Aguafuertes porteñas: el 8N en la calle

En Buenos Aires pasan cosas. A veces uno se entera por circunstancias relacionadas a su actividad o simplemente porque la casualidad metió la cola. De esta manera y con esta impronta, se relatarán historias y hechos varios dignos de mención.

   

Mi 8N arrancó a las 18.45. Estaba mirando la tele en la zona de Balvanera. Era Canal 26, palpitando la marcha con un móvil en Caballito, Acoyte y Rivadavia, para ser exactos. Desde el “piso” del estudio central le piden a Patricio, el movilero, que recoja algunos testimonios. Obediente cumplidor de órdenes, Patricio encara a una chica que venía con su bebe y le pregunta al respecto. Muy suelta de cuerpo, ella dice que “no pienso ir a la marcha porque no coincido con lo que proponen y menos con quienes llevan a cabo la marcha”. Atragantado por lo respondido, Patricio busca redimirse con un señor mayor al que le hace la misma pregunta. El señor empieza a responder “esto está fogoneado desde un multimedio que es un monopolio informativo…..”, cuando Patricio le agradece su participación. Van a estudios centrales, el móvil no vuelve a aparecer. A los pocos minutos, se cortó la luz por lo que inicié mi partida hacia el Obelisco.
Con el 95, me bajé en Corrientes y Uriburu y empecé a caminar por la avenida. Eran ya las 19.15 y se ven negocios cerrados. En Corrientes y Callao, se aprecia en las cuatro esquinas que hay gente concentrada. Algunos se saludan, otros esperan. El tránsito recién se corta en Corrientes y Talcahuano. Las cacerolas empiezan a sonar al tiempo que, desde un negocio de música de la vereda para de Corrientes, se escucha “No llores por mi, Argentina”. Eso si, nadie hace alusión que, en la vereda impar, están todos a oscuras porque no hay luz.

La gente va llegando, de a poco y en cantidad. Los carteles son imperdibles. Hay uno que llama nuestra atención “No a ser arrastrados por los KK hacia una Argenzuela Sovietoide (Santa Clara de Saguier y Bella Vista)”. El análisis de este cartel lo dejamos para otro momento. Otros dicen “No a la re-re”, “Debatamos ideas, no prejuicios”, “Esto es democracia”, “Queremos vivir en libertad” y un cartel de gran tamaño con la letra PAZ, de Unidos por la Seguridad. Al costado, se ve a una mujer sola, sosteniendo un cartel que dice “Justicia para Nicolás Castillo”. Nos dice que es la tía de Nicolás, un joven de dieciocho años que fue asesinado mientras esperaba el colectivo.

En el Obelisco, una gigantografía dice “La Fragata no se entrega ni se vende. Hoy todos los argentinos queremos la Fragata en casa por la reconquista de nuestra libertad”, se lee al ritmo de “Sacrificio y rock and roll” de Pier.
Ya no se puede transitar por la cantidad de gente. Los fotógrafos se juntan en la esquina del Mac Donald’s y se suben a distintos lugares para obtener mejores tomas. Distintas edades dan cuenta de la convocatoria pero con predominancia de mayores de 50 años. Mucho traje y recién salido de la oficina o del after office, asi como tacos dignos de una oficina más que de una marcha. Los concurrentes son educados. Piden permiso y también perdón. Más aún si se avanza y se pisa a una chica en sandalias que responde con una sonrisa. No obstante, hay un puestito al lado de Mac Donald’s que vende las remeras del Cacerolazo y del #8N. Preguntamos cuanto salen y nos responden “una x $40, tres x $100”

Llega la bandera argentina de largas dimensiones. Su ruta es por Corrientes, Suipacha, Diagonal Norte, con destino Plaza de Mayo. Se empiezan a escuchar canticos como “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Quien está a la cabeza de la bandera no es otro más que el inefable Raúl Castells. Lo que no se sabe si es porque él organizó a la bandera o porque se ubicó geográficamente allí.
Ahora, a medida que toma Diagonal Norte, se oye un tibio “Cristina, no seas boluda, vas a salir volando como De la Rúa” seguido de un más poderoso, “Se va a acabar, la dictadura de los K”. La cereza del postre es el grito “bergmaniano” (por el patético rabino de kipá lisérgica y no por el gran cineasta) de “Seguridad! Seguridad!”.

Por un rato, me alejo de la marcha y me quedo escuchando al grupo de rock que suele tocar en Diagonal y Florida. Escuchar “Cocaine” y “Have you ever see rain”, alegran un poco la noche.

Llega la gran bandera argentina y me sumo a ella. Un par de chicas gritan “si este no es el pueblo, el pueblo donde está”, con la convicción que tendría uno en una marcha del Opus Dei. En este mismo tenor, se ven a dos jóvenes sosteniendo sendos carteles que dicen “Clarin no miente” y “Proyecto Nacional y Popular: + Censura, + Inseguridad”. Cuando pensaba si reir o llorar frente a estas pancartas, mi capacidad de asombro se topa con otros dos que dan para hablar, debatir y reflexionar. “Cristina, queremos que gobierne para todos, no para el 54%” y “La Korrupción es la madre de la inseguridad”.

La gente se queda en la Plaza de Mayo batiendo cacerolas al ritmo de diversos cánticos aunque no todos. Con el grueso de la concentración proveniente desde el Obelisco, otro tanto –obviamente muy pequeño- empezaba a irse, muy despacio, por Avenida de Mayo. Parecía que ya había terminado todo. La descarga de ira se había aplacado. Inclusive, un hombre tiró unos carbones y se puso hacer unos “chori” para ver si la gente comía.
La Avenida de Mayo estaba cortada y la gente paseaba. Algunos entraban en los bares que, de a poco, se iban llenando.
ECDL consultó a varios policías encargados de los cortes de calle y contaban que, por el caudal de gente, no hubiese sido falta pero «son órdenes. Además, está todo muy tranquilo». Inclusive alguna que alguna que otra cacerolera se internó en el Paseo de la Revolución para ver que se podía comprar. 
Tomar el colectivo para el oeste se complicaba. La 9 de Julio estaba cortada pero con varios omnibus de algunas líneas esperando «luz verde» para iniciar el camino de vuelta. Tomamos el 64 hasta Once y la gente caminaba mientras un silencio impensado atravesaba el calor sofocante. 

Ya arriba del 8 que se desvió de su recorrido habitual, al retomar Independencia y después Alberdi, el trayecto da cuenta de una paz asombrosa. Apenas un hombre alto y canoso, junto con su familia, caceroleaba al 3300 de Independencia. Al llegar a José María Moreno y Alberdi, se ve a una buena cantidad de gente, caminando, luego de desconcentrarse de Acoyte y Rivadavia, que fue el punto de concentración para el cacerolazo.
El 8 atravesó tres cortes de luz que, casualmente (o no tanto) fueron ignorados entre los motivos del cacerolazo.

Llegamos a nuestra morada a las 22 hs. Escribo la nota al tiempo que, desde la televisión, se informa que se inició la desconcentración en el Obelisco. Los bares y las pizzerias se llenan. Parece que el paseo (digo, la marcha) llegó a su fin.

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