Teatro 2024. Lo que quedó en el tintero…, periodismo incluído.

Para cerrar el resumen del 2024, quedaron algunas apostillas que deseamos destacar así como otras, las llevamos a la arena del análisis.

Hubo algunos espectáculos que combinaron teatro con otras disciplinas o que salieron de la sala para convertirse en eventos culturales de renombre. Tal fue el caso de “A un paso del tiempo”, el último proyecto que juntó a Irene Goldszer y Pablo Potenzoni, artistas que vienen de universos diferentes. La primera, del mundo de la actuación pero con fuerte veta musical mientras que el segundo tiene una trayectoria importante dentro del rock, con su pertenencia a ese grandísima banda llamada Todos Tus Muertos. Ahora, en presentaciones en el Galpón de Guevara y en el Centro Cultural Recoleta, mostraron sus últimas creaciones que no respetan definiciones estilísticas. Algo que se agradece y, por sobre todas las cosas, se recomienda ver.

Otro momento a destacar fue “The Raven”, concebido por la dupla Ariel Aguirre- Iván Moschner que lleva el cuento de Edgar Allan Poe a la capilla del Cementerio Británico. Aguirre pone cuerpo y alma a un texto en su idioma original como en nuestra lengua. La puesta pergeñada por el reconocido Iván Moschner es absolutamente austera. La iluminación de la capilla es brindada por la luz natural que entra por sus ventanales. Ni hablar, si está medio nublado o, eventualmente, llueve. Se potenciaría aún más lo visto.  Como previa, una visita a la necrópolis inglesa sorprenderá a más de uno con los nombres e historias de quienes descansan allí.

Quizás “The Raven” entre dentro de la definición de “site specific” o recorridos que se mezclan con el teatro. Por suerte, este año hubo algunos que fueron realmente interesantes, próximos a los espectadores. Esto, en detrimento de aquella “esnobeada” aburrida que quiere descubrir la pólvora o banaliza situaciones determinadas en nombre del “arte”.

Por eso, cuando se puede presenciar “Ciudades efímeras”, el acento se pone en otro lugar. Los actores que llevan a cabo el recorrido son oriundos de diferentes partes del globo y narra con diversos recursos sus vivencias. Esto nos lleva a interrogantes como ¿a qué se denomina “casa”? ¿Qué es el hogar, el techo, el refugio? En definitiva, el ¿quiénes somos? y ¿cuál es nuestro lugar en el mundo? son inquietudes que se despliegan con delicadeza. En una ceremonia respetuosa, donde no han sonado celulares, hay una escucha activa. El paseo transporta al público a otra dimensión, mientras se deja llevar por la oralidad y el encanto del teatro callejero. Un recorrido a corazón abierto, sin grandilocuencias ni frivolidad alguna. Es la llave para que el público reflexione y pueda identificarse una migración actual, muy diferente a la de nuestros abuelos. Caminar por las calles de Buenos Aires con otros ojos, a otro ritmo, para ver las huellas del pasado. Un ayer invisibilizado por la vorágine de un presente rápido y furioso (pero no como la película).

Por otra parte, el FIBA presentó el “Proyecto Telos” a cargo de Jorge Eiro y Zoilo Garcés. Los directores convocaron a tres grupos creativos para que lleven adelante diversas propuestas artísticas a desarrollarse en el Hotel Obsession, en la calle José Martí, entre Rivadavia y Ramón Falcón, en el barrio de Flores. Los tres trabajos son “Hacer olas, rodar piedras”, “La fantasía” y “Papito” y cuentan una identidad propia, bien determinada. La primera es una danza absorbente, que se lleva a cabo en una cama al ritmo de una música acorde mientras que la segunda cuenta con un rítmo rápido e hilarante que se inicia con una mucama abordando a los espectadores, para pasearlos después por las instalaciones del hotel de alojamiento. Para finalizar, “Papito” es la más “teatral” de las tres que muestra el devenir de una pareja compuesta por Matias y Gustavo. Ambos tienen varios inconvenientes para llevar adelante su amor pero ¿buscan lo mismo? Edades y vivencias diferentes en realidades que van por distintos carriles.

Dentro de lo que fue el FIBA no dejamos de destacar a dos gemas como “Posguerra” de la tandilense Melisa Zuberti y la francesa “L’après-midi d’un foehn / La tarde de un viento”, en la que la danza y el teatro de objetos tienen, respectivamente, puntos de alta calidad.

