Actor, dramaturgo y director de inquieta trayectoria, acaba de mudar su elogiada y corrosiva “Der Kleine Führer” a la Sala Thames. Ganador del premio Trinidad Guevara como Mejor director por esa gema llamada “La noche oscura”, Eugenio Soto tiene mucho por decir respecto a los públicos, el teatro “for export”, la coyuntura política, Javier Milei y la “oferta cultural”.
-Eugenio, ¿cómo está “Der Kleine Führer” hoy en día?
-Digamos que ya asentó. Estamos mejor de gente. Volvimos al lugar donde la ensayamos por lo que recuperamos el espacio y su concepción original del relato. La circulación espacial que teníamos. Creo que se luce más aquí, en Thames, el viejo Sportivo Teatral.
-Fue todo un “ir y volver” …
-Hicimos tres ensayos abiertos en diciembre del 2021 en Thames. Se iba a vender por lo que salimos a buscar sala. Así es que me encuentro con Sala de Máquinas, un lugar del que me interesó fue la idea de bunker y sótano. Queríamos un espacio no convencional. Si bien comprimía mucho la puesta porque era muy chico, nos fue bien. Ahora pudimos volver.
– ¿Como ves la reacción del público frente a lo que ve, en la puesta?
– Es interesante, más que nada ahora porque estamos teniendo un público más joven. Viene gente de los cursos de ingreso de la UNA. En general, el público dice que les impacta mucho. El texto sobre todo. Estamos hablando del campo de las ideas.
-Cuando la fui a ver, había gente de 40 años para arriba con una visión política determinada. Imagino que ahora debe ser diferente la recepción.
– Si. Cambió respecto de cuando la largamos. Hoy se resignificó completamente por lo que estamos viviendo a nivel político. Dialoga mucho más con el hoy-de-acá, de Argentina y no se la ve como una fantasía. Cualquier cosa se puede convertir en política y se le cree. Además, también hay un planteo respecto al legado que le dejamos a la infancia como civilización. Los jóvenes sienten la falta de referencias y que el mundo adulto no les ha dejado un país. La democracia, desgraciadamente, no dejó un legado con el que “se come, se cura y se educa”. Ha fracasado en eso. Entonces esto hace mella en la juventud que busca cualquier cosa. Por eso, no me sorprende que gran parte de la juventud vote a Milei.
– El “¿Por qué no lo voy a votar a Milei si la democracia no me dio nada?”
– Exacto. Se ha vaciado. Viví la gran ilusión de la llegada de Alfonsín. Había expectativa de algo. Hoy, cuarenta años después, lo vivo con mucho dolor. Uno ve que todo se ha caído, como los niveles de pobreza. Ojo, esto también le pasa a Europa y los países centrales. Entonces, se vuelve más actual la idea de constituir el discurso fascista como una fortaleza. Vi hace poco una entrevista al Papa que hablaba del síndrome 1933, con la aparición de los “hombres sin historia” en tanto cualquier cosa puede aparecer de la nada, como un experimento y constituirse.
-Encima obtiene legitimidad…
– Y si, en tanto afirma “algo”, aunque sea un disparate. Cuando se deja de creer en Dios –no desde el punto de vista religioso sino como entidad que ordene al mundo-, se puede creer en cualquier cosa. En la obra se dice que “la era de la razón es el imperio de la ficción”. Por eso Arlt está más vigente que nunca con su “astrólogo” de “Los Siete Locos”
-Venias de hacer “La noche oscura”. ¿Cambió mucho la forma de concebir al Führer?
– Si, fue distinto. Escribí el núcleo del relato del “Fuhrer” en el 2020 en la pandemia y la empezamos a ensayar en el 2021. El proceso fue más ligado a la escritura y después el ensayo. Se frenó y se volvió. De alguna manera, los ensayos funcionaron como una necesidad de ese momento, de volver a juntarse y atacar la idea de la virtualidad. Somos muy opuestos a eso. No creíamos que se podía ensayar por zoom. Al principio, nos juntábamos a ensayar en la casa de Darío Pianelli, uno de los actores, pero nos cayó la policía por la denuncia de un vecino. Ahí tuve apoyo de Ricardo Bartís que me ofreció ir a ensayar al Sportivo que, en ese momento, estaba cerrado.
Premios y reflexiones
– ¿Te sorprendió –y de paso, te felicito-, el recibir el Trinidad Guevara?
– ¡Si…! No lo esperaba por el tipo de trabajo que hacemos nosotros. No me gusta la palabra “off” pero es más lateral a la centralidad con la que se maneja el teatro.
– “La noche oscura” tenía un aire artesanal al tiempo que apelaba a cierta comunidad con el público.
