Martín Flores Cárdenas: La excelencia en la brevedad

Es uno de los directores más interesantes del teatro porteño ya sea con obras propias o de Carver. Con un prestigio in crescendo, presenta la excelente “Mujer armada, hombre dormido” que engalana la muy buena programación del Camarin de las Musas. Martín Flores Cárdenas habla de teatro y de su teatro con ECDL. 

– ¿Cómo surge la posibilidad de hacer «Mujer armada, hombre dormido»? ¿La conformación del elenco?

– Después de hacer las adaptaciones de Carver, me convencí de que era el momento dejar la narrativa de lado y concebir un texto teatral propio para llevar a escena. Me senté frente a la computadora con la convicción de que estaba trabajando diálogos, situaciones de un próximo espectáculo. Para darle forma a esta decisión, apenas tuve escritas algunas hojas me puse en contacto con los actores que me interesaban para los distintos roles. Confiamos, ellos y yo, en lo que había aparecido en esas primeras escenas y acordamos fechas. Ya no sólo tenía un compromiso conmigo sino que había involucrado a otras personas de mi más alta estima en esta decisión. Sabiendo que cada uno de los actores tendría que interpretar dos o tres personajes sabía que necesitaba un grupo capaz y entrenado. Eso no siempre es fácil de conseguir. Pero en este caso di con un «clan» formidable tanto a nivel profesional como personal. Los cuatro hicieron y siguen haciendo un trabajo extraordinario. Por las características de la obra y forma de encarar la puesta Germán Rodríguez, Laura López Moyano, Ximena Banús y Javier Pedersoli terminaron siendo verdaderos pilares de este espectáculo. Además, personas a las que aprecio mucho.
– ¿En qué se diferencia «Mujer armada….», de tus anteriores proyectos como «Catedral» y «Quien quiera que hubiera….»? ¿En la forma de encarar el proyecto? Alguna situación en particular…?
– Bueno, en primer lugar ahora soy autor y dramaturgo de la obra. En las adaptaciones de cuentos, por más que alguien podría decir que como dramaturgo uno es «autor» de la obra teatral, los cuentos ya estaban escritos por Carver. En este caso, «Mujer Armada Hombre Dormido» es un material concebido para ser llevado a escena. Una característica principal de la escritura dramática es esa entidad oral y performática de la palabra. Si bien se puede asociar el estilo de la obra con la de algunos autores de la narrativa y la poesía norteamericana, yo me senté frente a la computadora a escribir una obra de teatro. Y la palabra en dramaturgia no sólo tiene música, sonoridad y ritmo. También tiene un cuerpo que la dice, un cuerpo real. Para adaptar narrativa también tuve en cuenta esto pero aquí no había una versión anterior. La palabra fue concebida para ser dicha. Ese punto de partida para mí ya lo convertía en un proyecto de distintas características. Otra diferencia importante eran las dificultades que tenía que enfrentar en la puesta: en esta obra son once personajes interpretados por cuatro actores y las escenas suceden en siete lugares distintos. Se trabajó mucho en hacer de forma sintética y verosímil los cambios de roles y de locaciones sin traicionar una forma de trabajar. Los espectáculos eran mucho más sencillos en este y otros aspectos.
– ¿En qué momento de tu vida como dramaturgo te encuentra «Mujer armada….»?
– No sé si puedo hablar de «mi vida como dramaturgo». Justamente porque me parece que recién empieza. Tengo un vínculo muy estrecho con cada uno de estos personajes, me siento representado por ellos. Claro, va a haber quien vea la obra y piense que soy un monstruo, un infeliz o sencillamente un idiota. Puedo ser todo eso, sobre todo lo último. Pero lo que me interesa en realidad es profundizar en ese vínculo que se está generando entre mi intimidad y mi creación. A pesar del aparente distanciamiento que propone la puesta, montar esta serie de situaciones me conectó con experiencias, miedos y fantasías con las que convivo día día. Algo así como rascarme cascaritas de heridas que lejos de cicatrizar, cada vez se hacen más grandes, por mal que suene.
– Hoy por hoy, el dramaturgo y director en el que te has convertido, ¿le cerró la puerta un poquito al actor? Harías las tres cosas en una obra?
– No tengo en mis planes actuar. Nunca me consideré proyecto de actor si quiera. Quizá algún día vuelva. No sé.
Intermedio: Hace rato queríamos hablar con Martín. Hemos visto muchas obras de Martín y sabemos de su crecimiento y su sapiencia. Martín responde con metáforas muy concretas en su contenido pero no exentas de poesía. Sus respuestas son exactas y claras, tal como son sus propias obras. Riquelmista amante del buen fútbol y tímido para las notas, Flores Cárdenas descubre poco a poco los secretos de su escritura y su dirección.
– A partir de «Mujer armada….», ¿vas a dirigir solo obras escritas por vos o retomarás lo hecho con Carver, pero quizás, con otros autores?
– Estoy dirigiendo los ensayos de un unipersonal escrito por Santiago Loza que va a actuar Diego Gentile. Me ofrecieron algunos textos para dirigir. Pero la verdad es que no sé qué autor u obra vendrá después. Sean textos míos o no disfruto mucho del proceso de montaje. Es ahí donde me encuentro haciendo verosímil, funcional o bello a mis ojos lo que me parecía tirado de los pelos o poco interesante en el papel. Esto no quiere decir necesariamente cortar, agregar o cambiar lo escrito. Tiene que ver con la experiencia en los cuerpos, algo físico en espacio y tiempo. Allanar nuevas tensiones y sentidos en el texto a partir de verlo. Verlo modifica mi manera de “leerlo”. Puedo no estar del todo conforme con lo escrito pero confío igual porque sé que va a estar puesto en juego en un sistema que me permite mejorarlo. 

