Las vendas de la inocencia
De Eduardo Grinovero. Con Mariel Percossi, Virginia Alberti, Camila Aldet, Juan Pablo Burgos, Denise Di Paolo, Charo Diaz, Belen Galante, Damian Garcia, Rocío García y Bruno Javier Quirico. Vestuario y Diseño de espacio: Cecilia Zuvialde. Edición de video: Eugenia Fontana. Asistencia de dirección: Valeria Llaneza. Producción ejecutiva: Enrique Jauregui. Coreografía: Florencia Ortega. Dirección: Alejandro Guevara.
Teatro El Tinglado. Mario Bravo 948. Lunes, 21 hs.
Marita cuenta su historia a aquél que quiera oírla. Quien quiere oir, que oiga, cantaba Litto Nebbia y Marita sabe en lo que se está metiendo. Duda de su origen, de donde vino y como llegó a este mundo. Digamos al respecto que ella es la única hija de un matrimonio entre un severo militar y un ama de casa machista y prejuiciosa.
Realizada en clave de fábula teatral, donde el tratamiento de los personajes sigue un lineamiento rígido en tanto su composición, es allí donde radica la gracia de la puesta. Porque esa “rigidez” es el sustento del componente irónico y sarcástico con el que cuenta la obra que no se sonroja al hablar de las expropiaciones de niños en la última dictadura y a la hipocresía en la crianza de los chicos de esa época y de distintas generaciones que llegan hasta la fecha. El ritmo de la puesta es ágil y dinámico, responsabilidad de Alejandro Guevara, con una dirección acorde al material con el que cuenta.
El elenco es correcto y se destaca Mariel Percossi, quien crea una Marita reconocible en sus dichos y querible en su búsqueda y en sus sentimientos. De esta manera, cuando habla y dice lo que piensa, la empatía con el auditorio será instantánea pero que pondrá a este en una situación sutilmente incomoda a medida que transcurra la puesta. El espectador verá como las normas establecidas, la moral y la ética aprendida con sangre y disciplina (discurso repetido desde hace unas cuantas generaciones y al cual, en su gran mayoría, los espectadores apoyan), se va desdibujando en situaciones de las que nadie puede sentirse orgulloso. La forma en que estas se toman y se plasman en escena, a través de un humor blanco e inocente, hacen que el impacto sea certero y aquél que no quiera ponerse en tela de juicio, tendrá la via de escape fácil a través de la comedia.
La iluminación es cuidada y la escenografía acompaña con una corrección que podría ser mejor, ajustando algunos detalles. La nariz de clown será el que establezca la diferenciación entre los “bandos” que se debatirán por el alma de Marita. Para destacar, en el final, cuando Marita decide cual será su destino, la nariz de payaso jugará un lugar destacado entre quien intenta pero también deseará la “seguridad” de lo que es conocido.
“Proyecto Marita” es de esas puestas que, al tiempo que te entretienen, te sumergen en un mundo en el que uno, como individuo, debe tomar decisiones sobre el presente y el futuro pero sin olvidar un pasado, que no es pisado.