Mariana “Cumbi” Bustinza: “Me parece bien hacer teatro y escuchar cumbia cuando no es “lo estipulado”.

Es una de las/os pocas/pocos del teatro independiente que visibiliza la marginalidad con conocimiento de causa, lejos de cualquier banalización “progrecheta”. Acaba de estrenar “Algo lindo del horror”, una puesta que navega en su propia vida sin anestesia y con humor. Mariana “Cumbi” Bustinza toma un café y reflexiona sobre su obra, el vínculo con el público, la intelectualidad del medio y mucho más.

Fotos: Cecilia Inés Villarreal.

– Contame cómo surge “Algo lindo del horror”. Además, está muy bueno el título.

– La verdad, a mí también me gusta el títul. El otro día, mi hijo me preguntaba “¿por qué algo lindo de un horror?”. Bueno, la vida a veces es triste, pero siempre uno encuentra cosas lindas, asi como tiene cosas feas. Me habías preguntado cómo surgió todo…

– Sí…

– Surgió hace un par de años atrás, cuando estudiaba Dramaturgia en la EMAD. Tuvimos que hacer un ejercicio sobre que nos inspiraba para escribir. Entonces, hablé de cosas mías, de Los Redondos, poesías que me hacía leer mi viejo y cosas así. De eso quedó como un germen que un amigo me dijo “Che, podrías hacer algo con todo eso”. Tenía cartas de mi papá. “Podrías hacer un biodrama con tanto material”. Te estoy hablando de 2017-2018. Armamos un drive y quedó ahí. A principios del 2023, me separé y me agarró justo cuando había salido el tema de Shakira con Bizarrap. Lo primero que se me pasó fue que, si ella pudo hacer esto con toda esa bronca que le generó la separación, yo tendría que hacer lo mismo con el teatro. Sentía que lo necesitaba, ¿viste? Expresarme. Entonces, el impulso fue la bronca, la ira, la tristeza y todo lo que acarrea ese tipo de separaciones medio feas. Empecé con todo eso y lo hablé con Jorge (N de R: Jorge Thefs, director de «Algo lindo del horror»). “Che, quiero hacer esto”. Al principio era hablarle todo el tiempo de eso. De a poco, a medida que pasó el 2023, que fue el año que estuvimos ensayando, me fui dando cuenta que no iba por ahí. Estaba, en esos meses, medio obsesionada con el tema.

– Es entendible.

– No me lo sacaba ni con un guinche pero bueno, empezamos así. Después, estuve con depresión ese año, pero no lo sabía. Fue un año difícil ya que iba a ensayar, pero estaba todo el tiempo sentada. No me paraba, ¿viste? Me costaba un huevo. Buscaba todas las excusas para hacer todo pero sentada. Escribir, hablar… Después, cuando me recuperé de eso, fui y le decía a Jorge que “esto tiene que ser un show”. Como un recital de los Redondos o algo así. Él me decía “Si, sí. Lo que pasa es que vos no te estás parando…”. “Ah, si, claro…”. Ahí hubo un cambio. O sea, siguió el mismo camino que venía haciendo, pero tomó el formato que tiene. Es un recital teatral, performático, documental. Hay canciones, banda en vivo, fotos, cartas, de todo.

– ¿Cómo fue trabajar con las poesías de tu viejo y todo ese material en ese momento tan particular de tu vida…?

– Eso, la verdad, me pasó medio por el costado. Yo traía todo porque sabía que estaba haciendo una obra de teatro. Venía con las cartas y Jorge me miraba. “Vos estás bien para hacer esto?”. Le decía que si. Estaba como “¿cuál es el problema?” y eran todas tragedias, cosas muy fuertes. Traía data y más data y no me pasaba mucho por dentro. Pero fue gracias a eso que pude ensayarlo, sino me hubiera hecho mal. Fueron dos años de “robot”. Era “bueno, construyo esto. Lo escribo, lo ensayo y lo construyo”. Mi mente estaba como “ok. La puesta en escena, la actuación…”. Estaba “lista” de afuera. No me pasaba o no me dejaba que me pase.

– Sí….

