El que ladra…
Dramaturgia y dirección: Francisco Lumerman. Actor: Luciano Cáceres. Escenografía: Agustín Garbellotto. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Comunicación digital: Isidoro Sorkin. Diseño sonoro: Agustín Lumerman. Fotografia: Eduardo Pinto. Diseño Grafico: Choice Noise. Asistente de dirección: Emiliano Lamoglie. Duración: 50 minutos.
Moscú Teatro. Juan Ramírez de Velasco 535. Desde el 10 al 26 de noviembre. Viernes 20.30 h y sábados 19 h. Viernes 24 de noviembre, 22.30 h.
René está solo y espera. Tiene todo el tiempo del mundo a su favor… o no tanto. Es un niño-adulto que vive en un depósito de ataúdes. Cuenta su devenir cotidiano y la manera en que fue desarrollando su existencia. La que tiene que ver con su crianza y su relación con otros seres vivos. Llámese hombres, mujeres, perros, gatos, etc.
Un piso lleno de aserrín con una mesa de gran tamaño ocupa el centro de la escena, bajo una lámpara que brinda un tono lumínicamente tenso. La atmósfera que rodea a René es extraña, tal como su persona. Sus reflexiones acerca de como vive su vida, denotan esa inocencia de quien descubre una nueva situación a cada paso que da. A su vez, la resolución enriquecerá su back up personal. Nuevas herramientas que se adquieren frente al bullying y el maltrato como a las muestras de amor.
La concepción de René es tan rica como ambigua para el análisis. Esa mencionada inocencia es la que, en algún punto, entra en colisión con la necesidad y su rostro de hereje. Desde ese lugar, presenta su historia. La cuenta como si entrase y saliese de su propia existencia, frente al ojo público, sin ningún tipo de juicio de valor. Es lo que pasa, lo que ocurre. La marginalidad encarnada en un ser roto y desangelado que sobrevive contra viento y marea. Un toma y daca con sus vecinos en una relación de mero interés entre las partes, sostenida con la firmeza de un castillo de naipes en medio de un tsunami.
El texto concebido por Francisco Lumerman es rico en su planteo de un personaje de múltiples vivencias. Es el crecimiento de un chico para convertirse en hombre tras sortear contratiempos varios. Su precisa dirección plasma el relato en diversos capítulos de armónico y atrapante desarrollo, siendo la iluminación y la escenografía, factores fundamentales al respecto. Será la actuación de Luciano Cáceres la frutilla de un postre cautivante. Actor de rica trayectoria, demuestra la riqueza de sus interpretaciones con un personaje difícil de llevar a cabo.
Llega el final con su consabido apagón. El aplauso es sostenido y efusivo. Es el cierre de una jornada de teatro en estado puro. “Muerde” se convierte en ese tipo de puestas que, amén del disfrute artístico pleno, deja interrogantes para reflexionar sobre algunas cuestiones referidas a la niñez, el bullying y la relación con su contexto.