La obra gira sobre el fin de una pareja sobre un telón de fondo por demás real. La construcción del espacio es sutil y se pasa de escena a escena con naturalidad, con un simple cambio de dos elementos escenográficos.
Las actuaciones son elocuentes y transmiten la sensibilidad de cada personaje en su dosis justa. Igualmente, flotan algunas preguntas incomodas como porque el intento de cambio es castigado y la mantenimiento del statu quo es premiado, por más que sea por demás mediocre. Estas sensaciones se perciben y sería interesante un planteo al respecto aunque sea necesario replantearse toda una educación recibida por años.
“La Noche canta sus canciones” es negra y provoca esa risa incomoda que debe abrir un camino a la reflexión. Aunque sea, por curiosidad.