Una escena inolvidable: ‘Escena del taxi’ en “Antes del atardecer”.

Cuando se estrenó “Before sunset” (Antes del atardecer), la continuación de “Before sunrise” (Antes del amanecer) -ambas, dirigidas por Richard Linklater-, hubo cierta conmoción pero de esas que son subterráneas. Una implosión que afectó a todo aquel que haya visto la película y andaba por los treinta y pico.

La primera parte (1995) había tocado muchas fibras con esos diálogos francos, frescos e inteligentes que tuvieron Jesse (Ethan Hawke), un turista norteamericano y Celine (Julie Delpy), una joven francesa, mientras recorren Viena.
Con “Before sunset”, se produce el reencuentro nueve años después. Ambos con su vida hecha. La excusa? Jesse va a presentar su libro a Paris y allí es donde Celine va a la presentación para volver a verlo.

Filmada en tiempo real, la pareja recorre la capital francesa recordando los viejos tiempos y de como la vida les ha pasado. Al momento en que Jesse y Celine toman un taxi para ir a la casa de ella, empieza uno de los diálogos más interesantes de los últimos tiempos en cuanto a la realidad que viven los treintañeros.
Alli se escuchan ese tipo de reproches que uno se hace con respecto a ciertas elecciones tomadas en su momento. O lo que es peor, el no haberlas tomado; siempre con las consecuencias y el dedo índice apuntando al respecto. Porque ella hizo lo que consideraba correcto, siendo fiel consigo misma, solo para estar sola, habiendo enriquecido a cuanto tipo se acostó y que encima, se casó con otra. “¡Quiero matarlos! ¿Por qué no me propusieron casamiento a mi?” se pregunta ella y no obtiene respuesta. ¿Mucha mujer que cobardes hombres no han podido apreciar? Una simple opinión. ¡¡Lo mejor es que hubiera rechazado esa propuesta!! ¿¿Por qué? ¡¡Porque no eran para ella!! “Es mejor estar sola que tener a alguien al lado y seguir estando sola”. La situación en si molesta más que la persona que se tira el eventual lance. Al leer el libro de Jesse, Celine recordó como era “esa chica”, que estaba todavía viva y con mucho por hacer, con mejores cosas que hacer que casarse y reproducirse como conejos. Y obviamente recuerda esos momentos con él.  “Me molesta no poder olvidarte”, le tira en la cara, respondiéndose a si misma a los pocos segundos, “no siento excitación, no siento dolor, no siento….”. 

El tema es “sentir”. Tan simple y tan difícil, y más aún a los treinta y pico cuando están todos los deberes y mandatos a flor de piel. Un momento ideal para hacerle a todos ellos un gran “fuck you” del tamaño de la Torre Eiffel.

Jesse eligió, lo que algunos llamarían, el camino “fácil”: se casó con una buena mujer con la que tuvo un hijito, al tiempo que desarrolló su carrera. El gran inconveniente es que él no es feliz y no sabe que hacer cuando el sentimiento de insatisfacción personal se mezcla con la culpa. ¿Dejarla y destrozarle el corazón? ¿Volver a transitar un camino ya transitado pero con nueve años encima? Él es extremadamente sincero. “Mi vida es 24×7 mala!” y afirma “Estoy haciendo cosas que en mi vida pensé que iba a hacer” y las enumera. Solo se detiene para hablar de su hijo. Él ama a su esposa de la manera en que ella quiere ser amada “pero no veo ningún tipo de futuro juntos. Pero veo a mi hijo….”.
Jesse se quiebra, a su manera. “No quiero llegar a los cincuenta años y divorciarme”, “mi esposa se merece una vida buena y yo me merezco una vida buena pero vivimos con las responsabilidades y todo lo que se supone que se debe vivir”. El sueño que cuenta Jesse, -el de ver a la mujer que ama (Celine) embarazada, tocarla y al despertarse, ver a su esposa al lado suyo, o sea otra cara diferente a la que soñó-, condensa todos los miedos que uno puede llegar a tener en estas cuestiones: la infelicidad de no estar con la persona que uno realmente ama, por motivos varios. La reacción de Celine, levantando la mano para querer tocarlo, mientras él habla y se desangra, es de una ternura y sutileza extrema. Pero él vuelve sobre sus pasos….y retoma la compostura y sobre lo que “hay que hacer”.

Me acuerdo como si fuera ayer que, cuando vi por primera vez la película, fue un mazazo. Terminó y seguía pensando todo lo que había dicho. La persona con la que fui a verla –una chica de la que no recuerdo el nombre-, me dice “¿Medio lenta la peli, no?”. La miré, le dije para mis adentros “No entendiste nada” y decidí inmediatamente que iban a ser los últimos veinte minutos que iba a compartir con ella. La gente salía del cine y eran parejas en su mayoría, que comentaban lo que habían visto. Alguna/o que otro/a se limpiaba alguna lágrima.
No hay nada mejor que ver algo que te moviliza desde lo sencillo, la contundencia de sus palabras, con una muy buena dirección y grandes actores. 
“Before sunset” no perdió actualidad en sus diálogos. Al contrario, pareciera que hubiese sido escrita el año pasado.

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