Libro: “Rockología –Documentos de los 80-”, de Eduardo Berti.



¿De qué hablamos cuando hablamos de “rock argentino”? Esta es una pregunta muy amplia que tendrá una gran cantidad de respuestas de acuerdo al cristal con que lo mire el interlocutor de turno. En el caso de “Rockología –Documentos de los 80-” (Editorial Galerna), la lupa de Eduardo Berti es precisa como un bisturí en el estudio de una época que, al día de hoy, se sigue recordando y también, por qué no decirlo, añorando.

Berti se encarga de desglosar con sabiduría y objetividad en la primera parte del libro, que son diez capítulos breves, la relación del rock con la política, las letras, el público, el negocio, la exportación del movimiento, la edad de los rockeros, la fusión y el mestizaje, y hasta el ser músico de rock. Con sabiduría, dejó intacto, sin revisión, el último de los diez capítulos “Mestizaje y futuro” que había sido escrito en 1989, y giraba sobre lo que se esperaba sobre la inminente llegada de la década del 90. Leer esas líneas y ver como se fueron desarrollando los hechos es un buen ejercicio. Más aún, si uno era seguidor del rock nacional, cualquiera sea la corriente del mismo en la que uno estuviese.


De esta manera, se apela a consideraciones e ideas para nada contemplativas sobre algunas cuestiones caras al rock argentino, influenciado por Inglaterra –en mayor medida- y Estados Unidos. Por ejemplo, en el caso del rock relacionado con la política, parte del famoso festival organizado para apoyar al entonces candidato de la Unión Cívica Radical, Eduardo Angeloz, que contó con la participación de muchos de los popes del rock vernáculo como Charly García o Luis Alberto Spinetta hasta los emergentes o casi consolidados (en esa época) Ratones Paranoicos o Man Ray. Desde allí, un viaje a lo ocurrido en la dictadura, como la invitación de Roberto Viola a músicos de rock (García, Spinetta) a charlas con asesores de gobierno, en el año 1981, hasta lo ocurrido en Inglaterra o EE.UU con los gobiernos neoliberales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. En este último ítem, Berti retoma una exacta observación de Joe Jackson al decir que “las estrellas de rock son hoy, tan conservadores, que ante cualquier controversia, dan un paso atrás. Basta ver a Lionel Ritchie tirándole flores a Reagan”. A esto, es menester recordar que en el primer recital en que fueron invitadas a participar las Madres de Plaza de Mayo, fue en el de Sting, en 1987.

El fenómeno de la exportación de nuestro rock también tiene su momento al convertirse en “uno de los productos de exportación no tradicional que más creció entre 1983 y 1987”. Incluso, con la posibilidad de tener siete artistas argentinos (Soda, Zas, La Torre, Charly García, Enanitos Verdes, algunos con dos canciones) entre los primeros veinte puestos del ranking mexicano, en octubre de 1988. El mercado latino no era tenido en cuenta por el rock argento que lo recuperó después del éxito que hubo en los años 60, con Sandro, Leo Dan y Palito Ortega. Además, los artistas argentinos que tenían peso en CBS, para el mercado latinoamericano, eran los Pimpinela, María Martha Serra Lima y Valeria Lynch. El rock argentino arrasaba con una propuesta de calidad e innovadora.


La segunda parte del libro cuenta con una serie de reportajes por demás interesantes a Charly García, Soda Stereo, Los Redonditos de Ricota, Los Ratones Paranoicos, Los Violadores, Fito Paez, Daniel Melero y Litto Nebbia. Más allá de poder leer a los protagonistas en sus propias palabras, se aprecia la inteligencia en sus ideas (Cerati-Solari-Paez-Melero), la verborragia política y contestataria (Pil Trafa), la reinvención de quienes tienen toda una carrera encima (García), la voz de un pionero (Nebbia) o una estrella de rock que termina siendo más cercana a un personaje televisivo que a su primer propósito (Juanse).


El apéndice cuenta con dos miradas retrospectivas, a Virus y a Sumo, que añaden luz a dos bandas importantísimas que han trascendido los años 80.

Por otra parte, el doble prólogo de Daniel Melero y Miguel Cantilo, son exactos en las ideas de ambos músicos y, sobre todo, en relación con la calidad del libro de Berti. Dirá Melero “Yo no estoy de acuerdo con Berti, y no necesito estarlo para que Rockología me resulte irresistible” y dice con mucho acierto, con respecto a su lectura “este no es un libro para fans; busca reflexionar y contextuar casi científicamente”. Cantilo también sostendrá la idea del “no acuerdo con Berti” pero “aún asi avala la honestidad, el rigor profesional y la entrega que se perciben en estas páginas”.


Entretenida, atrapante, disfrutable de principio a fín, esta tercera edición de “Rockología –Documentos de los 80-”, mantiene la frescura del momento en que se escribió y la calidad periodística que le es reconocida a Eduardo Berti. Un libro de lectura obligada –y posterior debate- para todo músico, fan, periodista que este relacionado con nuestro rock nacional.

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