Miguel Cantilo: El poeta de la aguda mirada

La semana pasada, escribimos sobre un gran disco que ha pasado un tanto desapercibido para los medios. Salió en el 2008 y es, sin duda, de los mejores de los últimos años, realizado por una de las plumas más reconocidas del rock nacional. El disco se llama “Consciencia” y su creador, Miguel Cantilo.
– ¿Cómo es “Consciencia”?
– Mirá, es un disco polifacético, con muchas cosas. No solo en la cantidad sino en la calidad. Por ejemplo hay cosas folkloricas. Es la primera vez que me meto con el folklore. Hacia años que quería hacerlo. Hay cosas latinoamericanas, tirando a tropicales. Creo que es un disco intensamente sudamericano igual que el que hice antes de “Clásicos”, que se llamaba “Sudamérica Va”. Son discos de homenaje a Sudamérica. Me siento muy sudamericano más allá de lo argentino. Mi manera de homenajear a Sudamérica es a través de su ritmo, de sus raíces, de sus contenidos y eso no inhibe la posibilidad de hablar desde otros lugares que no sea este. Así como en “Sudamérica va” hablé de ciudades remotas que me tocó visitar en Japón, también hablo de la impresión que me causaron algunas ciudades y músicas españolas, francesas, alemanas, pero todo como a vuelo de pájaro. Es la impresión que un sudamericano recoge del viajar por Europa.
– Como un diario de viaje…
– Si, es como un diario, como una bitácora se podría decir, a pesar de que no es muy detallado. Estoy lo estoy reservando para un libro de poesía que estoy preparando y voy a detallar los viajes y todo. La canción no da mucho tiempo, tres o cuatro minutos y tenés que sintetizar toda una idea. Estas son canciones que tratan de reproducir estados, que para mi, son bastante positivos ya que generan la composición. El estado de trashumancia, que está yendo de un lado a otro, hay una canción que se llama “En viaje soy feliz”, el estado que uno se encuentra cuando viaja. La contrapartida de eso es la sedentariedad que está plasmada en “En el parque”, que es un homenaje al lugar en donde vivo. Donde vuelco todas esas vivencias que es un poco el laboratorio. Uno llega del viaje y donde arma esos temas con mucha paciencia. Y después otros sitios puntuales del país que me han inspirado como “Tilcara” o “San Marcos Sierra”. Es un disco que tiene de todo. Pienso que hoy en día no se va tanto hacia el disco sino hacia la canción. Antes te tenías que comprar un vinilo y no lo podés sacar. En la era del CD, podés marcar el tema que querés y decis “de este álbum me gusta de acá para adelante”, “me gusta este tema” y el futuro va a hacer que la gente consuma temas. Que la gente entre a internet y se baje temas, pero solo los que le interesen. Este disco tiene temas muy roqueros para los que le gusta el rock, folkloricos (como una zamba tocada con Juán Falú) para los que le gusta el folklore, al que le gusta la música tropical (en el buen sentido), caribeña, salsa, hay un tema tocado por Pablo Rodriguez, un saxofonista muy bueno que dirige los vientos de los Decadentes y con una trayectoria alucinante, hace un tema excelente con un trabajo de saxo soprano, llamado “Sudamérica viene”. Asumo el riesgo de que haya gente que le parezca que es un disco demasiado variado o que no se identifique de una parte de esa variación. Pero es mi manera de expresar mis ideas. Soy abierto a todas las músicas. No solo me gusta escucharlas sino tocarlas.

