Libro: “Las fuerzas del Cielo. Argentina, Milei y los judíos”.

La irrupción de Javier Milei en la política argentina que culminó con su arribo al “sillón de Rivadavia” en elecciones democráticas, cortesía de la decisión del colectivo denominado “gente”, sigue planteando diversos interrogantes. En especial, respecto a lo que fue la conformación de su electorado en tanto su origen y las causas que llevaron a votarlo. Desde el primer momento, Milei se mostró extremadamente cercano a la colectividad judía lo cual despertó cierta sorpresa, como mínimo. Más aún cuando este acercamiento se produce con los sectores más conservadores de la misma y una aproximación al gobierno de derecha del Estado de Israel.

La colectividad judía –mejor dicho, varias de sus instituciones y un importante número de sus integrantes- ya venía girando, desde hace rato hacia posiciones de derecha. Esto, sin olvidar los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, durante el menemato, que parece no haber impactado mucho en tanto el alineamiento político. Después, hubo algunas reacciones dentro de la misma, de sectores más progresistas, en especial en tiempos del domador de reposeras. En el caso del actual mandatario argentino es diferente. Esto se debe al apoyo de algunos personajes que lo circundan netamente antisemitas o con vínculos con la Dictadura. No olvidemos que ésta se cobró un buen porcentaje de “la cole” entre los desaparecidos y asesinados. Inclusive, hay testimonios que certifican el sadismo en la tortura para con los prisioneros de dicha condición.

En la última curva de un 2024 de posverdad consolidada, salió un libro de excelente calidad que abre el debate a partir de la discusión de ideas. Es “Las Fuerzas del Cielo. Argentina, Milei y los Judíos”. Con veinticinco ensayos y un cuento -compilado todo por Raanan Rein y Pablo Mendez Shiff-, se plantean diversos análisis que atraviesan a la colectividad judía. Una reflexión seria sobre el contexto que habita y la atraviesa.

Desde la tapa azul que muestra un candelabro de colores azules con pinceladas blancas, sobre un fondo negro, emerge una figura pequeña y despeinada. El humor y la ironía no podían estar ausentes ya sea desde el primer golpe de vista.

El libro se encuentra dividido en tres ejes que encaminan la lectura, tal como son “Los argentinos-judíos. Un mosaico de identidades”, “Entre las fuerzas del Cielo y las fuerzas del suelo” y “Argentina, Israel y los judíos después del 7 de octubre”. Cada eje es bien claro, siempre vinculado con la coyuntura nacional –Milei y el judaísmo- e internacional –el rol del Estado de Israel tras el ataque de Hamas del 7 de octubre y la posterior matanza con la invasión a Gaza-. Si bien los mismos ordenan los ensayos, se permite una lectura «random». Tal como si fuera un disco doble con canciones que tienen efecto a partir de la escucha escalonada o de acuerdo al gusto del lector.

La precisión analítica de los ensayos apunta a cada flanco que plantea Milei en su vínculo con el judaísmo. En especial, sus contradicciones y los recortes que realiza arbitrariamente para armar su propio rompecabezas. Un judaísmo APM (“Apto para Milei”) propio del realismo mágico de quien busca encajar piezas sea como sea. Fortunato Mallimaci visibiliza este posicionamiento por su postura contraria al “comunismo” encarnado por el Papa Francisco y “esa aberración llamada justicia social” que sostendría Bergoglio. Éste disputa sentidos al mundo neoliberal desde un humanismo inclusivo («nadie se salva solo»).

Justamente, el judaísmo tiene un carácter comunitario muy fuerte que es omitido -¿sin querer…queriendo?- por Milei. Agustín Marcuff pone el foco en la Torá respecto a la justicia social y el rol del Estado. Hay una reacción de la Torá frente a la pobreza y la desigualdad. Además, la idea que tiene Milei respecto al principio de propiedad «no encuentra base en la tradición bíblica». Los hermanos Naidorf ponen la lupa a la «libertad» con un análisis preciso. De paso, exhiben la banalización que hace Milei con el uso y abuso del mentado concepto. Mendez Shiff grafica el deslumbramiento del mandatario por el judaísmo con la serie “Orange is the new black” cuando Black Cindy quiere ser judía. Un deseo muy similar al de Javier Gerardo.

