Uno de los grandes méritos de la puesta es el aura artesanal que la envuelve. A esto hay que sumarle el diseño de un espacio rectangular exacto para el desenvolvimiento de los actores, que entran y salen en el marco de una dramaturgia compleja en su desarrollo.
Basada en las cartas que se enviaron Rodin y Camille y demás investigaciones al respecto, los actores intercambian personajes de manera armoniosa y versátil en los momentos en que estas se leen, como hilo conductor del relato para después volver a la dramaturgia en si de la puesta, con naturalidad y prestancia. El ritmo de la puesta es atrapante ya que tiene un desarrollo que irá variando en su desenvolvimiento a medida que pasa el tiempo, yendo y viniendo pero sin perder nunca su línea ni su lógica. Florencia Berthold no solo realizó un estupendo trabajo en los textos sino que se reservó para si a Camille por medio de una composición sanguínea y exacta. Ivan Espeche es un Rodin acertado en sus múltiples matices. Mientras que Belén Santos tiene una presencia cautivante en el escenario y crea los climas correspondientes cada vez que se sienta al piano, Guillermo Berthold hace de la corrección su más fiel aliada.
“Sobre piedras” es una de esas gemas que todos los años regala el teatro porteño para ser descubiertas y disfrutadas en su más pura expresión.