¿Doscientos años no son nada?

Se viene el bicentenario con todo lo que esto implica. Se habla de renovación de principios y demás en medio de una sociedad fragmentada cuya gran paradoja no es el debate e intercambio de ideas sino que este intercambio sería considerado “factor de división” entre los argentinos. “Olvidemos todo, pongámonos las anteojeras que el futuro nos espera”, mientras barremos las miserias de nuestro pasado y presente bajo la alfombra de la “unidad” de nuestra gente. A estos personajes habría que tirarles la frase “Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila” de un periodista (entre tantas cosas) que recordaremos en estas líneas.
 
Ahora, con motivo del Bicentenario, todos se ponen emotivos para recordar a los “héroes” de 1810 pero hay uno que brilla por sobre los demás. Será por que murió joven, siguiendo el axioma punk? Se llamaba Mariano Moreno y era un “cráneo”, en el buen sentido de la palabra. Firme partidario de la educación, sostuvo que “Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía”. También pensaba sobre los derechos de los pueblos originarios y a su derecho a la libertad, “Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas”.
En tiempos donde es más fácil prender la televisión y olvidarse de lo que ocurre, o peor aún, dejarse llevar por las noticias sin realizar un exhaustivo análisis y contraposición de las mismas, el espíritu revolucionario de un luchador por la libertad como Mariano Moreno es una brisa de aire fresco. Moreno murió en alta mar y su cuerpo, tirado en las aguas brasileras. Ya en esa época, se empezó a tener la mala costumbre de arrojar al océano a aquellos que deseaban un futuro de mayor vuelo que el del mantenimiento de una coyuntura que solo beneficiaba a unos pocos.

¡Bienvenidos al Caleidoscopio!

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