Pink Floyd es una de las bandas más extraordinarias de la historia. Siempre estuvo el deseo de verla en vivo en nuestro país pero no se pudo. Vinieron Roger Waters y David Gilmour en el marco de sus sendas carreras solistas pero siempre mirando de reojo –y más- el legado del combo que los elevó a lo más alto del rock. Pero el cuarteto nunca bajó hasta Argentina. Otros tiempos, otras vidas, otras circunstancias.
Por tal motivo, cuando se anunció la presentación de The End en el Gran Rex, que lleva a cabo el show n°1 del mundo sobre Pink Floyd, era una obligación la concurrencia. Más aún, si la gran Durga Mc Broom, que fue corista de la banda a partir de 1987, iba a ser de la partida. Su voz y su presencia escénica son garantía de calidad.
La hora señalada para el comienzo del espectáculo era las 20.30 pero era solo una referencia. Quien subió a esa hora fue Sonic B, cuarteto que abrió su set con “Never let me down again” y “Walking in my shoes”, dos temas de Depeche Mode. Sonó bien Sonic B, más aún cuando realizó una versión tecno-rock de “La ciudad de la furia” y la prolija “Fue”. Hicieron un par de temas propios para cerrar con “Heroes” de David Bowie. Un muy buen aperitivo para lo que estaba por venir.
El Gran Rex ya estaba lleno. El reloj marcaba las 21.30 cuando se apagaron las luces y comenzó la función. La estética de “The wall” a pleno con “In the flesh”, tema elegido para abrir el fuego de la noche. “Another brick in the wall” continúa la misma línea mientras que con “Mother” (tema que marca el ingreso de Durga Mc Broom), las preguntas que realiza Waters desde la letra. Es más, ante el verso de “Mother, should I trust the government?”, se escuchó un “¡No!” fuerte, desde varios lugares del teatro.
Había una hermosa sensación en el Rex de un deseo pleno de disfrutar la música de Pink Floyd interpretada por The End, pero también, las letras de las canciones eran por demás elocuentes en su contenido. Su actualidad, con sus respectivas lecturas, es notable. Un buen ejemplo de esto es “The Fletcher Memorial Home”, cuyo video se ve en la pantalla de fondo. Éste muestra a políticos que van desde Adolf Hitler a Margaret Thatcher, pasando por Napoleón o Winston Churchill, en un asilo para “incurables tiranos y reyes”.
La voz de Durga Mc Broom brilla en cada una de sus intervenciones. Era cerrar los ojos y viajar a través del tiempo para escuchar “The great gig in the sky”, “Us and them” o “Shine on you crazy diamond”, con el genial y curioso espíritu de Syd Barrett dando vueltas por ahí. El saxo de Martín López Cordero estuvo brillante como siempre para brindar la impronta propia a cada tema. Párrafo aparte para las voces de Alejandra Peralta Ramos y Lorena Álvarez, con acertadísimas participaciones.
En un momento de la noche, Gorgui Mofatt, voz líder de The End, pide que “levanten la mano quienes vienen por primera vez a ‘The End”. Casi el 70 % de la parte baja del estadio eleva su diestra o zurda. Quizás por eso, se noten lágrimas de emoción en los ojos de este público novel en esta experiencia.
La banda suena afinadísima. La base batería-bajo compuesta por Jano Perez Sarmenti y Juan Folatti es a prueba de todo. Indestructible. La dupla de teclados compuesta por Carlos Klepper y Hernán Simo son pura fantasía y creatividad.
“Coming back to life” es ese soplo de aire fresco que despierta una sonrisa por la melodía de un clásico de los más cercanos en el tiempo. En cambio, “Eclipse” y “Brain damage” con sus imágenes de líderes mundiales que tanto mal hicieron y la letra alusiva a los daños en el cerebro y sus consecuencias, no pueden más que linkearse con la realidad de desquiciados en lugares de toma de decisión.
Esto se repite con clásicos como “Time” y “Money”, absolutamente vigente en tiempos de capitalismo salvaje en que la vida pareciera ser un balance contable que no responde a otra lógica que la del billete.
El show va llegando al final. “High hopes” suena con las imágenes correspondientes mientras globos caen desde la platea del Gran Rex. Matias Dietrich hace el solo desde el pedal Steel guitar que suena en la versión original para dar paso luego a la guitarra acústica de Mariano Romano. En el caso de “Wish you were here”, las guitarras de Dietrich y Romano anteceden a la interpretación del público a capella. Mofatt baja del escenario mientras el público canta a capella. Inclusive, le pasa el micrófono a un espectador que interpreta unas líneas con pasión no exenta de afinación.
Justamente, este tema cuenta con la dedicatoria a Willy Quiroga, bajista y miembro fundador de Vox Dei, que recientemente ha pasado a la inmortalidad. No hay que olvidar que Vox Dei hizo uno de los primeros discos conceptuales de la historia del rock con su enorme “La biblia”.
Mofatt dice con sabiduría que “no vamos a hacer la pantomima de irnos…”. Se vienen los dos últimos temas. Dos clásicos absolutos como “Comfortably numb” y “Run like hell”. El primero, con toda la emotividad propia del solo de guitarra más conmovedor que ha sido pergeñado en la historia del rock. Más de uno lucha sin éxito para que la lágrima rebelde no salga del globo ocular. Por el contrario, se la potencia porque es el genuino sentimiento de lo que provoca la música.
“Run like hell” cierra el concierto al tiempo que águilas que parecen escapadas de otra época, queman ciudades bien reconocibles. el agradecimiento correspondiente ante un concierto de tamaña calidad. Más aún cuando se lleva a cabo el repertorio de una banda tan prolífica como Pink Floyd.
Se apagan las luces y la ceremonia concluyó…solo por ahora. La excelente presentación de The End será el comienzo de una secuencia conocida. Más de uno/a llegará a su casa y buscará la obra de Pink Floyd sea como sea, ya sea para empezar a descubrir su obra o para volver a disfrutarla. De esta forma, comienza el camino. Bienvenidos al rico y enorme mundo de una banda única e irrepetible, lleno de música que no ha perdido vigencia. De hecho, está más presente que nunca.