través del sarcasmo y de la ironía. La puesta cuenta con una estética de clown pero sin llegar a serlo del todo, por la cantidad de lenguajes que se pueden apreciar en la obra. La buena disposición del espacio con un marcado deseo de hacer un montaje pequeño pero contundente en el mensaje que lleva permite una proximidad con los espectadores que ronda, casi, la intimidad del relato de un cuento.
“La Gracia de Tener” es una de esas obras obligatorias para ver más de una vez tanto para divertirse, como sacarse el óxido a la neurona, venir con amigos, parejas y debatirla una y otra vez.