– Entonces, no me fue tan difícil trabajar con tantas cosas de las que habla la obra que comienza con el suicidio de mi papá. Después eran las cartas de él y las que le escribí. Pensaba que “El día que esté el público, me va a pasar algo” Y así fue. Me reservaba todo para que me ocurra en escena con el público. Me parecía que eso no se podía ensayar…Es rarísimo. Nunca me había pasado algo así de ensayar a medias. Como que ensayo hasta acá, que es como un “ensayo técnico”.

-¿Cómo laburaste eso? Prácticamente, tenés que estar ensayando con “el freno de mano”.

– Si pero para mí era tan inconsciente todo que no es que yo ponía el freno. Era mi inconsciente el que lo ponía. No es que yo decía “no quiero llorar sino cuando este el público”. Mi inconsciente decía “Hacelo así que después va a aparecer lo otro”. Después fue hacerme cargo de esto, que en un momento “va a pasar”. Jorge mismo dijo “eso no me preocupa porque yo sé que va a aparecer”. Y así fue. Apenas hubo una persona de público que fue en el ensayo general – justo vinieron unos adolescentes de una escuela de La Plata- y ahí fue como que, por dentro, fue un “Despertate”. Pero todo fue muy inconsciente, medio mágico. En ningún momento me lo propuse ni me dije “ahora no voy a sentir, después voy a sentir”. Por ahora es como que todo pasa. Dicen que hay algo de la “dramaturgia del destino”. Como que empiezan a pasar cosas…

– Como que te lleva a un camino, ¿no?

–  Empezas a encontrar como puntos, claves, días exactos. Hay dos días, momentos exactos que encontré que no podía creer, como si te dijese que el 15 de mayo del 1996 me pasó esto y el mismo día en 2023 me pasó una cosa así. Es encontrar gente que aparece en mi vida después de millones de años. Todos aparecieron con esta obra. Hace un montón que escribo y sin embargo, ahora aparecieron personas que tienen que ver con el momento en que empiezo a narrar la obra.

– ¿Es tu obra más corta o me parece?

– Se puede ir alargando con el tiempo. Igual, las otras eran más largas. “La meca” duraba 70. Por ahí, más o menos. “Algo lindo del horror” dura una hora. Calculo que, a medida que la vayamos haciendo, puede ser que se estire cinco minutos. No mucho más porque está muy redondita.

– ¿Qué te dice la gente cuando termina la obra?

– Eso es lo más flashero de todo. El primer día pasó algo raro. La obra terminó y no sé porqué me quedé en el escenario, por lo que la gente me viene a saludar ¡al escenario! Terminé bajando y saludando mientras se iban, como si fuera mi casa. Eso hizo que toda la gente me viniera a abrazar, a saludarme, a contarme cosas de su vida. Siento que se genera algo así. El otro día me llegaron mensajes y audios. Me contaban que esto, que lo otro, que reflexioné esto, que “me quedé hablando hasta las 2 de la mañana de la obra”. Es gente abriéndose un poco. Queda muy movilizado el público con todo y necesitan contarlo. Me doy cuenta por el nivel de historias que se suben. Se abre algo del corazón ¿viste?

– Es muy fuerte eso…

– Una cosa así hace que uno diga, como una amiga que me habló y no la veo hace mucho me decía, “Estoy muy movilizada, contas tantas cosas. ¡Qué valiente!”. Yo no me doy cuenta, la verdad. ¿Valentía de qué? No asocio la valentía a que uno cuente cosas de su vida. No me siento valiente por eso. También dicen “qué genuino”, “qué sincero”. ¡Ah! También oscila entre “qué tremendo” y “qué tierno”. Se juega una especie de ternura que no lo sé. Debe ser “lo lindo” y “el horror” que están ahí.

– ¿Podrá ser que ésta –para el “afuera”- sea tu obra menos “marginal” en relación con tus creaciones previas, como “Menea”, “Lo que quieren las guachas”, “Gorila” o “La Meca”?