– ¿Cómo es tocar con tus hijos?
– Es mucha carga ya que no quiero utilizar mi parentela, mi patria potestad para obligarlos a modificar la línea de conducta de su carrera. Cada uno tiene una carrera y cuando los llamo, lo hago como profesionales. Les pago lo mismo que a otros músicos y no quiero presionarlos para que sientan que tienen que tocar conmigo porque soy el padre. Soy un artista que ellos producen y tienen responsabilidad como productores y músicos. Tocar con los chicos es un placer, una tarea que además, me enriquece pero no es una cosa que emocionalmente me cree un conflicto ni a ellos tampoco. Desde el momento que uno no quiere tocar con el otro, lo decimos. Tenemos un muy buen diálogo.
– ¿Cómo te llevás con el fan que dice “a mi me gusta tal cosa” y vos, como artista, querés abrir otros caminos?
– Eso me pasó cuando tenía “fans”. Hoy tengo gente que me sigue… “seguidores”. Gente que tiene un respeto enorme. Me doy cuenta por la página web que tiene un libro de visitas. Ellos pueden sentir más o menos afinidad con cierta parte de mi obra pero se acabó eso de “hace esto y no lo otro”. Fue una época que viví cuando el público que tenía era un tanto superficial y quería tener algo y pataleaba para obtenerla. Hoy en día, tengo un público que respeta lo que se me ocurre hacer y le gusta o no le gusta pero no está esa franela de “no hagas esto y hacé lo otro”. Al mismo tiempo, el radio de público es menor que en esa época pero hay un ida y vuelta. Yo les doy lo mejor que puedo y recibo de ellos lo mejor. Realmente me da mucha fuerza el apoyo del público pero no trabajo para el público. No compongo pensando en el público sino en la obra.
– Hace muchos años, recuerdo una nota en la que Alejandro Lerner le dijo al Si de Clarín que no quería ser un rockero sino un músico popular. Vos como te definís?
– Creo que hay muchas categorías en “lo popular”. Por ponerlo en términos comparativos, tenés escritores que son populares y a la vez de enorme mérito como Pablo Neruda y otros que por popularizarse, bajaron el nivel de calidad literaria. Por ser reconocidos o por obtener un rédito editorial o lo que sea. Alejandro Lerner podría haber sido un gran rockero. Lo sabe. Por eso dice lo que dice. Pudo haber sido un gran compositor. Hay obras de él que son muy ocurrentes y hasta Piazzolla lo elogió como melodista pero eligió el camino del músico popular. Y hoy es popular. Se lo reconozco. Hay muchos músicos que apuntan a una cosa y lo logran. Calamaro también y lo logró no solo aca sino en España que es mucho más difícil. Son meritos pero en las categorías de la popularidad también esta jugando la calidad. Para mi, poniéndome como público preferiría un músico popular como Pedro Aznar a un músico popular que llena mayor cantidad de estadios. El hecho de ser un cantante popular tiene doble filo. Podes ser popular sin perder la calidad o podes ser popular apuntando a una mayoría que te obliga a desistir de ciertos niveles de refinamiento, de búsqueda porque tenés que cumplir con una mayoría de ventas o de expectativas.
– Hoy, ¿desaparecieron los letristas? ¿Las nuevas generaciones no le dan bola a la letra?
– Creo que en este medio, en este país, hay una tendencia a esto. Se menosprecia el valor del texto en una canción pero no representa una tendencia internacional. Escucho mucho rock español, rock inglés o americano. En Argentina, parte del vaciamiento cultural de los 90 apuntó al rock y la generación que vino después, es un poco víctima de eso. El rock es una música, a mi modo de ver, que sufrió un vaciamiento de contenido. En una época, tuvo contenidos muy puntuales, Vox Dei cantaba La Biblia, Charly Garcia tuvo grandes hallazgos literarios. La década del 90 arrasó con muchas cosas en este país y entre ellas, el contenido del rock. Después aparecieron poetas más en la línea surrealista, de la línea de Spinetta y Del Guercio. Ahí se anotó el Indio Solari, que es una línea poética muy argentina pero que tiende más a lo surrealista. Después de los Redonditos de Ricota, no conozco músicos de rock hayan hecho un trabajo pormenorizado con la letra. Últimamente apareció Acho Estol o algunas cosas de Palo Pandolfo y la Bersuit. Pero en general hay una apatía de los rockeros a expresarse a través de las letras aunque creo que está cediendo. Escuché también a Arbolito que también tiene muy buenas letras, inteligentes y a Javier Sanchez, desconocido acá. De a poco se está volviendo a la letra. Pero donde más tarda en regresar es en el rock que está más atento a la parte tecnológica, a la imagen, al video, a la ropa y en última instancia, a la letra.
– ¿Cómo viviste lo de Cromañon?