– En general, tus obras son cortas, ¿es por algo en particular? Surgió alguna vez el tema del «tiempo» para el desarrollo de las mismas? No es crítica sino que me asombra gratamente -y no soy el único- de poder condensar las puestas en un tiempo tan exacto.
-No me lo propongo. Es cierto que «Marinero», «Catedral» y «Quienquiera que hubiera dormido en esta cama» duraban apenas 35 minutos cada una. Pero nunca me representó un problema. Sentía que los finales llegaban de manera natural y que la duración era acorde a la forma en que se desarrollaba la acción. «Mujer Armada Hombre Dormido» dura 45 minutos. El hecho de que sean varias historias y muchos personajes era una tentación para engolosinarme. Pero me gusta la ambigüedad y la síntesis. Opero por sustracción, algo que supongo imito de los autores y artistas que admiro. Hay gente que agradece mucho esto y otra que se queda en la butaca esperando el segundo acto.

– ¿Cómo fue el trabajo con respecto al tema de los «tiempos» de cada personaje, teniendo en cuenta que son once y cuatro actores?
– La obra tiene ocho escenas en las que la situación se plantea muy rápidamente. Los personajes van al grano y eso requiere por parte de los actores mucha concentración. Tienen que acelerar de cero a cien en pocos segundos, salir de escena, cambiarse de ropa y entrar interpretando a otro personaje que otra vez, se enfrenta a un momento clave en el transcurso de su vida. Ensayamos con pasadas generales aún cuando no teníamos definida muchas cosas, un ejercicio les sirvió a los actores para entrenar ese aspecto.


– ¿Cómo ves al teatro porteño? Consideras que hay muchas (para algunos, demasiadas) obras? Hay un público para tal cantidad de obras? El público se va incrementando o es un número establecido pero muy seguidor?

– Bueno es difícil hablar del «teatro porteño» así en general. Por un lado está el Teatro Comercial con el cual no tengo vínculo; por otro lado, el Teatro Oficial que sobrevive exclusivamente gracias al amor y tozudez de sus artistas y trabajadores (agoniza con un presupuesto miserable). Y el Teatro Alternativo (por llamarlo de alguna manera) que está vivo y que incluso tiene su versión off, en este nuevo grupo de salas que conformaron ESCENA, pequeños espacios que crecen por mérito propio, descubriendo formas, allanando caminos. Son todas realidades distintas del teatro de Buenos Aires con un denominador común: la ausencia de una política cultural. En esta situación de abandono, el Teatro Alternativo, valorado en el mundo por su singularidad produciendo como puede, le termina dando por demagogia, por pura propaganda política, un falso prestigio al Teatro Comercial y al devaluadísimo Teatro Oficial.  Puede ser que haya demasiadas obras en nuestro espacio, como vos decís. ¿Pero cuál sería la medida? ¿Demasiadas para qué? ¿Para quién? Somos muchos, sí, pero ¿de qué renegamos? ¿Cual es el peligro o en qué nos perjudica? Estas son preguntas que me hago y las respuestas que encuentro se contradicen. Si la afluencia de espectadores de Teatro Alternativo crece de a poco o se sostiene sólo porque es muy seguidor, no lo sé. Pero sé que es únicamente por méritos de propios. Y claro porque somos cada vez más lo que nos involucramos con la actividad.

– Si tuvieses la chance de hablar con el pequeño Martín Flores Cárdenas que recién se interesaba por el teatro, qué le dirías? Alguna recomendación o consejo?
– Jaja… Le diría «No temas a que tu vida se convierta en un reviente. Aunque te creas un pequeño Bukowski estás muy lejos de eso todavía.»

«Mujer armada, hombre dormido». Camarín de las Musas. Mario Bravo 960. Sábado, 23 hs.

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