Refugiados en un club de tiro al pichón, en Mar del Plata, Tatana, Pancho y Emilito son parte de una familia patricia. Mientras que los dos últimos reflejan las «virtudes» de esta (discriminadores, ignorantes y soberbios), Tatana es inteligente, curiosa y manipuladora aunque su mundo se estremece ante la aparición de Pedro, el cuidador del club. La relación de ambos oscilará entre el amor, el respeto, la desconfianza y la curiosidad.
El texto es de una riqueza tal que los ecos de situaciones de no hace mucho tiempo parecieran estar sonando –como una cacerola- en la acústica de la memoria colectiva. Refleja ese intento de «alianza de clases» propio del que quiere escalar y no puede (no lo dejan) pero manipulable por la aristocracia para hacer su «trabajo sucio» y al que después, obviamente, termina traicionando según los acontecimientos desarrollados a través de la historia de nuestro país. Si bien no es una puesta política, tiene un fuerte contenido que va más allá de ser una excelente puesta teatral. Laura López Moyano y Alberto Ajaka cargan con solvencia el peso de una puesta que tiene el acento puesto en la palabra y en ver que la historia se repite con la complacencia de la sociedad narcotizada por el consumismo.
Para verla o en todo caso, volver a deleitarse con una puesta que fue de las mejores del 2009 y ahora pone blanco sobre negro, esto de contar una buena historia con contenido, entre tanta hibridez de moderna multimedia