– Bueno, con Milton, en “La meca”, fue como un acercamiento para mí ya que era un alter ego. Milton tenía cosas de mi vida. Fijate que hablaba del padre que se suicidó. Eso era mi vida que después lo pongo en “Algo lindo del horror” pero más real.

Mirando la Meca

– Sin Milton y “La meca” ¿hubiese existido “Algo lindo del horror” ?

– No sé, pero Milton era una parte mía, que estaba ahí. Igualmente, eso tiene ficción, lo de ahora, no. De hecho, vinieron un par de personas y me decían que es como la Génesis de todas mis obras. Unos amigos -que saben “todo”-  ven que está todo “abierto”. Entonces es “Ah, ¡ahora entiendo!”, “Claro, porque es Cumbi es Cumbi”. Cayeron actores de “Turreo místico” y me decían que, tras ver esta obra, entendieron por qué escribo en ese mundo. Hay algo del comprender. El otro día justo vino Adrián Caetano. Soy muy fan de él porque siempre escribió cosas que me encantaban. Decía, «A mí me gusta esto, yo quiero hacer esto”. Lo vengo invitando desde hace 10 años por lo menos. Y vino justo a esta obra.

– Hablando de las cosas que pasan…

– Si! ¡Es muy “casualidad”! Vino a la segunda función de esta obra cuando lo vengo invitando a mil veces. Me dijo “Dale, voy”. Para mí, tiene como la Génesis. Ahí ves por todo lo que voy pasando, todos los momentos y entendés como se disparó todo lo demás.

– Es como tu propio “Antologhy”, ¿no?

– Si. Puede ser, porque de ahí vino el impulso para todo. Entendes por qué las obras son crueles, trágicas con toques de comicidad. “Algo lindo del horror” tiene que es retrágico lo que se cuenta pero por momentos te podes reír. Ojo, igual no es “mi vida es una mierda” ni nada por el estilo.

– De hecho, el título mismo es optimista. ¿Cómo se te ocurrió?

– Digo mucho “algo lindo”. Por ejemplo, “hagamos algo lindo” o “me quiero poner algo lindo”. Uso mucho esas palabras. Como “horror” ya estaba…Esto es algo que lo venía hablando con el psicólogo. Me dice “muchos horrores”, “te han pasado cosas horribles”. Como lo del “horror” ya estaba y lo de “algo lindo” era una frase que digo, lo fui hablando y dije “Ay, apareció ese título”. Lo escribí directamente título y quedó.

En un momento quería que tenga la canción de Shakira, cuando estaba en la etapa de “odio”. Era con el mismo fín. Por suerte, cambié de idea. Hubiera sido muy monotemático. Una cosa es una canción de 3 minutos y otra, de casi 1 hora. 

– ¿Te imaginás que pueda llegar a tener el mismo trayecto que tuvo “La Meca”?

– Espero que sea más porque la verdad es que con “La Meca” -que a mí me encanta-, no nos fue tan bien. O sea, sí y no, porque fui a Mardel, que me llevó Provincia y pude ganar cositas. Pero a la vez, siempre me costó mucho llevar público. Había algo que tenía que la hacía sentir que era un poco discriminada. Alguien me dijo que «era demasiado al margen” por lo que no era “mainstream”. Entonces, costaba mucho.

 – ¿Te costó más que con las otras?

– ¡Si! Mirá, con “Menea para mí” que tenía muchos más actores, costó que la prensa me dé bola. Que entiendan que era obra musical y no improvisación. El ubicarme a mí como dramaturga, actriz o directora. Pero el público iba. La bancaba. Lo mismo pasó con “Las guachas” pero ahí fue un poco más fácil. Pero con “La meca”…también los unipersonales a veces pueden ser más difíciles. La gente no lo elige del todo y prefiere una obra con más actores. Es más, la hubiera seguido haciendo si no me costara tanto ya sea para que vaya público o se dispare para algún lado. No digo a nivel “Menea” o “Guachas”. Espero que ésta tenga un camino más fácil que “La meca”. Quizas sea la temática, no sé.

La marginalidad, de primera mano

– Sos una de las pocas del teatro porteño que toca esos temas con conocimiento de causa. Eso ya te ubica en un lugar particular. Sos consciente de eso, ¿no?