– Si. Quería recuperar algo de la cultura campestre, a las peñas y al folklore. Algo que está muy ausente y que también sea una respuesta a este teatro moderno, for export para festivales. Todo se parece y es homogéneo, con mucha pantallita. Quería volver a la actuación propiamente dicha y a una tradición nuestra de apropiarnos del mundo. Nuestros modelos de actuación tienen mucho por decir. Por más que se hagan los progres, tienen un pensamiento colonizado teatralmente hablando.
-Saben lo que pasa en Berlín, pero no se pueden tomar un colectivo hasta Floresta…
– ¡Seguro…! Es más, deben pensar que Floresta es territorio extranjero. (risas)
– ¿El teatro está muy solemne…hoy en día?
– Está vacío. Es muy difícil ver teatro. Está vacío de teatro. Se pueden hacer espectáculos, pero no quiere decir que haya teatro. La maquinaria sigue funcionando, como hoy se llama, de “oferta cultural” pero teatro, poco y nada, en el sentido de lo que hacemos nosotros. De firmar una actividad grupal, con una experiencia y un sentido, una manera de hacer y producir, de repartir las ganancias…exiguas.
–Rodolfo Mederos decía que “no es lo mismo tangueros que gente que hace tango”. Al respecto, ¿hay teatreros y gente que hace teatro?
-Si. No es lo mismo poder constituir y recuperar una experiencia del hacer y todo te ataca. Es muy difícil sostener un trabajo que necesita madurar. Uno sabe que tiene su tiempo, necesita instalarse y con las funciones, se diversifique. Muchas veces hay caídas de público, con idas y venidas….
-Esto es algo que puede ocurrir. También hay seguros de sala que terminan siendo una presión extra.
-Lo entiendo, pero las salas tampoco son culpables ya que los costos que tienen son enormes. La luz, los impuestos, todo. Pareciera como si el sistema se volvió perverso. Las salas se ven obligadas a, por ejemplo, los sábados tener cinco espectáculos. Entra uno, sale el otro y no tenes un segundo para hablar porque ya tenes que desarmar el escenario. Es una producción en serie, con espectáculos todos los días. Nosotros hacemos una función con un promedio de 30 espectadores. Por eso, se vuelve tan difícil para quien actúa. Ojalá pudiéramos hacer dos o tres funciones por semana. Ahí hay algo más político en el problema porque se meten los subsidios y demás. Al final termina siendo una limosna que se da a todo el mundo, pero tampoco alcanza. Si las salas no se unen a los grupos, terminan convirtiéndose en locatarios.
-Es como el músico que paga por tocar….
-No tenes relación. Ok, me viene bien el espacio. El Teatro del Pueblo fue recontra amable y nos bancó siempre pero no entra con nosotros en la producción o nos ayuda a difundir. ¿Cómo podemos ayudar a algo que nos beneficia a ambos? Es “me interesa que estes aquí y entre los dos, ayudarnos”. Si no está uno, viene otro y el negocio pasa a ser el tener algo para estrenar porque sabes que las primeras ocho o diez funciones, viene gente porque traes a tu esposa, tus amigos y familiares. El negocio es tener estrenos…
-Lo cual da la imagen de productividad y producción de espectáculos nuevos.
– Cuando nosotros llevamos “Un amor de Chajarí” al Teatro del Abasto de Norma Montenegro, nos dijo “Quiero esto para la sala”. Al principio nos iba muy mal. Se lo dijimos y Norma nos decía que nos iba a bancar porque al final, iba a salir todo bien. Estaba interesada artísticamente en el material. Este tipo de empresarios, no hay hoy en día. Es como una editorial que tiene sus best sellers y autores con contenido de los que se dice “quiero tenerlos conmigo por su producción artística”. Al respecto, no hay discusión artística.
– ¿Interesa la discusión artística? Justo trajiste al Teatro del Abasto con la negra Montenegro, también estaba Puerta Roja con Canale y Subiotto o El Kafka, de Ruben Szuchmacher que tenían búsquedas bien definidas….
-Antes estaban los que mencionamos. Me interesa la idea del teatro independiente como un valor cultural, que proponga algo distinto. Veías actores, actrices que aparecían en ese circuito. Había un valor en ese teatro a partir de las propuestas de nuevos textos y autores. Algo que hizo Teatro Abierto, el evento más grande de discusión cultural con la Dictadura. Hoy no hay discusión artística, solo hay “oferta”. Tiene que haber festivales, en una ciudad con un barniz de modernidad y cultura. Mientras tanto, vas al centro y ves gente revolviendo los tachos debajo de las lamparitas de la “oferta cultural”.