En “Posguerra”, cada movimiento dispara imágenes varias hacia un universo tan distópico como fácilmente reconocible, siempre y cuando se sortee las trampas de la literalidad. Ellas, vestidas de blanco como si fueran unos “stormtroopers”, avanzan entre los paneles plateados que conforman un espacio que se transformará en un campo de batalla. Igualmente, éste no será necesariamente a nivel físico –que lo es- pero lo transformará hacia otras latitudes. Las cámaras en sus cabezas iluminarán ese multiverso que salta a la platea. Corrosiva y poética, la puesta toma por asalto a quien ose dejarse empapar por su propuesta. Va más allá de su título para convertirse en un loop constante en que, pareciera, los tiempos de paz son la excepción al estado de naturaleza en el que se (sobre) vive. Eso si, nunca hay que olvidar que el colectivo denominado “gente” es quien elige su propio destino. Lástima que, en su impunidad para el error, termine en un suicidio “sin querer, queriendo” del que no hay vuelta atrás.

En “L’après-midi d’un foehn / La tarde de un viento”, desde el mismo momento que se ingresa al escenario, empieza un viaje que rompe las estructuras de los presentes. Un escenario circular con ventiladores de boca redonda e iluminación acorde que, tras el ingreso de un hombre de rostro pétreo, saldrán seres de nylon de distintos colores. Una travesía apta para todo público, con el corazón abierto, dispuesto a viajar a confines tan propios como desconocidos.

Para finalizar, no podemos dejar de mencionar no solo la precarización del oficio/profesión del periodista y del crítico. No nos vamos a extender respecto a lo que se paga en la gran mayoría de los medios masivos que se llenan la boca hablando de «derechos» y puertas adentro, brindan salarios de hambre. Una vergüenza que hemos sufrido y desde ya, repudiamos. Ahora, nos vamos a centrar en lo que nos compete en este recorte periodístico que es la «legitimación de cholulos» -foto de por medio con el artista, como no podía ser de otra manera-.

De más está decir que a estos personajes les gusta todo –como si todo fuera lo mismo- y el análisis crítico queda de lado. No sea cuestión que hiera sensibilidades. Por eso, la crítica prácticamente, ha desaparecido como tal, transformándose en gacetillas de prensa de elogios varios que llevan a cabo estos personajes. En nombre de “la difusión del teatro” ponen al mismo nivel todo lo visto. Es como decir que Luis Alberto Spinetta, Soledad Pastorutti, Mercedes Sosa, Luck Ra, Astor Piazzolla, Emilia Mernes y Valeria Lynch sean “lo mismo” porque “hacen música”. Algo que, a la postre, no beneficia a nadie. Lamentablemente, esto es avalado por los mismos artistas y una buena cantidad de agentes de prensa.

En su momento, habíamos hablado al respecto con Rubén Szuchmacher y Alan Robinson en una entrevista más que jugosa. Pasaron muchos años de este encuentro y lo dicho allí, no solo se repitió, sino que se potenció…

Esto se potencia en los medios más independientes, que tienen la chance de tener una visión más crítica y analítica –llegado el caso- pero terminan siendo los más dóciles y huecos. Tras la pandemia, el terraplanismo se apoderó de individuos, visibilizando su cascotismo. El periodismo no quedó indemne a esto. Desde regalar puntajes y «estrellas» (de “7” o “tres estrellas”, no baja casi ninguna) hasta espacios cada vez menores para escribir, difundir y analizar teatro.

En esta misma línea, la motosierra del orate de Balcarce 50, ha impactado sobre el sector teatral. Aquí, hay dos puntos a destacar. El primero es la cantidad de gente vinculada al arte que votó este modelo por odio (“no se podía estar como antes”) y ahora no sabe dónde esconderse, tras haberse metido un balazo en el pie. Eso sí, ante cualquier crítica, se ofenden como si les hubiesen dicho que su obra fue un bodrio. En segundo lugar, están los críticos de antaño que ahora están bien callados. No dicen nada porque “tienen miedo” y “hay mucho odio en las redes sociales”. Pero…¿no se quejaban que antes no había democracia y se amparaban en esta palabra para plantear críticas varias? ¿O será que antes había democracia y ahora no? Fueron los mismos que socavaron gobiernos anteriores (de los que recibieron subsidios, con foto incluida). Pero ahora (al igual que en el punto 1), no saben qué hacer, ante la consolidación del desquiciado, al que ayudaron directa o indirectamente. “Tigres de papel” diría un líder político del siglo pasado, “cagones de cuarta” dirían en mi barrio.

Empieza el 2025. Veremos que nos depara. Desde estas líneas, solo pedimos –en relación a lo que nos compete- que se haga periodismo, de una manera seria, con argumentos sólidos y aflojar con el exceso de dulzura que atraviesa a los medios

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