– Sí, de eso sí. Al principio, no pero después si porque me tuve que poner a luchar de un lado y del otro, por las críticas. Una se pone en lucha ante lo que se te viene encima. De a poco fui entendiendo que cuando vos haces este tipo de temáticas, te van a venir los que te digan “¿vos quién sos para hablar?”, “¿Quién te crees que sos?”. Entonces, eso me fue posicionando en un lugar en el que diga “puedo hablar de tal cosa por tal, tal y tal cosa”. Más allá de tener que “justificar” esto, me fue poniendo en un lugar de gladiadora porque, además, me gusta lo que hago. No digo que es una mierda. Por eso, no entendía lo que pasaba con “La meca” que me parecía que estaba muy buena pero a veces pasa que no tenga que ver con lo hecho sino con otras cosas.

-Recién decías que había gente que te preguntaba desde que lado hablás, pero desde el lado de prensa, público o teatrero, habría que ver dónde están ellos para hacer esa pregunta. Más que nada por esa intelectualidad que escribe sin saber nada al respecto. Son todos prejuicios y suposiciones.

– Sí, pero viste que la gente ante la intelectualidad…Por eso también ya me acepté de esta forma, no porque yo no sepa –tengo tres carreras hechas- pero tengo una manera de ser y de pensar que no soy una persona intelectual. Pasa con muchos actores o gente de medios que dice “Este sabe. ¡Mirá cómo habla!” pero hablan de una manera y no saben nada. Pareciera que, si uno habla bien y es “intelectual”, ya es validado y valorado.

– Es lamentable, pero es lo que pasa.  Te entiendo.

– También me pasaba de estar en el medio.  Era “¿qué sabe? Villera” o cuando venían los pibes del barrio y me decían “Ah, ¿qué te hace la villera?» Era como que tuve que posicionarme para un lado y para el otro. Esto me fue como ubicando, aunque igual me sigue pasando. Prefiero pelearme con quien viene a decirme algo y “bueno, te explico” -porque si me escucha, me va a entender- a uno que dice “Escucho al que sabe, que es el que habla así con todas las palabras que hay que hablar”. Cuando le preguntas una cosa, te contesta algo que un montón de gente no entiende. Es “la forma…y el contenido”. Bueno, no todo el mundo entiende el contenido…

– Siempre jodo con “la paja intelectual” del teatro porteño, que resulta exasperante. Sos una de las pocas personas que muestra otra realidad ligada a la marginalidad. Alberto Ajaka y «Los rotos«, Yoska Lazaro con «Vago» y Marco Canale que hizo las obras en la villa. No hay más. Entonces termina siendo una especie de ombliguismo constante del teatro que, al mismo tiempo, se queja por qué no viene un público nuevo.

– Todo el tiempo es así. Es medio falso. Hay cosas que siento que “tenemos que dar lo que el público pide”. Entonces le damos una obra de dos parejas, que gira sobre la infidelidad.

Le dan lo que piensan que la gente necesita o pide. Bueno, no van a ir a ver esto. Exacto.

Los preconceptos del soberano y la intelectualidad

 – ¿Cómo estuvo “Turreo místico” en el CCSM, en su relación con el público? ¿La resignificaba?

– Había un poco de todo porque estábamos varias veces por semana y conocía lo que había hecho antes. Siento que se tornaba un poco más frío todo.

– Ah, mira!

– O sea, un público más “frío”. Quizás, se quedaban más con la historia y no llegaban como a reflexionar sobre otras cosas. Me daba esa sensación la energía del ambiente. Después, cuando la hicimos en Timbre 4, tomó mucho más “calor” pero no sé si tendrá que ver con el público o con el espacio. En relación con el público y ya me ha pasado en otras obras mías, es que hay gente que piensa que no son actores. Alguno que otro, por ahí, son de barrios bajos o de alguna villa, pero son actores. Entonces, se escucha el “le dan la plata a estos planeros”.

– ¿Dijeron eso?

– Si, escriben esos comentarios. “Se gasta la plata en estos planeros”. No podían diferenciar el arte y mezclaban todo. Con “La meca” también me pasaba respecto a lo que decían, pero como no estaba en el San Martín, venía desde otro lado.