Búsquedas artísticas
-A partir de tu experiencia docente, ¿qué buscan los alumnos? ¿Actuar o ser famosos?
– No se puede generalizar, pero sigue habiendo una búsqueda de algo… Estoy en la UNA, con alumnos de 3° y 4° y encuentro a gente que viene muy golpeada porque en esa idea de lo universitario, la universidad somete a la creatividad. En vez de tomar la creatividad como un elemento fundante del teatro argentino, se cree en las ideas, la semiología, los modelos de género. No se discute de teatro ni de enseñanza, del modelo de tradición del teatro argentino, basado en la creatividad y la improvisación. El hacer todo con dos pesos, tal como diría Capusotto. Los grandes actores populares como Nini Marshall u Olmedo. Autores como Pavlovksy, Ure o Bartís. Eso colocó al teatro argentino en otro nivel. El teatro independiente del cual salieron Kartún, Federico Luppi o Ulises Dumont. Todo esto, que es nuestra riqueza y tradición, es ignorado por los supuestos modelos de ideas.
-Justo nombraste a Luppi y a Dumont. Me da la impresión que los tomaste para tus obras. En “Bufarra” por ejemplo….
– En “Bufarra” les hice ver a los actores todas las películas de Aristarain y ellos lo supieron traducir muy bien. Ese era el modelo. Les decía “esto lo tendrían que haber hecho Luppi y Dumont”.
– ¿Cual fue la obra que más te costó “cerrar”?
– Quizás “La noche oscura” costó más por cuestiones de producción. Siempre trabajo con Felix Padrón que, por circunstancias familiares, en ese momento, no la podía realizar. Hizo los bocetos que terminamos realizando con otra gente. Además, el Teatro del Pueblo se estaba haciendo por lo que tuvimos que postergar el estreno para que el teatro abra. Una de las actrices, Bianca Vilouta Rando casi tuvo una peritonitis por lo que el primer estreno oficial fue reemplazada por Alicia Muxo, que preparó todo en quince días para poder estrenar. De ahí, que se haya complicado todo.
Nuevos públicos y sus particularidades.
– ¿Cómo recordas “Bufarra”?
– Me encantó hacerla. La quiero mucho y me enorgullece que ellos estén trabajando con Bartís. Inclusive hay una idea de volver a hacerla…
-¿Ah si? Mirá!
– Está muy viva. En ese momento, el elenco tenía que empezar a ensayar. “La gesta heroica” tuvo un montón de vaivenes. Entonces, por eso se interrumpió “Bufarra”. Hay un deseo de todos de volver a hacerla, con el asado, los choris y todo.
-Al respecto de esto, de los choris en Bufarra, las empanadas en “La noche oscura” y los payasos en “Die Kleine Führer”, hay un deseo de meter al público en la obra.
– Siempre me importó la idea primitiva y antigua de la celebración. El teatro como ritual colectivo y no como espectador. Alguien que es partícipe de esa comunidad y comunión. Es una ceremonia que empieza desde que se prepara, se toma el colectivo e hizo todo un movimiento para venir. Hay mucho respeto a eso. Más que vino a celebrar con nosotros lo que hacemos. No me interesa el espectador que viene, se sienta y se va. Hoy en día, no es todo, pero hay un teatro tomado por el mecanismo de mercado, que construye un espectador que paga su entrada, me ve, me aplaude, hay celebridades, etc. Esto no es una experiencia. Siempre le digo a los chicos del grupo con el que trabajamos que, aunque nosotros no nos demos cuenta, hay mucha gente que es la primera vez que va al teatro y viene a nuestra obra.
-¿Con cual te pasó?
-Con “Bufarra” y en “La noche oscura”. Entonces se llevan una sorpresa absoluta. Una vez me dijeron que “no pensé que el teatro fuera así”. Claro, porque está acostumbrado a la boletería, una entrada y eso. El estar ahí, en comunión con el otro, es muy fuerte para aquél que no lo vio. En el Führer no es como en calle Corrientes, sino que tiene bajar a un sótano y después viene Hannah y le pone una fusta en el hombro. Esa cercanía, el estar adentro, es una experiencia poderosísima.
-¿Qué sentis cuando suena un celular después que pediste que lo apaguen?
– Miro y trato de olvidarlo rápidamente… Más allá de la anécdota, es como que cada vez más difícil hacer teatro por la imposibilidad de sustraerse a la vida. Eso también es el poder que tiene el teatro, el poder suspender la vida y colocarte en otro lugar. Crear otra experiencia, otro tiempo.
-La pandemia contribuyó a esto de un público que no puede despegarse de su realidad?