Por otra parte, se visibiliza una fuerte crítica a la dirigencia de la comunidad judía. La misma que pone el grito en el cielo (valga la redundancia) ante cualquier atisbo de antisemitismo pero hace la vista gorda frente a las aberraciones de los amigos de Milei. La DAIA maneja un “judeometro” selectivo de acuerdo a quien sea la persona en cuestión. Mientras que a algunos le piden la “ketubá” para certificar su “pertenencia” al pueblo judío (mi caso), Milei – un arribista, llegado el caso-, es recibido con los brazos abiertos. Alejandro Soifer muestra qué es Jabad Lubavitch con precisión al tiempo que la dupla Rollandi y Rullansky diferencian con exactitud “judaísmo” de “judeidad”. El mismo Raanan Rein sostiene en uno de sus ensayos que “los judíos tienen una larga memoria”. ¿Selectiva, preguntamos?

Este alineamiento de Milei con el judaísmo también deja la idea de un brote antisemita. Nuevamene, Rollandi y Rullansky hacen un llamado al respecto en tanto, “el asociar al judío con el enemigo tiene raíces históricas”, mientras que Milman sostiene que “ser judío es ser responsable de nuestras creencias”. De hecho, Miriam Lewin asevera que “Milei es un pseudo judío al que le parece bien discriminar”, aseveración por demás relevante desde el mismo momento en que el aludido abre la boca para verter todo tipo de barbaridades. En el caso de Uriel Romano, se ubica en otro lugar desde el momento que afirma que votó a Milei aunque “sin estar plenamente convencido y con muchas dudas internas”. Sostiene que “ama el judaísmo más que muchos judíos que nacieron judíos” para hacer después una separación entre “lo fascinante” y “lo preocupante”. 

El texto de Ingrid Sarchman es de los más críticos y certeros del libro. Parte de su familia para después tirar algunas ideas muy ricas para el debate. El porqué del voto a Milei, que va más allá del proverbial antiperonismo de buena parte de la comunidad judía hacia la creación de un imaginario del “buen ciudadano”. El impacto constante de Milei en las redes con su discurso retrogrado que analiza con exactitud en tanto “no hace falta explicación, solo circulación”. Esto no quita que “tenga un molde tan vacío como eficaz”. Todo está explicado e invita al debate. Aquí preguntamos, ¿interesa esto? Más que nada cuando “la fe” y la creencia le hicieron una gambeta corta a cualquier intercambio serio. Es como ir a una consulta médica para decirle al galeno que es lo que uno tiene….

El discurso y las formas que usa Milei suelen ser motivo de crítica. Alexandra Kohan advierte sobre el “acostumbramiento de la crueldad” a través de la despersonalización llevada a cabo por un binarismo exasperante. Por su parte, Nerina Visacovsky hace hincapié en “el reino del revés” en el que se está viviendo, con un Milei “adorador del judaísmo” que “realiza alianzas con nazis que son judíos”. Visacovsky deja como advertencia que “la cultura de la colectividad es diversa pero no deberíamos cruzar ciertos límites después de la Shoa”. Ni hablemos de la banalización constante que hace de la misma el devenido judío en ejercicio de la primera magistratura…

Probablemente, el texto de Jordana Timerman sirva como cierre con su “el judaísmo que yo admiro”, teniendo en el centro de su análisis que “el judaísmo es comunitario”. Mira hacia atrás pero sin caer en una «retromanía» para analizar como se ha llegado a la situación actual.  

Cautivante de principio a fín “Las fuerzas del cielo. Argentina, Milei y los judíos” es uno de los pocos estudios que van más allá de la crítica a un contexto avasallante. Llama a un intercambio serio y reflexivo, a partir de ese viejo adagio que dice que “si hay dos judíos, tenes tres opiniones”. Se destaca la amplitud del espectro abordado que es extensivo a cualquier colectivo que forma parte de la sociedad argentina. Solamente hay que tener ganas de nadar en esas aguas turbulentas de poner en tela de juicio lo establecido. Es un ejercicio de valentía y madurez, algo que no abunda en estos tiempos de desquicio terraplanista y de banalización de la palabra “libertad”. Todo, bajo la atenta mirada (¿complicidad?) de una población aletargada.

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