Por otra parte, algo muy “progre” era el que se pone en “el lugar de” hablando de los pobres e intelectualizando de lo que el arte hablar. Es el juzgar por juzgar sin saber. Eso es lo que más bronca me da. Si me peleo con alguien es porque estás juzgando sin saber. Te puede gustar, no gustar, tener la opinión que sea….

– Es otra cosa.

– Claro pero si tu opinión es “quién soy yo”, pregúntame y ahí vemos.

– Me quedé mucho con lo que linkeas todo con el territorio. Vos se lo mostrás todo el tiempo y ahí es cuando cierto público y periodistas dicen “Ok, es esto. Listo”. Bajan la cortina directamente.

– La intelectualidad también discrimina pero no está bien decirlo…

– ¿Cómo vamos a decir que la intelectualidad discrimina….?

–  La realidad es esa y discrimina en mil sentidos. Hasta discrimina en el sentido de vos vas a ver una obra y sos una persona que no sos intelectual o tenés pocos conocimientos, hay obras que no podes ver porque no entendes nada. Entonces, expulsa y discrimina. De última, si quieres expulsar, problema de ella, pero discriminar ya me parece mucho. Ok, no querés incluir temas en tus obras, genial pero tampoco niegues lo otro. Porque es como que “la única forma de hacer teatro es como el mío y lo demás lo no es”.

– Hay muchas formas de concebir el teatro aunque, a estos “intelectuales” la crítica los enaltece todo el tiempo…

– Hay algo de eso, me parece….

– Al respecto, ¿cómo te llevas con la crítica?

– ¿Sabes que no tengo mucha crítica…? Las críticas malas no me hacen bien. No me gustan pero como que no me importa. Tampoco que siento que me critiquen tanto. Tengo a algunas personas que vienen, pero nunca le gusta nunca nada de lo que hago. ¿Para qué siguen viniendo? De repente un día me pone algo bueno y digo “Bueno, esta le gustó”.

– Bien! Vamos todavía!

– Pero bueno, entiendo que el crítico vive de criticar. Entonces, está bien. ¿Qué pretendo? Sino tengo que decir, “los críticos acá no entran. No entra nadie que vaya a criticar. Pueden sí hablar, pero no criticar” (risas).

Una escritura actual y vigente

– Te sorprende la vigencia de tus obras desde Menea hasta la actualidad?  No se si “Gorila” es de las más vigentes…

– Sí, recontra. Cuando volvimos a hacer “Menea” fue como un flash. Todo el tiempo se vuelve a un lugar vigente que tiene que ver con los derechos humanos, la discriminación o la lucha de clase. Va a estar vigente a menos que cambie todo. Esto hace que suba o baje ya que habrá momentos al respecto. Ahora, claramente, va a estar más vigente. Toma más importancia según cómo está el país.

– Pero tu teatro no es político.

–  No. Si bien todo es político en algún punto, pero no es que yo estoy posicionándome en un partido diciendo «nosotros pensamos así”. Más allá de que tenga claro a quien voto y todo, pero no milito en ningún partido. No estoy teñida de eso para tener que ponerme en un lugar. Una vez, un amigo me mandó un chiste que decía “Muy buena la obra ‘Menea para mi’. También estoy de acuerdo en matar a todos los chorros”. Me volví loca ya que pensaba ¿cómo pudo pasar que una persona entienda esto? O sea, todo lo contrario.

– En mi caso, escribí mucho sobre Milton, de “La meca”. El artista carismático que tenía para mí, cosas tanto del Diego como de Lennon. Igualmente, es ese ojo externo del contexto. Está muy bueno que pase todo eso con la obra.

– Sí.  Hoy en día pasa mucho eso. El que, de repente, cantantes de la cumbia 420 son muy famosos y se hacen millonarios, pero todo se puede terminar rápido. Es re duro. Toda la gente mirando el morbo. Ahora, con todo esto de Wanda e Icardi. Es terrible, con las hijas llorando, ¿viste? En Truman Show se veía perfecto.

