“Un poyo rojo” (Teatro).

Cuerpos en pugna

Intérpretes: Alfonso Barón y Luciano Rosso. Coreógrafos: Nicolás Poggi, Luciano Rosso & Alfonso Barón. Diseño de Luces y dirección: Hermes Gaido. Producción: Poyo Rojo/T4 Jonathan Zak & Maxime Seugé

Teatro Metropolitan. Av Corrientes 1343. Martes, 20 h y miércoles, 22.30 h.

Hay artistas y espectáculos que, con el paso del tiempo, no solo mantienen la frescura del inicio, sino que potencian su propuesta. Ni hablar si la coyuntura pareciera estar en vinculación directa –lamentablemente en ocasiones- con lo planteado. En el caso de “Un poyo rojo”, todo lo dicho ocurre en el amplio escenario del Teatro Metropolitan.

Dos hombres se encuentran en un vestuario, recinto que, de por si, es especial. Es el espacio donde se prepara una persona para realizar una actividad determinada. Esto, más allá de lo deportivo, aunque con un dejo de competitividad/rivalidad. Se ven los “lockers” y ese típico banco que se usa para cambiarse. A partir de lo dicho, se inicia un “tour de forcé” en el que no hay palabra que se use para relatar lo que ocurre.

La puesta es gira en torno a la universalidad que es ese “sentimiento llamado amor”, tal como diría Jarvis Cocker, pero sin caer en sentimentalismo banales. Las dudas ante la incertidumbre que implica expresar aquello que uno siente. Esa vulnerabilidad que se esconde detrás de una coraza que ansía ser derrotada por la felicidad del vínculo recíproco.  Como si fueran imanes que se atraen y se repelen, los dos cuerpos protagonistas se acercan y expulsan por más que el deseo –y la historia- se desarrolle de a poco. El trabajo físico excepcional se mezcla con la danza, la gimnasia y ese fisicalidad ligada al clown.

Los ojos del público se posan en la expresividad de los machos alfa que se torean, se provocan y luchan contra sus propias limitaciones sociales para hacer lo que realmente desean, amor-odio de por medio. Siempre con el humor atravesando las diversas situaciones que vive el dúo protagonista.

La participación de la radio es otro punto a destacar. Es el elemento que, por su fisonomía, mira al pasado, pero su sonido es presente. De hecho, es en “vivo”. O sea, sintoniza los programas que están ocurriendo en ese instante. Allí, la creación de sentido logra otro matiz. Ni hablar si la puesta se hace en un lugar con idiomas e idiosincrasias diferentes a la argentina.   

La iluminación y la escenografía constituyen el marco adecuado para que Alfonso Barón y Luciano Rosso brillen. El desarrollo es armónico y cautivante aunque el ritmo no baja sino que está bien dosificado. Como si fuera un disco en el que hay melodías de diversa índole para conformar un todo artístico de primerísima calidad.

Es menester recordar que esta gema realizada por Alfonso Barón y Luciano Rosso –y dirección de Hermes Gaido-, surgió allá lejos y hace tiempo, en el 2009/2010, en teatros como Pata de Ganso o El Perro, dos usinas de creatividad que hoy solo quedan en el recuerdo de quienes pudieron visitarlos en su momento. Una época en la que los vestuarios despertaron la inquietud artística con puestas como “Un hueco” o el proyecto doble de Javier Daulte con su proyecto “Vestuarios” con sus dos caras, de hombres y mujeres.

Hoy en día, “Un poyo rojo” es una cita obligada si hablamos de teatro en enero/febrero 2025. Más aún en tiempos donde, parece, que hay catadores desquiciados de cómo debe ser el amor entre las personas. El aplauso final es el corolario de una experiencia única, 100 % enriquecedora. Es más, no sería extraño querer volver a verlo….y recomendarlo.

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