– Lo vi como una desmesurada convocatoria para un grupo muy nuevo que no tenía la experiencia para manejar ese público y una inconsciencia absoluta de todos los actores de esta situación, de los funcionarios municipales, del dueño del boliche, la seguridad del boliche, los músicos, los managers. Entre todos hicieron una confabulación de irresponsabilidades que costaron casi doscientas vidas. Aca nadie se salva. Que vaya en cana uno u otro, no exime de las responsabilidades a todos los actores de eso que fue un símbolo de lo que es la Argentina fuera de control. Mucha cantidad de público estaba descontrolada. No pudo reaccionar a tiempo o cometió  errores como volver a socorrer (con la mejor voluntad posible) y perder la vida alli. Hubo mucho descontrol a todo nivel pero sobre todo la irresponsabilidad recae sobre el Gobierno de la Ciudad, los músicos y Chabán y la patota que manejaba ese lugar.
– Sos de los pocos que habló del público. ¿El público es inimputable?
– El público estaba muy pasado de rosca. Gente que hace una guardería en un baño, están de la nuca. Es demencial. En el público habría de todo, como en la calle, gente de todo tipo, como el hijo de puta que prendió la bengala, tiene responsabilidad directa y otros tendrán una responsabilidad indirecta. No se puede eximir a ningún actor. Hace mucho tiempo que pasó lo de Cromañon. Si no aprendemos de Cromañon, somos tarados. Son experiencias muy dramáticas y sangrientas como para que en dos o tres años ocurra otro Cromañon.
– ¿El publico del rock se futbolizó o el del futbol se rockerizó?
– Es mutuo. Los espectáculos populares son válvulas de escape para la gente. Es donde puede sacar toda esa represión que le produce esta sociedad: gritar, insultar, o mirar el espectáculo. Ambos son espectáculo masivo al aire libre. El problema es que esto influya sobre el músico. Hay un rock argentino, de los últimos años, que es tribunero, de estribillos básicos, palabras muy primitivas y un abandono de la poesía. Son síntomas de lo que pasa en la sociedad argentina. Es evidente que eso se transformó en la mayoría de la movida del rock en Argentina. Y hay una pequeña porción de gente que sigue trabajando por lograr moldes creativos o ingeniosos pero la gran mayoría que mueve masas y una gran cantidad de dinero, hace un rock, que para mi, es primitivo. No tiene aplicación en el plano internacional. Así como en una época hubo una música argentina que se expandió por el mundo como el tango, el rock aspiraba a ser eso pero se acható. La chatura del negocio del rock amordazó ese crecimiento y el rock en el exterior es desconocido. No hay exponentes que lo certifiquen con giras y demás
– Si te pregunto por el Festival de la Solidaridad…..
– Lo recuerdo como un engaño como la mayoría de los engaños que hubo en esos tiempos. Los militares tenían una estructura con la que engañaban muy hábilmente a la población. Con la guerra de Malvinas, armaban una puesta en escena en la que involucraban a mucha gente y nosotros caímos en la trampa de creer que los productos de un festival benéfico, iba a ir a los soldados. Que es lo lógico. La gente viene y trae elementos no perecederos, alimentos, mantas…lo lógico es que el ejercito lo haga llegar a los soldados. Por eso participamos. La gente que estaba en el frente era nuestro público, que consumía nuestras canciones. Después fuimos víctimas de un gran engaño como fue víctima todo el país. Algunos se arrepienten de haber participado, sienten que fueron utilizados. Creo que todos los que participamos, lo hicimos de corazón, (que es lo que vale) por los soldados. El espectáculo fue muy bueno. Lo que ocurrió de ahí para adelante, no es responsabilidad nuestra. El Festival fue un acto sincero de solidaridad para con los soldados de Malvinas. La gente decía “pero fue organizado por los militares”. A mí no me constaba. El que me llamó y me dio la entrada para el escenario fue Grinbank y mi representante en aquél entonces, Oscar López. Son los que me llamaron y me dijeron si quería participar. Nunca vi un uniformado, un milico. No creo que haya sido organizado claramente por los militares sino por representantes del rock que estaban en contacto con los militares, cosa que nosotros no teníamos muy claro.
– La última ¿Cómo era Miguel Cantilo de chico?
– Era futbolero y melómano. De muy chico me gustó cantar cualquier cosa, opera, música popular, villancicos. Todo lo que se me cruzaba, me gustaba cantar. Escuchaba mucha música clásica como la ópera que era lo que escuchaban mis hermanos y mi padre. Era muy futbolero. Me gustaba jugar a la pelota, ir a la cancha. Siempre fui muy fanático hasta que el fútbol se transformó en lo que es ahora. Fui a ver a River durante muchísimos años pero ahora el fútbol es una pálida. Lo confirmé cuando vi fútbol en España. Acá es un foco de mala onda. Se pelean los jugadores, el público. Ya no voy a la cancha y no estoy jugando tanto al fútbol.

0 comentarios en “Miguel Cantilo: El poeta de la aguda mirada”

  1. Que grande Miguel!!
    Que suerte tuviste de poder hablar con el!
    Espero que algun dia pueda verlo en vivo.
    Hoy lo vi en 678 y sigue cantando y tocando espectacular.

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