– Tu pluma tiene realidad y maldad pero sin regodearse en esa violencia y el público no está preparado para ese tipo de cosas.

– Mirá, yo escribo muy genuinamente. No pienso mucho en lo que estoy escribiendo.

– Sería de “primera toma” como dirían en música.

– Sí, como que yo escribo y no estoy pensando “qué le va a llegar a la gente”. No pienso en el mensaje antes que escribir. O sea, yo escribo y el mensaje viene solo. Siempre hay un mensaje, ¿no? Pero es como que eso, aparece. De hecho, casi siempre nunca me doy cuenta sino que se da cuenta otra persona. No estoy pensando en eso. Yo estoy asi, escribiendo como si gritara frente a la computadora. Escribo y no pienso más allá de lo que estoy escribiendo. Eso es lo que lo hace muy genuino.

– Es muy puro.

– Claro. Lo respeto porque es lo que me sale. No tengo otra forma. Cuando lo hago de otras maneras, no sé si me salen cosas que me encanten. Lo intento pero es la forma en que a mi más me gusta. Con la que me siento más cómoda y digo “Bueno, es la que me gusta a mí”.

Femenino y feminista

– ¿Cómo te paras dentro del teatro y el vínculo con el  feminismo?

–Esta obra, “Suavecito”, gira en torno a tres mujeres poderosas. Tengo mi postura y soy feminista. Hablo con mi hijo al respecto. Está en segundo grado y viene con el cuaderno que dice “Mamá, lava los platos, la abuela plancha”. ¡¿Qué es esto!?”. Se reía y me decía que lo puso la maestra.  ¡Dale! ¡Poné otra cosa, la puta madre. “Poné ‘mamá escribe una obra”. Decile a la maestra que mamá hace otras cosas, además de lavar los platos. Todavía hay que lidiar con esto de la “lavada de platos”. Tengo una postura pero tampoco es algo que me carcome. No quiero que eso me funcione como bloqueo.

– Se entiende.

– Escribo de una forma, tengo un pensamiento, pero bueno, a veces escribo, no sé… “Turreo místico” no tenía bajada feminista ni nada.

– Pero es un clásico.

– Si si. Entonces, me costó hacerlo, porque en el momento que estoy escribiendo digo, «Ay, el feminismo” y me empiezo como a pelear conmigo misma, pero también digo, «Bueno, para, estoy haciendo esto, no puedo todo el tiempo estar pensando de esa forma”. De alguna forma termina siendo como un impedimento. Ahí digo “Ya sé como pienso”. Una vez que escribí “Turreo” le encontré una cosita que me quedaba tranquila, que en el final las que quedan hablando son tres mujeres.

– Justo te iba a decir eso.

– Entonces fue mi vueltita de rosca mental para no enrroscarme con decir “Bastante machirula es esta obra”. Entonces, a veces me funciona esa forma. Pero no empiezo a escribir pensando en eso. De hecho, “Menea para mi” era cero feminista aunque no machista.

Futuro próximo

-Después del Rojas, ¿qué viene?

– Termina acá en el Rojas el 29 de marzo y después vamos al Teatro del Extranjero, que es donde estrené casi todas mis obras. Pasamos a todos los viernes de abril. Después, veremos. En mayo frenamos ya que reestreno “Turreo místico” y estreno otra cosa. Ahí capaz junio, julio volvemos. La idea es poder llevarla para un lado y para el otro. La onda es hacer un poco más largo este año. Por ahí, cambiando de teatro y después llevarla a Mar del Plata. Quiero llevarla allá. Después sí, lo que pinte vamos a hacer todo.

– Imagino que tenes un montón de obras inconclusas.

– Sí. Son obras que empiezo y después digo “Bueno, algún día volveré acá”.  Tengo muchos drives abiertos con títulos. Soy muy del “título”. Tengo un drive que dice “obras nuevas” y ahí 1000 cosas que quiero hacer. Algunas son ideas, otras son escenas. Tengo de todo y cuando puedo, me pongo y hago. Como también escribo para microteatro, a veces me lleva tiempo.