– Creo que privilegió la idea de la experiencia virtual y de la pantalla. Esta es la gran batalla que está librando el teatro. Hay quien dice que es el último reducto de humanidad donde vos estableces un contacto entre cuerpos, en que vos te pones frente a un ser humano. Todo lo demás, está mediatizado. La experiencia primitiva de colocarte frente a otro cuerpo y ver la potencia del cuerpo como materia, como cosa primaria que llevas a la vida y a la muerte, eso es potencia. Esta queda anulada por los mecanismos de mercado. Esta es la experiencia que hay que recuperar.
– ¿Próximos proyectos?
– Quiero hacer una versión de “Fausto”. Es un texto muy abierto porque tiene muchas versiones. Una leyenda en la cual cada uno armó su propio Fausto. Me gusta mucho porque coloca el problema del mal. La idea de Mefisto, de que alguien se coloca frente al mal. Tengo una versión que se está corrigiendo. De momento, el título es “Fausto o la perversión de la bondad”. Este Fausto no acepta que pueda existir la bondad.
– ¿Cuándo saldría?
– Este año es difícil ensayar por el Führer. Seguro empezamos a ensayar el año que viene. A mí me lleva un año en general armar todo. A fines del 2024 la tendría, a menos que vaya a un teatro oficial en la que podés armar todo más rápidamente porque hay más recursos, cinco días de ensayo, etc. Las condiciones en las que hicimos “Bufarra”, “La noche oscura” y el Führer, eran de dos ensayos semanales.
Mirada interna
-Si tuvieras un formulario y dice profesión, ¿qué pones?
– ¡No sé! (risas). Director no podría porque me da vergüenza. No lo vivo como una profesión. Llegué al teatro…quizás dentro de unos años, podría irme y vivir sin el teatro. Viviría y seguramente, escribiría, algo que me gusta mucho. No para publicar sino por su mero disfrute. También iría a pescar.
-Se terminó el disfrute…
– Eso pasó con la pandemia. Cuando surgió esa detención, apareció por primera vez, algo interesante en tanto la vida como problema. De alguna u otra manera, se empezó a reflexionar sobre su vida, el sentido, el para qué, por qué vivo asi. No es el problema de la muerte si no es la pregunta por el sentido de la vida. Para que vivo, para que quiero. Cada uno, se planteó esto, de alguna manera. Si se puede seguir viviendo de esta manera. Después, rápidamente, la vida volvió a su funcionamiento, olvidando esas preguntas que habían aparecido, como en la época de los griegos.
-Es más, cuando aparece esa pregunta, se la deja de lado lo más rápido posible…
– Hoy lo que hay es un funcionar. Es difícil encontrar resquicios o fisuras donde preguntarse sobre el para qué de las cosas, el amor, el teatro.
-Si no eras director de teatro o actor, ¿qué hubiera sido de tu vida?
– ¡La verdad, no se…! (risas). A ver, arriero. Andar a caballo por la Cordillera, llevando cosas… ¡como Yupanqui! También me hubiera gustado ser un monje. De alguna manera, los monasterios son el único espacio donde late el pulso de lo sagrado.
-Lo agarrarías por ese lado y no tanto por lo religioso…
-Lo religioso no importa sino que es un lugar donde la vida se muestra desnuda.
-Si por la puerta de La Farola entrase el Eugenio Soto que terminaba el servicio militar, ¿qué le dirías?
– Era difícil la colimba… Soy de la generación post Malvinas, del 83. Estuve en la unidad de Patricios, que había combatido en Malvinas. Le preguntaría mucho sobre eso. Para mí, el país es un gran dolor. Le preguntaría sobre las esperanzas que se tenía y la pena que se constituyó. Como el tango acerca del “dolor de ya no ser”.
“Die Kleine Führer”. Centro Cultural Thames. Thames 1426. Domingo, 20 h.
Excelente nota. Enormes preguntas y profundas respuestas. Eugenio logra articular de un modo maravilloso e impactante la realidad con el universo de las ideas, la fantasía, la ficción. El pasado con el presente… a un ritmo vertiginoso pero confortante. Sus obras son únicas, imperdibles. Sus alumnos son unos privilegiados. Felicitaciones y que continúen los reconocimientos!
Ahhhhh!!! Eugenio querido!!!! que orgullo leerte!!!!! y que loco el hecho que asi te conoci, con la particularidad de ponerse de lado pero no para evitar o juzgar, sino para encontrarle la vuelta a las cosas.
Te veia exactamente donde estas hoy……y siempre rechazé la idea del » monje»….. que nos habria privado de toda esta riqueza!! Enorme, querido amigo!!!!