– ¿Tenés drives o cuadernos como este?

– Ahora tengo drives. En su momento, era mucho cuaderno pero me volvía loca cuando empezaba a buscar. El drive me ordena mucho más. Si me preguntás, te puedo decir varias ideas que tengo porque me acuerdo que las tengo en el drive o que está más desarrollado que no. El drive me ordena un montón. Me sirve mucho. Ahora en julio estreno mi otra obra. Este año estreno dos obras.

– ¡Qué bueno! ¿Qué estrenas?

– “Algo lindo” y estreno “Suavecito para abajo” a fin de julio en el Teatro Popular.

– Mira qué lindo. Ahí en lo de Anabela.

–Si si, en lo de Anabela, y va a ser a la gorra. Es una obra que son tres. O sea, dentro una obra hay tres títulos: “Chica pura”, “Nena mala” y “La madre del diablo”. Podría hacerlas por separado si quisiera, pero voy a hacer que sea una obra entera. Las escribí separadas, pero para que estén juntas. Es raro. Empezamos a ensayar en abril. Siento que la escribí y reescribí tanto que son obras de dos personas.

Mariana y…

– ¿Cuándo aparece “Cumbi”?

– En el Conservatorio de Arte Dramático. Escuchaba cumbia lo cual era medio extraño. No todo el mundo escuchaba cumbia pero yo si. Había que hacer un ejercicio y ponía cumbia. Para todo ponía cumbia y así fue que, cuando llegaba, decían “Ahí viene la de la cumbia”. Cumbia…cumbi, y quedó. Además, lo tomé porque me identificaba completamente con eso. Me parece bien hacer teatro y escuchar cumbia cuando no es “lo estipulado”. Más cuando lo que hay que escuchar es “tal cosa” o el “si escucho cumbia para joder un poco”.

– Hay algo así…

– Yo escucho cumbia. Si me pongo los auriculares, suena cumbia. Rock también, pero es la cumbia.

-Te doy un formulario que dice Angélica Mariana Bustinza, profesión. ¿Qué ponés?

– Artista.

– Ah, mirá. Pensé que ibas a mandar “dramaturga” o “escritora”.

– Si lo hago libremente, siempre digo que soy artista. Medio que hago de todo. Ahora, si es un lugar para “quedar bien”, pongo “productora y dramaturga”. Sí. Pero es porque tengo que quedar bien. Si pongo actriz, queda medio en la nada o tenes que ser Mercedes Morán. Encima eso. Como todo lo otro, como “director”, “autor” o “productor” es más invisible en algún punto, podes decir eso y agregas “Ah, sí, en teatro.»

– Si no eras artista, ¿qué hubiera sido de tu vida?

– En un momento pensé que…Me gustaba mucho la gimnasia deportiva y el deporte. Creo que algo que hubiera tenido que ver con el deporte y el entrenar un equipo. Esto no deja de ser muy diferente de dirigir obras con muchos actores. Estuve federada en voley, en Ferro, también en handball. Ahora estoy jugando al handball, con un equipo de pibas los miércoles. Me encanta el deporte. Siento que hubiera hecho algo relacionado con esto.

– La última. Si por la puerta de acá de la farola entrase la Mariana Bustinza que iba a ver a Huracán, que estaba con los chicos de la 1-11-14. ¿Qué le dirías? ¿Algún consejo o recomendación?

– Que siga su camino. No le diría nada. ¿Viste que hay gente que piensa que diría «No, no por acá, no por acá”? Siento que no porque, más allá que tuve muchos “tropiezos”, siento que, en algún punto, supe encontrar un camino.  Encontré este camino porque caminé todos los otros caminos. Entonces, siento que si me salteara cosas no sería quién soy. No cambiaría.

– Como dicen por ahí, “solo erran los penales los que los tiran”.

– Claro. A lo sumo le diría que tenga un poco más de cuidado. Que sea un poco más consciente de ciertas cosas, pero no mucho más que eso. Si sos muy consciente, te das cuenta de todo y no haces nada.

“Algo lindo del horror”. Centro Cultural Ricardo Rojas. Sábados, 21 h.

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